12 marzo, 2012

La violencia electoral y poselectoral

 
¿Quién en el mundo podrá creer que la oposición venezolana esté en capacidad de acosar al gobierno bolivariano por medio de la violencia?
Un ejemplo relevante de violencia poselectoral y la influencia de las redes sociales fueron las últimas elecciones de 2009 en Irán

Como el objetivo de un proceso electoral es alcanzar el poder político no es extraño que en algunos casos se convierta en catalizador o acelerador de la violencia, particularmente en aquellos países donde las instituciones son débiles. En estudios del Programa de Desarrollo de la ONU (UNDP) se resalta que las elecciones no son causa de violencia. Estas tienen sus raíces en la situación económica, política y especialmente en la distribución del poder entre las fuerzas sociales que afectan el proceso electoral. La violencia electoral es considerada un subtipo de violencia política que usa las amenazas, la coerción y la intimidación como formas de confrontación. Mientras menos libres, justas y transparentes sean percibidas unas elecciones es más probable el recurso de la violencia.


Para la UNDP, como se ha dicho de la administración bolivariana,  la violencia electoral es una forma de “desarrollo en reverso”. La pobreza subyace en los procesos electorales violentes. La UNDP considera que la competencia cerrada o los márgenes de triunfo de sectores de oposición son factores que estimulan la violencia especialmente de los que detentan el poder y aspiran a mantenerlo a toda costa. Oposición recurriendo a la violencia contra gobiernos autocráticos, no son reseñados en lo estudios de la ONDP. Los ejemplos de violencia no-estatal que comúnmente se reportan se refieren a rebeldes, guerrilleros o milicias armadas.

Violencia poselectoralSi bien la violencia promovida por sectores de oposición es extraña en procesos electorales, no ocurre lo mismo en los períodos que siguen inmediatamente a una elección muy competida o con ostensibles evidencias de fraude.

Típicamente la violencia electoral puede irrumpir preelectoral y/o poselectoralmente pero son raros los casos de violencia masiva el día de las elecciones. Altos niveles de competencia, incertidumbre y brotes esporádicos de enfrentamiento durante la campaña electoral son indicadores que anticipan violencia poselectoral. En la pasada década la violencia esporádica durante el proceso resultó en violencia poselectoral en Zanzíbar, Zimbabue, Etiopía, Kenia y Ruanda. Lamentablemente la era bolivariana ha arrastrado a Venezuela a estos niveles.

El discurso de odio es característico en estos casos. Un rol crítico se le atribuye a los medios y a las redes sociales en la violencia poselectoral de países africanos. Un ejemplo relevante de violencia poselectoral y la influencia de las redes sociales fueron las últimas elecciones de 2009 en Irán donde se reelige presidente a Mahmoud Ahmadenijah. La violencia que surgió casi derriba el gobierno pese al uso indiscriminado de la represión y la tortura.

La UNDP le otorga a los medios y a las redes sociales una responsabilidad tan crucial en la violencia poselectoral que sus observadores sugieren siempre un acuerdo entre medios gubernamentales y privados que deben ser monitoreados. Para partidos opositores las redes sociales han adquirido tal importancia que en las elecciones de 2005 el gobierno de Etiopía decidió clausurar los mensajes de texto. En estas experiencias electorales el consenso es que la gran responsabilidad en facilitar la violencia o en resolverla reposa fundamentalmente en los gobiernos. Después de todo, son los que tienen las armas y el monopolio de la fuerza legítima.

Organismos internacionales dedicados a monitorear derechos humanos no ven los antecedentes del régimen bolivariano muy alentadores. Las protestas del Psuv que atribuye actos de violencia a sectores opositores no son convincentes. La desidia en materia de seguridad del gobierno bolivariano que elevó a Venezuela a la cúspide de los países con más homicidios del mundo no lo respalda en el exterior. Por años se ha documentado el accionar del régimen con grupos violentos nacionales, regionales e internacionales. Sus “alianzas estratégicas” más importantes son con países que han  hecho de la violación de derechos humanos una política sistemática como China, Rusia, Irán, Sudan, Bielorrusia, Zimbabue, la Cuba castrista y antes Libia de Gadafi y el Irak de Hussein. De un puñado de países en el mundo que apoya actualmente los desafueros y asesinatos en masa de Bachar Al Assad en Siria, se destaca Venezuela.   

Con estos antecedentes nacionales e internacionales de violencia y acoso a la disidencia se le agrega la reciente decisión del TSJ que con humor negro le atribuye a Globovisión el delito de “fomentar el odio y la intolerancia política”.

¿Quién en el mundo podrá creer que la oposición venezolana esté en capacidad de acosar al gobierno bolivariano por medio de la violencia? 

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