05 junio, 2012

De Yarrington a la CNTE: ¿impunidad?

Jorge Fernández Menéndez

Tres adversarios, tres desafíos, tres problemas que atenazan a los partidos. El primero es el caso Yarrington. La investigación sobre el ex gobernador de Tamaulipas sigue avanzando por dos vertientes: por una parte, el mecanismo de lavado de dinero y la utilización de testaferros, lo que estaría involucrando al también ex gobernador Eugenio Hernández y, por otra parte, además de todo lo anterior, la conexión política que se deriva de todo el caso, incluido el asesinato del candidato Rodolfo Torre Cantú.


Mientras siguen creciendo las cifras de propiedades y recursos detectados al ex gobernador Yarrington, que estarían superando los 50 millones de dólares y la red de lavado, incluida la utilización de por lo menos tres empresas inmobiliarias, en el tema político estarían apareciendo en la superficie, no sólo personajes del pasado, sino también del presente: dos estarían en la mira por su vieja relación con Yarrington: Baltazar Hinojosa, hoy coordinador de la zona Pacífico en la campaña de Enrique Peña Nieto, y Homero Díaz, paradójicamente responsable del Consejo de Disciplina que suspendió en sus derechos como militante a Yarrington hace unos pocos días. Hinojosa fue presidente municipal de Matamoros y subsecretario de Finanzas y luego de Desarrollo Social de Yarrington, como parte de una larga carrera política y administrativa. Homero Díaz fue, entre otras cosas, la mano derecha de Yarrington desde la Secretaría de Gobierno del estado. Fue nombrado en la comisión de disciplina partidaria por Humberto Moreira. El 28 de junio, exactamente un día después de que concluyan las campañas y cuando los candidatos y los partidos tendrán que estar ya en un periodo de silencio preelectoral, será el segundo aniversario de la muerte de Rodolfo Torres Cantú.
Otro tema que tiene nerviosos a los partidos es el de las declaraciones de Vicente Fox. En realidad, en términos electorales, las declaraciones del ex presidente son desafortunadas, pero políticamente no están desencaminadas. Lo que dijo Fox fue que, si hay indicios claros de un ganador, se le debe apoyar; no llamó a votar por él, y el PAN tiene en ese sentido que pelear por consolidarse en el segundo lugar. Es una reflexión que no está pensada para el 1 de julio sino en los seis años posteriores. Por supuesto que, como hemos dicho aquí en otras oportunidades, creo que Fox está pensando en ese futuro, viéndose como un interlocutor válido desde el panismo con la futura administración, si es que ésta queda en manos de Peña Nieto. No comprender que en el PAN ya ha comenzado la lucha por el control del partido, terminada la administración calderonista, es no entender cómo están los equilibrios en el  albiazul.
Más allá: eso que se ha dicho de demandar la expulsión del ex presidente Fox por sus declaraciones es, lisa y llanamente, una estupidez. Los costos para el PAN serían monumentales, antes y después de las elecciones. Por cierto, no le fue mal a Josefina en la Ibero; su discurso fue claro y sus posiciones, incluso sobre Fox o Elba Esther Gordillo, precisas. No resultó, como algunos pensaban (o esperaban), su Waterloo.
Tercero. La liga del conflicto magisterial no puede seguir estirándose sin que se rompa. Las acciones de los integrantes de la Coordinadora no dejan margen para nada. Sus bloqueos, su rechazo total a la evaluación y a la prueba ENLACE, su pretensión de que se eche atrás la llamada alianza para la educación sólo tiene un objetivo: no sólo que no haya evaluación alguna sino mantener algo de lo poco que se logró con esa alianza y que ya se está cumpliendo en buena parte del país, lo de que no se puedan heredar plazas en el magisterio. Las pruebas se han suspendido en Oaxaca por la presión magisterial y ante un gobierno local que ya ha concedido todo lo posible (incluida la cabeza de los tres principales funcionarios del área educativa). Si las pruebas se hubieran llevado a cabo, hubiéramos comprobado, una vez más, que los alumnos que dependen de la Sección 22 son los que reciben la peor educación, los que tienen menores conocimientos, los que tienen menos días de clase, los que, siendo de los más pobres del país, tendrán las menores oportunidades de superación porque un grupo sindical sigue pensando que movilizar (para el beneficio de sus líderes) es también una forma de educar. Son los mismos señores que recurren a cada rato a la violencia, los que están estrangulando política y económicamente a todo un estado y una ciudad por una agenda que no tiene nada que ver con la educación ni con los derechos de los maestros. Lo que quieren son  recursos, poder e impunidad. Es nada más una forma de extorsionar que no se diferencia demasiado ni siquiera de las formas que usan los grupos de la delincuencia organizada. ¿Lo seguirán tolerando los partidos y los candidatos?

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