Chávez: sus dos riesgos
La Prensa, Buenos Aires
El bolivariano Hugo Chávez tiende a
minimizar los riesgos en torno de su quebrantada salud personal con el
empeño de cualquier paciente probado en las aguas de la no depresión.
Claro que en su caso esto ha sido posible merced a una voluntad a prueba
de balas, obviamente alimentada por elevadas dosis de paranoia y
forzada autoestima. ¿Será verdad que cree que Dios ‘no lo debe
abandonar’ hasta que el día en que culmine su, para él, elevada misión
en el mundo?
Pero tanto el voluntarismo (con reales o
imaginados brotes de narcisismo) que le es propio, como las
consecuencias de carácter político por lo autorreferencial como
impedimento para el logro de una pizca de objetividad en la toma de
decisiones, fueron gestando en su despliegue signos negativos, para sí y
para los otros.
Es que sus descuidos, cargados de
fallida omnipotencia, ¿le están pasando facturas de carácter
exclusivamente médico, o hay algo más, por ejemplo, de tipo político en
relación con el decisivo acto electoral del 7 de octubre próximo? Los
riesgos que hoy afronta -seguro y más allá de una explicitación de mayor
o menor virulencia- ya mismo están presentes en su horizonte.
Para una mejor comprensión del carácter
de encrucijada que el líder fue gestando tras trece años de gobierno,
resulta útil apelar a un testimonio sobre un segundo riesgo. Veamos.
El periodista argentino Eduardo
Aliverti, un intelectual que suele aprobar la marcha venezolana desde la
irrupción golpista del comandante de origen militar en el poder, acaba
de regresar de Caracas con aires de preocupación más o menos explícita,
remarcando que esa sociedad le debe mucho a Chávez (aunque) “eso no es
suficiente para ganar como se debe”.
Y agrega: “las medias tintas no existen:
es para adelante o inexorablemente para atrás, y para atrás es fascismo
con ropaje republicano”, en obvia referencia a un no descartado (al
menos mecánicamente) buen desempeño y hasta éxito opositor en la persona
de Henrique Capriles.
El articulista añade que el creador de
la imagen de un supuesto socialismo del siglo XXI “es un presidente sin
sucesor posible” que sigue despertando un amor masivo, aún cuando haya
gente de clase media, y aún de sectores populares, que no encuentran
salida a “los niveles de corrupción, burocracia, anquilosamiento,
inseguridad, inflación, en el orden que quiera dársele a esos factores”.
Una carga quejosa del autor apunta a una
descripción poco amigable de un perfil de indecisos -preponderantemente
de clase media- capaces de no distinguir sus propios intereses,
haciendo las veces de arcilla operable por parte de la Casa Blanca, “el
verdadero enemigo”.
Sobre Capriles Radonski, (¿en línea con
los sentimientos pro iraníes y antisemitas de los socios de Chávez, al
estilo Ahmadineyad?), Aliverti subraya que sería un ‘derechista’ como
“versión desmejorada de Mauricio Macri”, aún cuando el candidato haya
levantado banderas propias de la socialdemocracia.
Y si bien el opinante sostiene que cerca
del jefe caribeño nadie reconoce que exista racionalidad en vislumbrar
la derrota, él cree que “sería injusto que pierda”. No obstante, citando
una fuente identificada como presuntamente cercana al chavismo,
transcribe una opinión en la que se caracteriza a la sociedad de aquél
país como “malcriada” y “de relación laxa con las obligaciones
laborales, acostumbrada a que el Estado es principio y fin y no un
compromiso de ida y vuelta”.
Es en tal sentido que Aliverti se juega a
favor de la tesis según la cual el fenómeno de Chávez, en cierto
sentido, se dio como milagro parcialmente solitario, por estar “rodeado
por una estructura que podrá serle afín en términos de declamación, pero
imbuida de todos los vicios pequeñoburgueses habidos y por haber”. El
resultado del 7 de octubre -dramatiza el periodista- tendría alcance
continental.
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