¿Y ahora, qué harán Vázquez y López con el problema que crearon?
- ¿Cuál será el efecto de esta “primavera” que algunos cursis equiparan con la vista en algunos países árabes hace meses para derribar a tiranos?
Ángel Verdugo
Las noticias del desarrollo de las
campañas por la Presidencia, confirman lo que varios pronosticamos;
estamos ante una de las situaciones más bizarras que pudimos imaginar
para una democracia.
Dos partidos, uno en el gobierno y otro en la oposición, se aliaron abiertamente; no para promover que el que gobierna permanezca y premie –una vez obtenida la victoria– con puestos y responsabilidades en la estructura gubernamental al que lo habría ayudado –como sería lógico suponer y esperar en una democracia–, sino para impedir que otro que está en la oposición desde hace 12 años, llegue al poder en un recambio que expresaría, simplemente, el deseo legítimo del elector.
Los recursos de los cuales han echado mano aquellos dos partidos, no pasan por un compromiso abierto en cuanto a plataformas y programas de gobierno; sin embargo, sí pasa por la manipulación de quienes arrogándose un conocimiento que no tienen de la realidad del país y de lo vivido estos últimos 50 o 60 años, se adjudican hoy una tarea que no les corresponde y para la cual, no están preparados.
Una parte muy pequeña de los estudiantes universitarios se ha prestado, por la ingenuidad política propia de la pequeña burguesía urbana combinada con la idea errónea de que ese sector es el que decide la suerte de todo movimiento social, a “tomar las calles” para concretar lo que no se logra con gritos y pancartas carentes muchos, de lógica y sentido político.
¿Cuál será el efecto de esta “primavera” que algunos cursis equiparan con la vista en algunos países árabes hace meses para derribar, ahí sí, a verdaderos tiranos y déspotas? ¿En verdad creen las mentiras que expresan Vázquez y López en relación con su “despertar democrático”? ¿Acaso toman en serio las mentiras de Jesús Zambrano, de quien por su pasado jamás pensé llegaría a mentir con un cinismo –“Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”–, que lo degrada?
¿Serán tan inocentes los grupitos de marchantes que con smartphones en mano lanzan grititos destemplados que “se ven y oyen cañón, güey, cañón, güey”, van a cambiar el resultado de la elección para evitar regrese lo que ni idea tienen qué significa?
La victoria de Peña, aunque moleste debe decirse, no pasa por las universidades; menos por estas manifestaciones más cercanas a un viejo happening que a una lucha política organizada y con objetivos políticos claros.
La realidad que se ha venido conformando desde hace por lo menos 40 años y el modelo educativo universitario correspondiente, no le asignan a las universidades –si alguna vez la tuvieron–, la tarea de “formar los cuadros políticos que harán la revolución”.
Por encima de lo cursi que esto suene, era la base de la racionalidad política hace 50 años; hoy, aunque nos disguste, aquello carece de sentido. La economía de mercado y globalidad, vía única para sacar de la miseria y marginación a millones, generó cambios profundos entre los cuales está el papel actual de las
universidades.
En unas cuantas semanas, los actuales “marchista-leninistas” recordarán su activismo como anécdota la cual, ya lo verán, sólo servirá para la plática alcoholizada en el antro porque, “eso sí güey, estuvieron cañón, güey, cañón, güey”.
Dos partidos, uno en el gobierno y otro en la oposición, se aliaron abiertamente; no para promover que el que gobierna permanezca y premie –una vez obtenida la victoria– con puestos y responsabilidades en la estructura gubernamental al que lo habría ayudado –como sería lógico suponer y esperar en una democracia–, sino para impedir que otro que está en la oposición desde hace 12 años, llegue al poder en un recambio que expresaría, simplemente, el deseo legítimo del elector.
Los recursos de los cuales han echado mano aquellos dos partidos, no pasan por un compromiso abierto en cuanto a plataformas y programas de gobierno; sin embargo, sí pasa por la manipulación de quienes arrogándose un conocimiento que no tienen de la realidad del país y de lo vivido estos últimos 50 o 60 años, se adjudican hoy una tarea que no les corresponde y para la cual, no están preparados.
Una parte muy pequeña de los estudiantes universitarios se ha prestado, por la ingenuidad política propia de la pequeña burguesía urbana combinada con la idea errónea de que ese sector es el que decide la suerte de todo movimiento social, a “tomar las calles” para concretar lo que no se logra con gritos y pancartas carentes muchos, de lógica y sentido político.
¿Cuál será el efecto de esta “primavera” que algunos cursis equiparan con la vista en algunos países árabes hace meses para derribar, ahí sí, a verdaderos tiranos y déspotas? ¿En verdad creen las mentiras que expresan Vázquez y López en relación con su “despertar democrático”? ¿Acaso toman en serio las mentiras de Jesús Zambrano, de quien por su pasado jamás pensé llegaría a mentir con un cinismo –“Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”–, que lo degrada?
¿Serán tan inocentes los grupitos de marchantes que con smartphones en mano lanzan grititos destemplados que “se ven y oyen cañón, güey, cañón, güey”, van a cambiar el resultado de la elección para evitar regrese lo que ni idea tienen qué significa?
La victoria de Peña, aunque moleste debe decirse, no pasa por las universidades; menos por estas manifestaciones más cercanas a un viejo happening que a una lucha política organizada y con objetivos políticos claros.
La realidad que se ha venido conformando desde hace por lo menos 40 años y el modelo educativo universitario correspondiente, no le asignan a las universidades –si alguna vez la tuvieron–, la tarea de “formar los cuadros políticos que harán la revolución”.
Por encima de lo cursi que esto suene, era la base de la racionalidad política hace 50 años; hoy, aunque nos disguste, aquello carece de sentido. La economía de mercado y globalidad, vía única para sacar de la miseria y marginación a millones, generó cambios profundos entre los cuales está el papel actual de las
universidades.
En unas cuantas semanas, los actuales “marchista-leninistas” recordarán su activismo como anécdota la cual, ya lo verán, sólo servirá para la plática alcoholizada en el antro porque, “eso sí güey, estuvieron cañón, güey, cañón, güey”.
1 comentario:
Ángel Verdugo, como te comenté hace varios meses, aunque en Excélsior curiosamente borraron mi comentario, quiero reiterarte mi sincera felicitación por tu artículo. Ahora por favor, te pido que pases a mis oficinas en el CEN del PRI a recoger la torta de aguacate y el "chesco" de mandarina que te prometí. Te los ganaste a pulso. Cuando vuelvas a escribir otro artículo de estos, te entregaré tu despensa con tu kilo de Maseca y tu litro de aceite "Capullo" (sin agraviar). Vas bien, vas bien.
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