Nueva estrategia de la izquierda
Dos guerrilleros colombianos en esta imagen de archivo. La insurgencia
en Colombia ha visto una dramática reducción en sus filas en Sus fuerzas
mermaban en proporción directa a las bajas y deserciones de sus filas
en años recientes.
Bien sabido es cómo los tentáculos del fallido sistema comunista
han mantenido su presión estranguladora en Latinoamérica, cuya válvula
de doble vía ha sido operada con maestría eficiente desde La Habana
durante estos últimos cincuenta años y que a Colombia le ha hecho
muchísimo daño.
Durante muchos años el enfrentamiento fue feroz, sin que las fuerzas en contienda se desestabilizaran. Cuando ese equilibrio se quebró y cuando los colombianos creíamos estar viendo una lucecita de paz en el oscuro horizonte, el estratega cambió de táctica.
Sus fuerzas mermaban en proporción directa a las bajas y deserciones de sus filas que de 45 mil unidades de combate han pasado a diez mil en menos de siete años.
Urgía un cambio en la forma de lucha. Ya se había llegado al punto en que los solos enfrentamientos armados no eran suficientes y el bastión revolucionario no se podía perder después de tanta brega. Para seguir sobreviviendo en lo político y en lo económico era imprescindible un complemento en la diplomacia. El cerco a las drogas se estaba estrechando demasiado y un conflicto entre Colombia y Venezuela sería desastroso.
Llegó una gran oxigenación con el cambio de gobernante en Colombia. Uribe era una piedra en el zapato para el venezolano Hugo Chávez y el colombiano estaba tomándose las cosas de manera personal. Había llegado el momento de los negocios. Santos era la oportunidad. ¿Fue casualidad la repatriación a Venezuela de Walid Makled y la entrega de algunos capos del narcotráfico y guerrilleros “de poca monta”, como lo expresara alguien en algún momento, por parte de la justicia venezolana a la justicia colombiana? La Habana no podía darse el lujo de perder la manguera de petróleo y la posibilidad de perder el dominio de las mal llamadas izquierdas en Latinoamérica y lo mejor era dejar las cosas del tamaño a que habían llegado y no perder el chorro y otras cosas por dos gotas más.
Ulises R. Rico Olivero
Barranquilla, Colombia
Durante muchos años el enfrentamiento fue feroz, sin que las fuerzas en contienda se desestabilizaran. Cuando ese equilibrio se quebró y cuando los colombianos creíamos estar viendo una lucecita de paz en el oscuro horizonte, el estratega cambió de táctica.
Sus fuerzas mermaban en proporción directa a las bajas y deserciones de sus filas que de 45 mil unidades de combate han pasado a diez mil en menos de siete años.
Urgía un cambio en la forma de lucha. Ya se había llegado al punto en que los solos enfrentamientos armados no eran suficientes y el bastión revolucionario no se podía perder después de tanta brega. Para seguir sobreviviendo en lo político y en lo económico era imprescindible un complemento en la diplomacia. El cerco a las drogas se estaba estrechando demasiado y un conflicto entre Colombia y Venezuela sería desastroso.
Llegó una gran oxigenación con el cambio de gobernante en Colombia. Uribe era una piedra en el zapato para el venezolano Hugo Chávez y el colombiano estaba tomándose las cosas de manera personal. Había llegado el momento de los negocios. Santos era la oportunidad. ¿Fue casualidad la repatriación a Venezuela de Walid Makled y la entrega de algunos capos del narcotráfico y guerrilleros “de poca monta”, como lo expresara alguien en algún momento, por parte de la justicia venezolana a la justicia colombiana? La Habana no podía darse el lujo de perder la manguera de petróleo y la posibilidad de perder el dominio de las mal llamadas izquierdas en Latinoamérica y lo mejor era dejar las cosas del tamaño a que habían llegado y no perder el chorro y otras cosas por dos gotas más.
Ulises R. Rico Olivero
Barranquilla, Colombia
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