El general y sus guerras
El príncipe Harry de Gran Bretaña recibe el premio al Liderazgo
Humanitario de manos del ex secretario de Estado Coliin Powell, el
pasado 7 de mayo.
Jorge Ramos
El general Colin Powell quería hablar de su libro pero yo, también,
quería hablar de la guerra. Acaba de escribir un nuevo libro – It Worked For Me
(Esto Me Funcionó a Mí)- que está lleno de las lecciones que ha
aprendido en la vida y en su carrera como soldado, general de cuatro
estrellas, secretario de Estado y asesor de múltiples presidentes. Sin
embargo, había que preguntarle sobre el poder y la muerte a quien ha
participado en varias guerras: Vietnam, Golfo Pérsico, Irak y
Afganistán.
Powell es un hombre profundamente religioso. Pero la Biblia dice “no matarás”. ¿Cómo justifica sus creencias religiosas cuando, como soldado, mata o da la orden de matar? “Desafortunadamente, a lo largo de nuestra historia, nos hemos encontrado en situaciones en que, a pesar de la Biblia o el Corán, es necesario usar la fuerza para protegernos, para proteger nuestros valores y destruir el mal”, me dijo en una entrevista via satélite desde Washington. “No me gusta la guerra. Pero sé como pelear en guerras. Fue con poderío militar que derrotamos a Hitler.”
En su libro Powell cuenta el terrible miedo a morir que sintió en combate durante la Guerra de Vietnam en 1963. Pero ¿mató él a alguien en combate? “Estoy seguro que fui responsable por la muerte de gente en combate. Me defendí. Y cuando tuve un rango militar más alto, ordené misiones de bombardeo. Hice lo que fue necesario para proteger a nuestras tropas y lograr nuestros objetivos”, reflexionó. “Siempre tengo en mente que la guerra trae muerte en los dos lados y que hay padres y madres que lloran por sus hijos en ambos lados de la batalla”.
El general retirado, de 75 años de edad, escribe que su “concepto de la doctrina Powell comienza con la premisa de que la guerra se debe evitar”. Sin embargo, durante su tristemente célebre discurso ante Naciones Unidas el 5 de febrero del 2003, Powell justificó la guerra contra Irak asegurando (equivocadamente) ante el mundo que el líder Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Es más, en ese momento Estados Unidos ya no permitió que inspectores de Naciones Unidas terminarán su trabajo en Irak. Los primeros bombardeos comenzaron poco después.
“Pero los datos estaban equivocados, general’’, le dije. “Usted sabe que los datos estaban equivocados’’
. “Sí, sé que los datos estaban equivocados”, reconoció
“Y no puede culpar a analistas o a políticos por darle la información equivocada. Saddam Hussein no tenía armas de destrucción masiva,” insistí.
“Eso yo no lo sabía”, me contestó. “Tampoco lo sabían nuestros servicios de inteligencia… Te equivocas al decir que ignoramos los datos. Los datos que teníamos de nuestros servicios de inteligencia decían que (Saddam Hussein) tenía armas de destrucción masiva”.
Pero no las tenía. Más de 4,400 soldados norteamericanos han muerto en esa guerra y más de 100 mil civiles iraquíes han perdido la vida, según varios cálculos.
Antes de retirarse, Colin Powell fue tan popular que muchos pensaron que podría haber sido el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos. Pero eso no le interesaba. “Yo no quería eso. No tomé esa decisión. Yo elegí quedarme con mi vida privada y buscar otras maneras de ayudar a mi país”.
A pesar de ser un republicano moderado, Powell apoyó públicamente la campaña presidencial de Barack Obama en el 2008. Pero está vez aún no decide qué hacer. “Tengo la obligación de escuchar también a Mitt Romney’’, me explicó.
Contrario a muchos líderes republicanos, Powell está a favor del Dream Act –“apoyó mucho este programa”– que legalizaría a estudiantes indocumentados y apoyó, junto con el ex presidente George W. Bush, una reforma migratoria (que no pasó por falta de votos en el Congreso).
Powell está en Facebook y en Twitter, es (según una investigación de un diario londinense) un pariente lejano de la fallecida princesa Diana –“es una relación que data unos 500 años”– y en su tiempo libre le gusta arreglar autos viejos, Volvo de preferencia.
Este hijo de inmigrantes de Jamaica que lo ha hecho casi todo en la política y en la guerra no tiene asuntos pendientes. Esa es su filosofía. “Cuando decides irte, vete. No te quedes viendo hacia atrás. Siempre ve hacia delante.”
Powell es un hombre profundamente religioso. Pero la Biblia dice “no matarás”. ¿Cómo justifica sus creencias religiosas cuando, como soldado, mata o da la orden de matar? “Desafortunadamente, a lo largo de nuestra historia, nos hemos encontrado en situaciones en que, a pesar de la Biblia o el Corán, es necesario usar la fuerza para protegernos, para proteger nuestros valores y destruir el mal”, me dijo en una entrevista via satélite desde Washington. “No me gusta la guerra. Pero sé como pelear en guerras. Fue con poderío militar que derrotamos a Hitler.”
En su libro Powell cuenta el terrible miedo a morir que sintió en combate durante la Guerra de Vietnam en 1963. Pero ¿mató él a alguien en combate? “Estoy seguro que fui responsable por la muerte de gente en combate. Me defendí. Y cuando tuve un rango militar más alto, ordené misiones de bombardeo. Hice lo que fue necesario para proteger a nuestras tropas y lograr nuestros objetivos”, reflexionó. “Siempre tengo en mente que la guerra trae muerte en los dos lados y que hay padres y madres que lloran por sus hijos en ambos lados de la batalla”.
El general retirado, de 75 años de edad, escribe que su “concepto de la doctrina Powell comienza con la premisa de que la guerra se debe evitar”. Sin embargo, durante su tristemente célebre discurso ante Naciones Unidas el 5 de febrero del 2003, Powell justificó la guerra contra Irak asegurando (equivocadamente) ante el mundo que el líder Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Es más, en ese momento Estados Unidos ya no permitió que inspectores de Naciones Unidas terminarán su trabajo en Irak. Los primeros bombardeos comenzaron poco después.
“Pero los datos estaban equivocados, general’’, le dije. “Usted sabe que los datos estaban equivocados’’
. “Sí, sé que los datos estaban equivocados”, reconoció
“Y no puede culpar a analistas o a políticos por darle la información equivocada. Saddam Hussein no tenía armas de destrucción masiva,” insistí.
“Eso yo no lo sabía”, me contestó. “Tampoco lo sabían nuestros servicios de inteligencia… Te equivocas al decir que ignoramos los datos. Los datos que teníamos de nuestros servicios de inteligencia decían que (Saddam Hussein) tenía armas de destrucción masiva”.
Pero no las tenía. Más de 4,400 soldados norteamericanos han muerto en esa guerra y más de 100 mil civiles iraquíes han perdido la vida, según varios cálculos.
Antes de retirarse, Colin Powell fue tan popular que muchos pensaron que podría haber sido el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos. Pero eso no le interesaba. “Yo no quería eso. No tomé esa decisión. Yo elegí quedarme con mi vida privada y buscar otras maneras de ayudar a mi país”.
A pesar de ser un republicano moderado, Powell apoyó públicamente la campaña presidencial de Barack Obama en el 2008. Pero está vez aún no decide qué hacer. “Tengo la obligación de escuchar también a Mitt Romney’’, me explicó.
Contrario a muchos líderes republicanos, Powell está a favor del Dream Act –“apoyó mucho este programa”– que legalizaría a estudiantes indocumentados y apoyó, junto con el ex presidente George W. Bush, una reforma migratoria (que no pasó por falta de votos en el Congreso).
Powell está en Facebook y en Twitter, es (según una investigación de un diario londinense) un pariente lejano de la fallecida princesa Diana –“es una relación que data unos 500 años”– y en su tiempo libre le gusta arreglar autos viejos, Volvo de preferencia.
Este hijo de inmigrantes de Jamaica que lo ha hecho casi todo en la política y en la guerra no tiene asuntos pendientes. Esa es su filosofía. “Cuando decides irte, vete. No te quedes viendo hacia atrás. Siempre ve hacia delante.”
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