20 marzo, 2012

La grandeza liberal de Juárez

Junto con una generación única de políticos con la misma ideología, logró la separación del Estado de la Iglesia Católica.

Leo Zuckermann
Hoy es día de asueto en México. Celebramos el natalicio del que quizá sea nuestro mayor héroe nacional: Benito Juárez. Entre más leo sobre este personaje, más me convenzo que debe considerarse como el verdadero “Padre de la Patria”. A final de cuentas, Juárez fue el que acabó forjando a la nación mexicana. Antes de él, México era una aspiración. Después de él, una realidad.


De lo que no hay duda alguna es que Juárez fue el gran líder del liberalismo mexicano. Junto con una generación única de políticos con la misma ideología, logró algo que parecía imposible: la separación del Estado de la Iglesia Católica, gracias a las leyes de reforma. Esto de ninguna manera puede menospreciarse. He tenido la oportunidad de visitar países donde no existe un Estado laico. Naciones donde hay una religión oficial que determina, en mayor o menor medida, las decisiones públicas. En estos países siempre me quedo con la sensación de que necesitan a un Juárez para instaurar los valores liberales incluyendo, desde luego, la idea de que la religión es un asunto privado, lo que implica la separación de las instituciones del Estado de las eclesiásticas.
La falta de una separación del Estado con las iglesias es particularmente visible en el Medio Oriente. En Israel, por ejemplo, muchas decisiones, como el que no haya transporte público en sábado, están determinadas por la religión judía. En Irán, los que gobiernan son los sacerdotes chiitas con el Corán en las manos. En Arabia Saudita impera la ley musulmana, de la rama sunita, con una policía religiosa que se dedica a aplicarla. No es gratuito, en este sentido, que esta región sea una de las más convulsionadas del mundo entero, debido a la mezcla, siempre explosiva, de la religión con la política.
Nadie puede dudar de la grandeza de Juárez, basada en los principios ideológicos del liberalismo. Vea usted, por ejemplo, su razonamiento de por qué prohibir el voto a los sacerdotes, que escribió en sus Apuntes para mis hijos:
“Como el pensamiento de la revolución era constituir al país sobre las bases sólidas de libertad e igualdad y restablecer la independencia del poder civil, se juzgó indispensable excluir al clero de la representación nacional, porque una dolorosa experiencia había demostrado que los clérigos, por ignorancia o por malicia, se creían en los Congresos representantes sólo de su clase y contrariaban toda medida que tendiese a corregir sus abusos y a favorecer los derechos del común de los mexicanos. En aquellas circunstancias era preciso privar al clero del voto pasivo, adoptándose este contraprincipio en bien de la sociedad, a condición de que una vez que se diese la Constitución y quedase sancionada la reforma, los clérigos quedasen expeditos al igual de los demás ciudadanos para disfrutar del voto pasivo en las elecciones populares”.
Ahora lea usted lo que pensaba Juárez, y que dejó escrito en Apuntes para mis hijos, acerca del papel de la religión en los gobernantes y de ciertas “malas costumbres” de éstos:
“Los gobiernos civiles no deben tener religión porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna. Este suceso fue para mí muy plausible para reformar la mala costumbre que había de que los gobernantes asistiesen hasta a las procesiones y aun a las profesiones de monjas, perdiendo el tiempo que debían emplear en trabajos útiles a la sociedad. Además, consideré que no debiendo ejercer ninguna función eclesiástica ni gobernar a nombre de la Iglesia, sino del pueblo que me había elegido, mi autoridad quedaba íntegra y perfecta, con sólo la protesta que hice ante los representantes del Estado de cumplir fielmente mi deber. De este modo evité el escándalo que se proyectó y desde entonces cesó en Oaxaca la mala costumbre de que las autoridades civiles asistiesen a las funciones eclesiásticas. A propósito de malas costumbres había otras que sólo servían para satisfacer la vanidad y la ostentación de los gobernantes como la de tener guardias de fuerza armada en sus casas y la de llevar en las funciones públicas sombreros de una forma especial”.
Esta cita, me parece, tiene cierta contemporaneidad porque desgraciadamente en el México de hoy todavía existen políticos conservadores que no han entendido la importancia del Estado laico. Lo bueno es que la mayoría de la población, de acuerdo con las encuestas, se considera católica, pero también le da un gran valor al laicismo en la vida pública. Ese es uno de los más grandes legados de Juárez y los políticos liberales del siglo XIX.

No hay comentarios.: