por Víctor Pavón
Víctor Pavón es Decano de Currículum UniNorte (Paraguay) y autor de los libros Gobierno, justicia y libre mercado y Cartas sobre el liberalismo.
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Voltaire (1694-1778)
Fue historiador, filósofo y abogado francés, uno de los principales
representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de
la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad.
No conozco al señor Tranquilo Favero. No lo defiendo a él. Defiendo un principio, el de la propiedad privada
y el derecho que tiene cada hombre y mujer de este país de expresar
libremente sus ideas, aún con aquellas con las que no estoy de acuerdo.
La Junta Municipal de Asunción y otros grupos afines al autoritarismo
solicitaron se retire la ciudadanía al señor Favero. La causa: pensar
diferente. Si Favero es sancionado con el retiro de su ciudadanía por
pensar distinto, entonces ¿qué le deparará a la prensa libre el día de
mañana?
En el contexto de la libertad de expresión, el señor
Favero puede decir lo que se le antoja de Stroessner. Para él fue un
gobierno que le otorgó seguridad; pero, no por esa opinión debería ser
llevado a las salas de inquisición, así como tampoco debería ser
exiliado o llevado a las cárceles tal como lo hacía Stroessner. En el
Paraguay del presente ya nadie puede ser sentenciado ni expulsado por
pensar diferente. Pero también el señor Favero se equivocó en sus
declaraciones. El puede decir lo que piensa, pero debió ser prudente en
la coyuntura política actual basada en la subordinación de la propiedad
privada a los planes del gobierno. Su error solo fue aprovechado para
incentivar todavía más el odio hacia su persona. Favero, al final de
cuentas, no debería olvidar que es en tierras paraguayas donde se
convirtió en uno de los mayores inversionistas en el sector
agropecuario.
Sin embargo, la manifiesta animadversión contra él tiene en realidad
otras causas. El pecado de Favero no se circunscribe a sus declaraciones
relacionadas a las invasiones de tierras. Sus enemigos lo detestan por
otra cosa. El pecado de Favero fue haberse convertido en una persona
rica en un país donde mucha gente es mantenida en la pobreza bajo la
promesa política de conseguir un mejor porvenir sin el esfuerzo y el
sacrificio diario.
De esto tienen culpa muchos políticos y dirigentes auto denominados
“sociales”. Ellos no han hecho más que seguir predicando e incentivando a
la gente en creer que un mejor pasar solo se logra si se le saca o roba
al que tiene más para darle al que tiene menos. En la vieja tradición
socialista de considerar que el pobre es enemigo mortal del rico, este
viejo engaño no ha hecho más que promover el resentimiento en mucha
gente. El ataque a Favero es un síntoma de una sociedad en la que
todavía existen personas que están dispuestas a todo. Desde sacarle la
ciudadanía a una persona por sus ideas hasta volver a enviarlo a su país
de origen, y si fuera posible en su propio ataúd. La intolerancia, no obstante, no es más que una señal de debilidad.
Es cuestión de recapitular los hechos. El ataque a Favero emprezó con
la invasión de su propiedad por parte del mismo gobierno que envió a los
carperos, su grupo de choque, para afectar la propiedad privada y
menguar el ánimo de miles de propietarios que labran sus tierras sin
pedir nada a cambio, excepto una sola cosa: seguridad. Y
siendo la seguridad la principal función de cualquier gobierno, se
esperara que las autoridades sean las que impongan la ley y el orden,
bajo los auspicios del sistema constitucional del estado de derecho.
Intolerancia e inobservancia de la ley
Los que detestan la sociedad libre y abierta no solo están en el campo
invadiendo propiedades y acechando a pacíficas familias que solo desean
trabajar e invertir. También se hallan en las ciudades promoviendo el
odio hacia sus semejantes. Los autoritarios y racistas no se quedan
contentos hasta que su víctima reciba la estocada mortal. En la Junta
Municipal de Asunción, la concejal Karina Rodríguez no tuvo mejor idea
que solicitar se declare al señor Favero como persona no grata y se le
retire a la ciudadanía. Así se hizo.
La resolución municipal dice, además, que el equipo de asesoría
jurídica orientará el procedimiento del pedido de retiro de ciudadanía,
que será derivado a Cancillería, al Ministerio del Interior y
Migraciones. ¿Quiénes se creen los concejales para utilizar dinero
público en un tema evidentemente inconstitucional? La torpeza es tan
grande que hasta se olvidaron de remitir el pedido al Poder Judicial,
órgano con competencia exclusiva para el caso.
La Constitución Nacional en el artículo 150 prescribe: “Los paraguayos
naturalizados pierden la nacionalidad en virtud de ausencia
injustificada de la República por más de tres años, declarada
judicialmente, o por la adquisición voluntaria de otra nacionalidad.
Además, nuestra ley fundamental dice que en su artículo 154 De la
Competencia Exclusiva del Poder Judicial: “La ley establecerá las normas
sobre adquisición, recuperación y opción de la nacionalidad, así como
sobre la suspensión de la ciudadanía. El Poder Judicial tendrá
competencia exclusiva para entender en estos casos”.
Pero como siempre sucede, para los autoritarios la Constitución es
apenas un enunciado teórico dependiente de los vaivenes de la política
que ellos mismos dictaminan. Retirar la ciudadanía a un paraguayo naturalizado, pero ciudadano de este país, por pensar diferente es una aberración jurídica y moral.
Los autoritarios solo aceptan a los que piensan como ellos para luego
usarlos a su manera. A los autoritarios les encanta la gente sumisa. En
nada les interesa pisotear lo que establece el artículo 26 de nuestra
Constitución—De la Libertad de Expresión y de Prensa: “Se garantizan la
libre expresión y la libertad de prensa, así como la difusión del
pensamiento y de la opinión, sin censura alguna, sin más limitaciones
que las dispuestas en esta Constitución; en consecuencia, no se dictará
ninguna ley que las imposibilite o las restrinja. No habrá delitos de
prensa, sino delitos comunes cometidos por medio de la prensa. Toda
persona tiene derecho a generar, procesar o difundir información, como
igualmente a la utilización de cualquier instrumento lícito y apto para
tales fines”.
Mientras existan autoritarios que pretendan hacernos callar por
nuestras ideas y opiniones, siempre habrá un dictador cerca, tan cerca
que ahora los que de boca para afuera dicen ser anti stronistas, en
realidad, no hacen más que reivindicar e imitar al dictador.
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