Dentro del rancho de "Las Águilas", en este poblado del estado de Nuevo León, la desolación es total, según pudo comprobar Efe en un recorrido hecho hoy por el lugar, días después de una serie de operaciones contra responsables de los dueños de la hacienda.
La zona donde se encuentra este rancho está resguardada por efectivos militares, pero dentro sólo hay un centenar de cabezas de ganado, caballos, animales de granja, vehículos y maquinaria abandonada.
La residencia principal de "Las Águilas" tiene finos acabados, elegantes muebles de madera, salones de juego, cabezas de venados disecadas, una amplia cocina y todo tipo de lujos. Ahora, en cambio, todo parece saqueado.
Las zonas aledañas fueron utilizadas por los delincuentes para, entre otras funciones, hacer desaparecer cadáveres de integrantes de grupos rivales.
Fuentes militares dijeron a Efe que, apenas hace un par de semanas, "Las Águilas" era el mayor campo de entrenamiento de Los Zetas, y también servía como refugio para los miembros de este grupo que operan en los estados de Nuevo León y Tamaulipas.
El pasado jueves, el Ejército mexicano informó de un arsenal decomisado en "Las Águilas" al final de una serie de operaciones en este rancho que terminó con 21 muertos entre las filas de Los Zetas y 12 detenidos, incluido el jefe de ese cártel en la zona.
"Las trocas (camionetas) comenzaron a circular por las brechas hace seis meses", comentaron vecinos de Vallecillo que hablaron con Efe con la condición del anonimato.
Los sicarios poco a poco se fueron apoderando de esta extensa zona semidesértica, donde actualmente se pueden observar decenas de ranchos y casas abandonas, ya que sus pobladores habían emigrado años atrás hacia Estados Unidos.
La región de Vallecillos, entre otros municipios rurales del norte de Nuevo León, es una de las mayores expulsoras de emigrantes hacia el país vecino, al grado que los últimos censos registran reducción de población en lugar de crecimiento.
Los primeros enfrentamientos entre los sicarios y los efectivos policiales comenzaron el pasado 11 de octubre, cuando alrededor de 20 camionetas con desconocidos armados emboscaron a una patrulla de la Policía Federal y mataron a dos oficiales que vigilaban la carretera Monterrey-Laredo.
Después del atentado se desplazaron a la zona cientos de efectivos federales, del Ejército mexicano y de la Marina, apoyados por helicópteros, para iniciar la búsqueda de los pistoleros.
El 15 de octubre, los militares detuvieron a Marco Garza de León, alias "el Chabelo", jefe de los Zetas en la zona, junto con tres delincuentes más, identificados como Jorge Gámiz Vega, alias "el Exterminador", Ángel Raúl Hernández ("el George") y Mario Alcorta Ríos ("el Junior").
Las fuentes militares identificaron a Garza como jefe de plaza de Los Zetas en cuatro municipios rurales de Nuevo León, donde se dedicaban al secuestro, la extorsión y el trasiego de drogas. Se le decomisaron dos armas largas, un arma corta, 37 cargadores, 909 cartuchos y 8 granadas.
Después de esa captura del "Chabelo", los militares ubicaron en "Las Águilas" el "narcocampamento", en la comunidad de San Carlos, a unos 18 kilómetros al noreste de Vallecillos.
Los siguientes dos días ocurrieron nuevos enfrentamientos entre los efectivos militares y policiales y los sicarios, en los que perecieron una veintena de delincuentes y un soldado y quedaron detenidos varios presuntos miembros de los Zetas, pero alrededor de 150 lograron escapar.
La gran concentración de sicarios obligó a las autoridades a desplazar al menos cuatro helicópteros y cientos de soldados, marinos y policías federales durante varios días para capturar a los huidos, que lograron escaparon por los intrincados caminos vecinales de la zona.
Antes de estos choques armados, Vallecillos contaba con once policías, pero hace poco renunciaron nueve de ellos y ahora solo quedan dos, por lo que la policía federal y la del Estado se han hecho cargo de la vigilancia.
Los escasos dos millares de habitantes del municipio, que no han seguido a sus vecinos para emigrar a Estados Unidos, no salen de sus casas por miedo, ya que temen que los sicarios regresen al lugar para tomar represalias por las acciones del Ejército.
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