por Jim Powell
Jim Powell es académico titular del Cato Institute y autor de FDR’s Folley, Bully Boy: The Truth About Theodore Roosevelt’s Legacy y Greatest Emancipations.
La administración de Obama está jugando con fuego cuando trata de
intimidar a otros países como México y China para que estos complazcan a
los grupos con tendencia proteccionista en EE.UU.
Valdría la pena recordar cómo la Ley de Aranceles de 1930 —todavía la
base legal de la política comercial estadounidense— aumentó los costos
para los consumidores y los negocios, devastó el comercio y agravó la
depresión que desde antes ya estaba afectando al mundo occidental.
Enfocados exclusivamente en la política doméstica, el presidente Hoover y
los miembros del Congreso desataron una catástrofe internacional.
La historia empezó el 27 de octubre de 1928 cuando Hoover dijo que le
daría la bienvenida a aranceles más altos para las commodities
agrícolas. El siguiente año, el Comité sobre Formas y Medios del
Congreso anunció que habría audiencias para que los cabilderos pudieran
pedir aranceles más altos. El anuncio provocó una carrera desenfrenada y
pronto se volvió evidente que los aranceles más altos no podían
limitarse a las commodities agrícolas. Cada grupo de interés especial
concebible quería aranceles más altos para evitar que los consumidores y
las empresas estadounidenses se aprovechen de las mejores gangas
disponibles por parte de los vendedores extranjeros. Como el historiador
E.E. Schattschneider advirtió, “Ningún partido que se embarca en una
revisión del arancel puede estar seguro de que no habrá iniciado un
incendio incontrolable”.
El 17 de junio de 1930, Hoover firmó lo que se llegó a conocer como la
Ley Smoot-Hawley. Su nombre se debe al Senador de Utah Reed Smoot y al
representante Willis C. Hawley, ambos republicanos. La ley aumentó los
aranceles a las importaciones en un promedio de 59% sobre más de 25.000
commodities agrícolas y productos manufacturados. Smoot-Hawley fue uno
de los factores que contribuyeron a la posterior caída de la bolsa de
valores y a la duplicación del desempleo dentro de un año. Más de 60
países tomaron represalias, mediante restricciones en contra de
cualquier producto que inflingía las perdidas más grandes sobre los
estadounidenses.
Smoot-Hawley molestó a la gente, particularmente a nuestros vecinos.
“El arancel sobre el mero fue duplicado, ofendiendo así a las provincias
orientales de Canadá”, explicó Joseph M. Jones Jr., en su estudio
clásico “La retaliación de aranceles”. “Los aranceles sobre las papas,
la leche, la crema, el suero de leche, la leche descremada y la
mantequilla fueron radicalmente aumentados, enojando a las poblaciones
de Quebec y Ontario. Las provincias de la llanura y las occidentales
fueron provocadas con aranceles más altos sobre el ganado, las carnes
frescas, el trigo y otros granos; Columbia Británica y Alberta fueron
enfurecidas con aumentos en los aranceles sobre las manzanas, los
troncos y la madera”. Los canadienses colocaron aranceles altos sobre
los implementos agrícolas, aparatos eléctricos, electrodomésticos,
tuberías de hierro fundido, vegetales, gasolina, zapatos, papel,
fertilizantes y joyas, todos provenientes de EE.UU. —lo cual resultó en
que alrededor de mil millones de dólares en negocios se perdieran.
En Gran Bretaña, desde mucho antes líder en comercio libre y
prosperidad, Smoot-Hawley ayudó a provocar una reacción proteccionista
que derivó en la Ley de Impuestos a las Importaciones (1932), la primera
ley de aranceles generales del país en más de un siglo. La segunda
parte de la Ley de Impuestos a las Importaciones contenía aranceles de
más de 100% sobre productos de países tales como EE.UU., los cuales
penalizado a los productos ingleses.
Debido a que la ley Smoot-Hawley incluía a los corchos, los cuales
representaban más de la mitad de las exportaciones españolas a EE.UU.,
España aumentó los aranceles sobre los carros estadounidenses en un
150%, lo suficiente para dejar a los autos estadounidenses fuera del
mercado español.
Smoot-Hawley golpeó a las principales exportaciones de Italia hacia
EE.UU., incluyendo al algodón no procesado, el trigo, el cobre y el
cuero, por ende, Italia tomó represalias duplicando sus aranceles sobre
los autos estadounidenses. Las ventas de autos estadounidenses en Italia
cayeron, posteriormente, en un 90 por ciento. Italia también aumentó
los aranceles sobre las radios estadounidenses por más de 500 por
ciento.
Francia respondió a la ley Smoot-Hawley con cuotas de importación que,
junto con sus aranceles, impuestos sobre los negocios y otros
obstáculos, dejaron a los productos estadounidenses fuera del mercado
francés.
La ley Smoot-Hawley afectó prácticamente todas las exportaciones
suizas a EE.UU., a los relojes particularmente. Un décimo de la
población sueca estaba involucrada en el negocio de la relojería y un 95
por ciento de los relojes suizos eran exportados. Había respaldado
popular para un boicot suizo a los productos estadounidenses.
Al inflamar el sentimiento nacionalista en contra de EE.UU., la ley
Smoot-Hawley alentó a muchos gobiernos a vengarse erigiendo controles de
cambio que redujeron el comercio todavía más. Para 1935, había
controles de cambio en Afganistán, Argentina, Austria, Bolivia, Brasil,
Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba, Czechoslovakia, Danzig,
Ecuador, El Salvador, Finlandia, Alemania, Grecia, Hong Kong, Hungría,
Islandia, Japón, Latvia, Letonia, Luxemburgo, México, Países Bajos,
Nueva Zelanda, Nicaragua, Paraguay, Polonia, Romania, Uruguay, Venezuela
y Yugoslavia.
Los agricultores estadounidenses, quienes ejercieron presión para que
se apruebe Smoot-Hawley, estaban fueron los más afectados por todo esto.
Ellos vieron a sus exportaciones caer de $1.800 millones en 1929, antes
de Smoot-Hawley, a $590 millones, solamente, cuatro años más tarde.
En lugar de arriesgarse a desencadenar otro episodio de
proteccionismo, EE.UU. debería buscar una verdadera esperanza y cambio:
iniciar el proceso de eliminar, gradualmente, los aranceles de
Smoot-Hawley y todas sus costosas enmiendas.
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