15 marzo, 2012

La muralla de Mercosur

por Gabriela Calderón de Burgos

Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Guayaquil, Ecuador— La semana pasada el vicecanciller uruguayo Roberto Conde aseveró que “Todos sabemos que en el Mercosur vivimos en una tensión permanente entre la norma y la realidad”.1 Por ejemplo, luego de que Argentina y Brasil declararon este mes que se elevaría temporalmente el Arancel Externo Común (AEC), medida que Uruguay considera perjudicial, Uruguay pidió a cambio simplemente que se respete el libre comercio regional, es decir, el primer artículo del tratado que constituyó Mercosur. ¿Qué respondió Argentina? Que no se podía comprometer a eso.2 Mientras tanto el Ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, declaraba que era necesario lograr “una mayor unión” para defenderse de “esas invasiones de productos que vienen de afuera”.3
Pero consideremos el último brote de proteccionismo en Argentina. En 2011 Argentina introdujo las “Licencias No Automáticas” para la importación de alrededor de 600 productos y el requisito de que solo se puede importar el equivalente a lo que se exporta. Esto ha resultado en que, por ejemplo, las empresas en Argentina que pretenden importar autos o partes de autos de Brasil, tengan que montar oficinas de trading para exportar lo que sea (garbanzos o miel, etc.) con tal de obtener el crédito necesario.4
En cuanto a la liberalización comercial hacia el resto del mundo, Mercosur obliga a sus miembros a tener un Arancel Común Externo (AEC) que en muchos casos supera el arancel aplicado de sus potenciales miembros. Bernardo Acosta señala que el AEC encarecería el costo de las materias primas que importan los productores ecuatorianos: “el 91% de las materias primas que tienen arancel del 0% en Ecuador está grabado con aranceles que van del 2 al 26% en el Mercosur”.5


Por esta razón países como Chile y Perú han decidido permanecer como observadores. Aún sin ser un miembro completo, 98% del comercio entre Chile y el Mercosur ya está libre de aranceles.6
Lo inteligente es abrirse no solo al comercio regional sino también al comercio con el resto del mundo. Esto es de particular relevancia para Ecuador ya que nuestros principales socios comerciales no están en Mercosur. Tal vez nos convendría asociarnos con países que ya han demostrado su compromiso con la apertura comercial, como nuestros vecinos en la costa del Pacífico. Este año se firmó el Acuerdo del Pacífico entre Colombia, Perú (dos de nuestros principales socios comerciales), Chile y México. Cada uno de estos países ya tiene firmado un tratado de libre comercio con nuestros otros dos principales socios comerciales: EE.UU. y la Unión Europea.
Pero a veces se trata de darle un saludo a la bandera del gobierno de turno y no de mejorar las oportunidades de comercio para los ecuatorianos. Andrés Malamud de la Universidad de Lisboa dice de Mercosur: “un proyecto de integración que inicialmente se trataba acerca del comercio, las aduanas y el mercado insospechadamente se ha convertido en un símbolo del activismo político de izquierda y de las ideologías de liberación nacional”.7 Esta parece ser la única explicación detrás del interés del gobierno ecuatoriano de convertirse en un miembro pleno de Mercosur: un costoso saludo a la bandera que nos someterá a la política comercial proteccionista de Argentina y Brasil.

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