14 julio, 2012

La segunda vuelta


La segunda vuelta

Si la Segunda Vuelta existiera entre nosotros, Peña Nieto y AMLO, solo los contendientes que más votos hubieran acaparado, hubieran tenido que someterse a otra ronda electoral un mes después de la primera elección.

Francisco Martín Moreno

El empantanamiento padecido en el Congreso de la Unión a lo largo de las últimas legislaturas lo ha pagado la Nación desde que ha sido imposible imponer las leyes relativas a las reformas estructurales. El egoísmo, la inquina, los intereses inconfesables, la mezquindad y la vileza en sus diversas manifestaciones, se hicieron presentes para impedir la evolución política de México de la que son responsables los representantes populares cómodamente instalados en las cámara de diputados y de senadores (que de Honorable, nada de nada) mientras cobran dietas insultantes en relación al IPC nacional, además de traicionar al dolorido pueblo de México desde el momento en que ignora su voluntad soberana.



Los partidos políticos y el Congreso tienen secuestrada a la nación.


En lo que hace a la reforma del Estado es inaplazable imponer la llamada Segunda Vuelta, tal y como se da en Francia y, para nuestra vergüenza, también en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, (aunque el lector no lo crea, Ja!), Chile, Ecuador, Salvador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Perú, República Dominicana y Uruguay.


Dicha institución electoral existente en Francia nada más hace 150 años, consiste, entre otras razones, en confirmar la decisión del electorado para que sus candidatos lleguen más que legitimados al poder con una mayoría del 50% de sufragios.


Si la Segunda Vuelta existiera entre nosotros, Peña Nieto y AMLO, solo los contendientes que más votos hubieran acaparado, hubieran tenido que someterse a otra ronda electoral un mes después de la primera elección.


Este paréntesis hubiera tenido que ser utilizado por ambos adversarios políticos para trabar alianzas y lograr una mayoría de más del 50% del electorado. Tal vez Peña hubiera tenido que invitar al PAN para lograr dicha mayoría, que una vez aplicada al congreso, bien se hubiera podido traducir en acuerdos para ejecutar las Reformas Estructurales. La alianza hubiera sido la alianza de voluntades políticas.


En resumen: después de la Segunda Vuelta y en el evento nada remoto de que Peña la hubiera ganado aliado al PAN, dicho triunfo se hubiera traducido no solo en mayoría legislativa, sino en una coalición gobernante, un reparto de carteras en sugabinete, una cohabitación política, para que no se hubiera repetido el esquema de un gobierno estrictamente azul y, por lo mismo, estrictamente ineficaz, que representó la gestión amurallada de Calderón.


Pero hay más: las elecciones presidenciales francesas se llevaron a cabo el 6 de mayo y Hollande tomó posesión el 15 del mismo mes, es decir, a solo 9 días de los comicios. ¿Qué tal que se hubiera reformado nuestra Constitución y que quien hubiera ganado las elecciones, no tuviera que esperar 5 interminables meses para tomar posesión abriendo espacios para el desquiciamiento del país? En nuestro caso, el IFE ya habría resuelto y Peña Nieto ya hubiera sido investido Presidente de la República desde este lunes pasado? A trabajar entonces…


¡Cuántos problemas nos evitaríamos en el futuro si existiera una Segunda Vuelta y la transmisión de poderes, a la francesa, se efectuara a la semana de haber sido celebrado los comicios! Esa es eficiencia política electoral, paz social y pólvora mojada para los eternos enemigos de las instituciones de la República.

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