18 julio, 2012

Odio


Héctor Aguilar Camín

Celebro que Ciro Gómez Leyva haya decidido dejar testimonio de la ola de odio que siembran, alimentan y contagian las pandillas justicieras de las redes sociales.
 
Ha puesto en su columna de ayer solo una muestra de los insultos que le hacen llegar hace tiempo por correo electrónico y a su columna de MILENIO, pero ahora a su teléfono de trabajo, en un salto cualitativo, con alusiones amenazantes a sus hábitos y domicilio.



Celebro que haya hecho público el acoso a que está sometido, venciendo su pudor de periodista que no quiere quejarse, que asume con liberalidad las molestias que puede suscitar su profesión. Es normal, suele decir Ciro, son gajes del oficio.


Pero no lo son, no son el tipo de respuestas airadas, incluso agraviantes, de quienes no comparten un punto de vista o un enfoque periodístico. Nada tienen que ver con la discusión robusta y hasta desmandada de un espacio público plural y democrático.


Son gajes de otro oficio: el oficio político que creó y alimenta redes de insulto, acoso y descalificación para amedrentar a quienes no piensan igual y no comparten la causa, en una lógica maniquea de conmigo o contra mí, y en un inmoral reparto de fanáticas moralidades: la limpieza contra la corrupción, la dignidad contra el servilismo.


En distintas dosis, pero con igual virulencia y vulgaridad, padecen este cerco muchos otros periodistas, académicos, intelectuales, directivos de medios, encuestadores, y otros miembros visibles de la sociedad civil. Incluso antiguos aliados de la causa, que de pronto han puesto un pie fuera del círculo de tiza de la incondicionalidad.


Cada quien vive este acoso como una cuenta de improperios personalizados, pero en realidad es un acoso colectivo, una maquinaria bien aceitada de agresión, difamación y persecución moral.


Creo que Ciro fecha bien el inicio de esta semilla en el revulsivo poselectoral de 2006. Creo que mide bien cuando dice que el odio de hoy es más intenso y el fanatismo más impermeable que nunca.


Estamos frente a una máquina de amedrentar que tiene beneficiario político y responsable intelectual: se llama Andrés Manuel López Obrador.


No todos los engranes de la máquina responden a su mando, pero casi todos son frutos del árbol de la descalificación moral inherente a su discurso de estos años.


Mi solidaridad con Ciro, y con los otros rehenes del acoso. Se diría que es hora de salir del clóset.

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