El país del chanchullo
Renato Consuegra
El
sistema legal y político de México está hecho de tal forma que prive el
chanchullo, la marrullería, la confabulación, la manipulación y el contubernio
por sobre la veracidad, la legalidad y la buena fe. Es decir, para que el más avezado, cínico o inescrupuloso
triunfe. Raros son los casos donde realmente hay justicia, así,
a secas.
Desde
la Constitución de 1917 hubo inconsistencias que si bien se pudieron remediar,
en las reformas posteriores se acrecentaron y desde el llamado "triunfo de
la revolución", se ahondaron para conveniencia y beneficio de los
vencedores.
Recuerdo
que en una plática con algunos reporteros y columnistas once años atrás,
Alejandro Gertz Manero, profundo conocedor del sistema político y legal de
nuestro país, respondió a una pregunta de un servidor sobre la justicia en
México, la que dijo, si existe, pero
sólo para el poder político y económico, de tal forma que ésta
se obtiene o no, de acuerdo con el grado, nivel o cantidad de poder que se
puede acumular para la hora de dirimir alguna diferencia.
Platico
esto porque hoy la élite del PRD se queja, agrede, lanza a sus huestes menos informadas o fanáticas contra
las instituciones, contra todo aquel que no esté de su lado, y ni qué decir,
muchas ocasiones contra quienes simplemente difieren de sus apreciaciones.
Los
fanáticos de López Obrador pretenden que se aplique la justicia a lo López
Obrador, es decir, la suya y punto.
Empero,
la elite que hoy dirige y gobierna al PRD y los partidos que lo acompañan, que
son los principales asesores, impulsores y creadores de López Obrador,
participaron en la construcción de ese monstruo informe que son hoy las leyes y
reglamentos hechos para el poder político y económico cuando
"militaron" en el PRI.
Manuel
Camacho Solís, Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Monreal, Manuel Bartlett,
Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Dante Delgado y hasta el propio López
Obrador fueron parte de ese
sistema corrupto para el que mantener el poder era y es lo más importante y
para ello hicieron las leyes como hoy están, con sus rendijas por dónde
escapar.
Hoy
queda para ellos recordar aquella sentencia de Luis Cabrera cuando desde la
Cámara de Diputados acusó a un grupo de políticos contrarios de ladrones,
quienes le respondieron que lo probara, a lo que la contestación del ex
ministro de Hacienda de Venustiano Carranza fue: "los acuso de corruptos, no de pendejos".
Todos
ellos han sido beneficiarios de ese sistema legal informe que impide generar
equilibrios al poder. Hoy Andrés Manuel López Obrador ya no recuerda que su
candidatura a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en el año 2000 fue
aprobada como parte
de una negociación política y no de una decisión legal, ya que
incumplía los requisitos de residencia en la capital del país para poderla
gobernar.
La
falta de transparencia ha acompañado a López Obrador desde los momentos en que
uno de los brazos del poder político le abrió las puertas de la capital para
sus marchas y plantones, subvencionando sus largas estadías en el Zócalo con
cientos de personas; tampoco revela quién le dio y como parte de qué acuerdo,
las cajas con los documentos originales de los gastos de campaña de Roberto
Madrazo.
Mucho
menos se conocen las cantidades de recursos utilizados por la construcción del
mal llamado segundo piso ni los gastos en comunicación social cuando gobernó el
DF, como tampoco de
dónde salieron los miles de millones de pesos utilizados durante su campaña y
movilizaciones durante los seis años anteriores. Un cruce de
estos datos, probablemente destacaría que honesto, honesto como se dice, no lo
es.
Para
exigir congruencia y honestidad hay que ser congruentes y honestos.
López
Obrador y los suyos se han negado a desmantelar el sistema corrupto que existe
en el país porque sólo siendo parte de él pueden obtener las prebendas que
ofrece. De otra forma estarían fuera de la jugada política y la lucha por el
poder.
El
tabasqueño y sus seguidores tuvieron seis años para sostener una verdadera
lucha de oposición para tratar de cambiar las reglas del juego, un juego más
justo, más equilibrado, más democrático, pero pensaron que el nivel del
artimañas suyas sería mayor a las del PRI, que en todos estos años se dedicó a
socavar al gobierno de Felipe Calderón.
López
Obrador y la mal
llamada "izquierda" dejaron de lado el
fortalecimiento de las instituciones y la construcción de una verdadera vía
democrática.
Hoy
pagan las consecuencias, como lo haremos la mayoría de los mexicanos, salvo que
hagamos lo que nos corresponde como ciudadanos, lejos del contubernio político.
Hace
tiempo quiero dejar de vivir en el país del chanchullo.
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