19 julio, 2012

HSBC, niño malo


HSBC, niño malo

Enrique Campos Suárez

Ahora nos enteramos de que la CNBV sabía desde el 2002 que HSBC en México lavaba dinero al crimen. Quedó claro que saberlo no implicó actuar.

 
El escándalo surge, otra vez, en Estados Unidos. Los funcionarios bancarios levantan la mano derecha y juran decir la verdad y nada más que la verdad, y se disculpan. Las autoridades mexicanas aseguran que tienen 10 años de saber el tamaño del pecado.
 
El escándalo de lavado de dinero que involucra al banco inglés The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC) parece, hasta ahora, que terminará en hacerlos extender la manita y, con una regla de madera, les darán tres leves golpecitos en la palma de la mano mientras las autoridades repiten: niño malo, niño malo.



Sería muy lamentable que tantos años de blanquear capitales para el narcotráfico, el terrorismo y otras manifestaciones del crimen organizado terminen en acciones pobres de la autoridad.


Hasta ahora, la renuncia de David Bagley, jefe del Departamento de Control del HSBC, fue, más que una separación, un reacomodo de funciones dentro del banco. O lo que es lo mismo, un cambio cosmético.


Para que una institución de este tipo entienda, hace falta algo más que un regaño público, hay que darles donde más les duele: en el bolsillo. Una multa de ésas que toman niveles históricos hace entender a cualquier negocio que tiene que cuidar sus prácticas.


Otra vez, las autoridades se apresuran a decir que son necesarios cambios regulatorios para evitar este tipo de prácticas. Lo que no es otra cosa que la típica reacción mediática para tranquilizar a la enojada y preocupada opinión pública, que pronto estará en algún otro asunto.


Esto ya lo vivimos varias veces en Estados Unidos durante los últimos años. Durante 1998, tras la Operación Casablanca, varios funcionarios bancarios mexicanos se fueron a la cárcel y se reforzaron los mecanismos de control de flujo de recursos.


Después, llegó el 11 de septiembre del 2001. Se determinó que uno de los facilitadores del terrorismo era el sistema financiero, que permitía su financiamiento. Se adoptaron reglas que con el tiempo se relajaron.


La siguiente ola regulatoria fuerte del sistema financiero estadounidense y mundial llegó con la Gran Recesión. Tras todas las triquiñuelas de los grupos financieros con las hipotecas subprime y los instrumentos creativos que causaron la crisis financiera estadounidense, juraron en aquel país que ya los habían saqueado, pero que no los volverían a saquear.


Ahora que frente a sus narices hay evidencias del punto clave del combate al crimen: el dinero.


Y es que realmente de nada sirve que México despliegue a policías federales, militares y hasta marinos para combatir al crimen organizado, si estos delincuentes encuentran dos piezas clave para mantener su actividad: la impunidad y el lavado de dinero.


Detener a miles de delincuentes sirve de poco si la gran mayoría encuentra en las avenidas de la impunidad la salida rápida de la cárcel. Decomisar cargamentos de drogas o algunos bienes es irrelevante frente a la realidad de que se blanquean miles de millones de dólares.


¿Por qué ser tan pesimistas sobre las posibilidades de que este escándalo sea el punto de inflexión para combatir el verdadero punto central del crimen?


Primero porque los mismos estadounidenses nos dijeron hace un tiempo que habían descubierto una operación encubierta, en la que el gobierno de Washington había dotado de miles de armas al crimen organizado mexicano. No ha pasado nada.


El segundo punto desalentador es que ahora nos enteramos de que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores sabía desde el 2002 que HSBC en México lavaba dinero al crimen. Quedó claro que saberlo no implicó actuar.


Detectar esto sirvió al menos para frenar el flujo de dólares por el sistema financiero mexicano. Con una afectación a muchos otros sectores, pero se cerró esa ventana. Aunque se dejó una gran avenida de blanqueo a través de la todavía incompleta regulación de las casas de cambio que se agolpan, sobre todo, en la zona fronteriza.


Donde hay una extraña pasividad es en el Congreso. La ley federal para la prevención e identificación de operaciones con recursos de procedencia ilícita está frenada en el Senado. Cualquier persona medianamente mal pensada creería que el crimen organizado podría tener prácticas de cabildeo legislativo.


No puede ser que, otra vez, desde Estados Unidos, se devele un escándalo de estas magnitudes, el banco involucrado lo acepte, las evidencias se agolpen y no pase nada.


Si no se combate el corazón financiero del crimen, siempre será una lucha de miles de muertos, del Ejército en las calles y de un acercamiento cada vez más notorio hacia un Estado fallido.

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