Jorge Fernández Menéndez
“Tenemos Presidente”, “ganó el mejor” escribió ayer en su blog el ex presidente Vicente Fox. El lunes, Manuel Espino,
con un grupo de correligionarios, tuvo una larga y muy festejada
celebración en un restaurante de Polanco, en el DF. Festejaban,
obviamente, la derrota del que fue su partido hasta hace unas semanas,
el PAN. Mientras tanto, Jorge Castañeda declaraba que le alegraba la derrota del PAN y de Felipe Calderón,
como una suerte de castigo por la guerra contra el narcotráfico y sus
consecuencias. En otras palabras era, por si faltaban datos adicionales,
la ruptura definitiva del foxismo con el PAN y sobre todo con el
calderonismo.
La jornada electoral del domingo tuvo altos costos para el PAN: perdió la Presidencia; dos estados clave como Morelos y Jalisco; León, donde la influencia de Fox para el “voto útil” fue determinante, y quedó como tercera fuerza en la Cámara de Diputados, aunque logró posicionarse un poco mejor en el Senado, donde quedó como segunda. A partir del primero de septiembre el PAN tendrá 117 diputados y 38 senadores.
Mientras Fox festejaba el triunfo de su candidato, “el mejor”, que era Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota aparecía el mismo domingo, en cuanto se conocieron los resultados de los exit polls, a reconocer el triunfo de Peña Nieto, pero también dejaba llegar el mensaje de que había sido abandonada por unos y traicionada por otros, en particular por el propio Fox. El presidente Calderón entraba en una cadena nacional inmediatamente después de que el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés, diera los resultados del conteo rápido, confirmando el triunfo de Peña Nieto, para felicitar al ganador y recordarle a los panistas que “no hay derrotas para siempre”.
El PAN ha sufrido una derrota similar, quizás más profunda en números y posiciones que la que vivió el PRI hace 12 años. Y está reaccionando igual. En aquella oportunidad, Dulce María Sauri, que era la presidenta del partido tricolor, fue mantenida en esa posición mientras concluía su mandato, se realizaban los amarres internos y se trataba de cerrar las heridas del proceso electoral. Un partido que había quedado marcado, además y en otro signo de similitud con lo que vivió este año el PAN, por la contienda interna que en 1999 mantuvieron Francisco Labastida y Roberto Madrazo: el primero se quedó con la candidatura, pero el costo del proceso interno lo pagó, entre otros, en la elección presidencial, que le ganó Vicente Fox por seis puntos. Gustavo Madero no tuvo un buen desempeño en la campaña electoral: cometió errores y muchos en el entorno de Josefina creen que no acompañó adecuadamente a la candidata ni tampoco operó para evitar que la confrontación interna llegara a un punto tan alto que desgastara a la que sería a la postre la ganadora.
Es verdad que no es suya (como no lo fue de Sauri en 2000) toda la responsabilidad: para la derrota panista se conjugaron varios otros factores, desde los errores del calderonismo, que tardó tanto en aceptar que la candidata sería Josefina porque eso estaban mostrando desde semanas atrás las encuestas, hasta Josefina y su equipo, que se aislaron y comenzaron a desconfiar hasta de sus compañeros de partido. Si Josefina no tuvo todo el apoyo que esperaba del calderonismo, también se debe reconocer que durante semanas su equipo se empeñó en tomar distancia con las políticas del Presidente en lugar de asumirlas.
El tema de la continuidad, sin que significara continuismo, nunca fue plenamente explicado en la campaña ni mucho menos comprendido por la ciudadanía el concepto de la diferencia. El presidente Calderón tenía 45% de aceptación: esa era una base suficiente para impulsar una campaña presidencial. Muchos, en la Ciudad de México y en otros puntos del país, condenan, por ejemplo, la lucha de la actual administración contra la delincuencia organizada, pero lo cierto es que en muchos de los estados del país donde más se ha sufrido el embate de la delincuencia, incluso donde los gobiernos locales han hecho su tarea, Josefina hizo una buena elección, ya que esa lucha es valorada por sociedades que han sufrido el ataque del crimen. Cuando Josefina rectificó la línea para el segundo debate y en el tramo final de su campaña, recuperó presencia y puntos, pero ya era muy tarde.
El foxismo, ahora inevitablemente fuera del PAN, intentó jugar esas cartas desde afuera, apoyando paradójicamente al partido que Fox había sacado de Los Pinos y enfrentándose con Calderón. En contraparte, Josefina, antes de la reunión que mantuvo la plana mayor del panismo en Los Pinos el martes, anunció que intentará construir un movimiento social, que trascienda al PAN, con la base que le dan 12 millones de electores. Lo que suceda en el futuro dependerá, en mucho, de lo que el panismo haga en el Congreso, porque ahí estará su principal fuente de poder: y hay que recordar que en el PAN las coordinaciones parlamentarias son designadas por la presidencia del partido.
La jornada electoral del domingo tuvo altos costos para el PAN: perdió la Presidencia; dos estados clave como Morelos y Jalisco; León, donde la influencia de Fox para el “voto útil” fue determinante, y quedó como tercera fuerza en la Cámara de Diputados, aunque logró posicionarse un poco mejor en el Senado, donde quedó como segunda. A partir del primero de septiembre el PAN tendrá 117 diputados y 38 senadores.
Mientras Fox festejaba el triunfo de su candidato, “el mejor”, que era Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota aparecía el mismo domingo, en cuanto se conocieron los resultados de los exit polls, a reconocer el triunfo de Peña Nieto, pero también dejaba llegar el mensaje de que había sido abandonada por unos y traicionada por otros, en particular por el propio Fox. El presidente Calderón entraba en una cadena nacional inmediatamente después de que el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés, diera los resultados del conteo rápido, confirmando el triunfo de Peña Nieto, para felicitar al ganador y recordarle a los panistas que “no hay derrotas para siempre”.
El PAN ha sufrido una derrota similar, quizás más profunda en números y posiciones que la que vivió el PRI hace 12 años. Y está reaccionando igual. En aquella oportunidad, Dulce María Sauri, que era la presidenta del partido tricolor, fue mantenida en esa posición mientras concluía su mandato, se realizaban los amarres internos y se trataba de cerrar las heridas del proceso electoral. Un partido que había quedado marcado, además y en otro signo de similitud con lo que vivió este año el PAN, por la contienda interna que en 1999 mantuvieron Francisco Labastida y Roberto Madrazo: el primero se quedó con la candidatura, pero el costo del proceso interno lo pagó, entre otros, en la elección presidencial, que le ganó Vicente Fox por seis puntos. Gustavo Madero no tuvo un buen desempeño en la campaña electoral: cometió errores y muchos en el entorno de Josefina creen que no acompañó adecuadamente a la candidata ni tampoco operó para evitar que la confrontación interna llegara a un punto tan alto que desgastara a la que sería a la postre la ganadora.
Es verdad que no es suya (como no lo fue de Sauri en 2000) toda la responsabilidad: para la derrota panista se conjugaron varios otros factores, desde los errores del calderonismo, que tardó tanto en aceptar que la candidata sería Josefina porque eso estaban mostrando desde semanas atrás las encuestas, hasta Josefina y su equipo, que se aislaron y comenzaron a desconfiar hasta de sus compañeros de partido. Si Josefina no tuvo todo el apoyo que esperaba del calderonismo, también se debe reconocer que durante semanas su equipo se empeñó en tomar distancia con las políticas del Presidente en lugar de asumirlas.
El tema de la continuidad, sin que significara continuismo, nunca fue plenamente explicado en la campaña ni mucho menos comprendido por la ciudadanía el concepto de la diferencia. El presidente Calderón tenía 45% de aceptación: esa era una base suficiente para impulsar una campaña presidencial. Muchos, en la Ciudad de México y en otros puntos del país, condenan, por ejemplo, la lucha de la actual administración contra la delincuencia organizada, pero lo cierto es que en muchos de los estados del país donde más se ha sufrido el embate de la delincuencia, incluso donde los gobiernos locales han hecho su tarea, Josefina hizo una buena elección, ya que esa lucha es valorada por sociedades que han sufrido el ataque del crimen. Cuando Josefina rectificó la línea para el segundo debate y en el tramo final de su campaña, recuperó presencia y puntos, pero ya era muy tarde.
El foxismo, ahora inevitablemente fuera del PAN, intentó jugar esas cartas desde afuera, apoyando paradójicamente al partido que Fox había sacado de Los Pinos y enfrentándose con Calderón. En contraparte, Josefina, antes de la reunión que mantuvo la plana mayor del panismo en Los Pinos el martes, anunció que intentará construir un movimiento social, que trascienda al PAN, con la base que le dan 12 millones de electores. Lo que suceda en el futuro dependerá, en mucho, de lo que el panismo haga en el Congreso, porque ahí estará su principal fuente de poder: y hay que recordar que en el PAN las coordinaciones parlamentarias son designadas por la presidencia del partido.
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