Peña
Nieto tomará posesión de su cargo en diciembre. A partir de entonces
veremos si el PRI sigue siendo corrupto y si sabe gobernar
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Por Pedro Fernández Barbadillo |
En 2006 el PRI parecía desahuciado: había perdido por segunda vez las elecciones presidenciales y su candidato había quedado tercero, con un 22% de los votos. Seis años más tarde, el partido, como un ave fénix, retoma la jefatura del Estado, gobierna la mayoría de los estados y es la primera fuerza en el Parlamento.
Si hay un partido en el mundo que pueda identificarse con la eternidad es el PRI. El Partido de la Revolución Institucional lo fundaron los revolucionarios que se habían hecho con el poder en la guerra civil posterior al derrumbe de la dictadura del general Porfirio Díaz para repartirse el poder entre ellos sin matarse cada vez que hubiese elecciones. La consigna era: un partido permanente y un presidente cambiante. Cada seis años el presidente abandonaba el Palacio Nacional y un nuevo militante, con su corte de seguidores y clientes, le sustituía, después de haber ganado unas elecciones que eran una farsa.
El PRI, fundado en 1929 sobre la plantilla del partido único –soviético o italiano–, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y al derrumbe del bloque socialista. En 2000, por sorpresa, un candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), la única formación de oposición decente (varios partidos de izquierdas recibían migajas del PRI), ganó las elecciones con 2,5 millones de votos de ventaja sobre el candidato del PRI. Vicente Fox Quesada, hijo de una española, se convirtió así en el primer presidente desde los años 30 que no pertenecía a la familia revolucionaria. En las siguientes elecciones, en 2006, el candidato del PRI, Roberto Madrazo, de la aristocracia del partido, quedó por detrás de Felipe Calderón, también del PAN, y de Andrés Manuel López Obrador, de un bloque de izquierdas formado en torno al Partido de la Revolución Democrática. Además, el PRI sólo obtuvo 121 escaños de los 500 que forman la Cámara de Diputados.
El PRI estaba emparedado entre dos partidos que le mordían por la derecha y por la izquierda. Su futuro parecía oscuro, con doce años fuera del poder en un país en que el presidente es un rey absoluto.
Sin embargo, en las elecciones del domingo su nuevo candidato, el joven Enrique Peña Nieto, exgobernador del estado de México (2005-2011), casado con una actriz de culebrones y tan inmaculado como pueda estarlo quien empezó a militar en el PRI con 18 años, recibió 18 millones de votos, la mejor votación obtenida por un presidente, incluso en las elecciones amañadas que se ganaban con más del 90%. Además, tiene el mérito de ser el primer presidente del PRI que sube a la silla presidencial desde la oposición, no desde el poder, es decir, sin haber sido tocado por el dedazo.
La recuperación, en el mismo 2006
¿Dónde podemos fechar la recuperación del PRI? Paradójicamente, en las mismas elecciones de 2006, en que Madrazo sólo obtuvo un 22% del voto y 9,3 millones de papeletas. Ante la campaña de López Obrador para desconocer los resultados y la victoria de Calderón por 250.000 votos, el PRI como partido, sus dirigentes, diputados, senadores y gobernadores respaldaron a Calderón. Para muchos mexicanos, ahí el PRI ganó respetabilidad. En las elecciones parlamentarias de 2009, la bancada del PRI se convirtió en la mayor de la Cámara de Diputados, y junto a su aliado el Partido Verde superaba la mayoría absoluta. Las siguientes elecciones para gobernador las ganó casi todas.
Además, los Gobiernos del PAN tenían en su contra doce años de promesas incumplidas. Ciertamente, es difícil, si no imposible, desmontar en tan poco tiempo un Estado corrupto construido durante siete décadas, y más si el presidente no dispone de mayoría absoluta en el Congreso. En el Legislativo, el PRI y el PRD han impedido numerosas reformas económicas y legales. Por otro lado, a poco de comenzar su mandato, Calderón desencadenó la guerra contra el narcotráfico antes de que amplias zonas del país, sobre todo en la frontera con Estados Unidos, cayesen bajo el control completo de los cárteles. La narcoguerra ha causado en torno a 50.000 muertos reconocidos. Menos que la delincuencia en Brasil y Venezuela, pero en estos países la seguridad no es una prioridad de sus gobiernos y, por lo tanto, los efectos de la criminalidad no suelen aparecer en los medios de comunicación.
La candidata del PAN, la exministra Josefina Vázquez Mota, ha tratado de correr con los lastres ya descritos y ha quedado tercera. Incluso su partido ha jugado en su contra. El miedo al candidato de la izquierda, López Obrador, que ha dedicado parte de su campaña a negar las acusaciones de estar vinculado a Hugo Chávez, hizo que incluso su correligionario Vicente Fox pidiese el voto útil para Peña Nieto. Pese a todo, los doce millones de votos de Vázquez Mota superan a los del tercer candidato de 2006. Es un pequeño consuelo para la primera mujer que ha tratado de ser presidenta del país, pero no deja de ser triste que el único partido que se opuso a la dictadura del PRI y acabó con ella haya caído de tal manera.
El mal menor
¿Qué ha ofrecido el PRI a los mexicanos en estas elecciones? El mal menor, resumido en una frase atribuida a un exgobernador: "Somos corruptos, pero sabemos gobernar". Es decir, que la corrupción sea tolerable (los billetes entregados a los policías de tráfico junto con el carné de conducir) y dejen de verse fotos de decapitados. Así de triste. Y, encima, semejante promesa, cierta o apócrifa, se atribuye a un partido que mostró su incompetencia en el terremoto que en 1985 destruyó parte de la capital, hasta el punto de rechazar la ayuda internacional y censurar el número de muertos.
Una de las preocupaciones de la sociedad mexicana, y del Gobierno de Estados Unidos, es que el nuevo presidente pacte con los cárteles y se reproduzca la convivencia que se dio entre los delincuentes del PRI y los delincuentes sin identidad política de los años 70 y 80: "Roben pero no chinguen". Peña ha declarado que no pactará con los narcos y que continuará la guerra contra ellos.
Otro temor de muchos mexicanos es que Peña Nieto trate de suprimir algunos de los controles políticos que se introdujeron en el Estado desde 1977 para permitir la aparición de la pluralidad e incluso la alternancia de gobierno. El PRI ha propuesto la reducción del número de diputados y senadores, sobre todo los 200 diputados elegidos en listas proporcionales, donde este partido obtiene peores resultados.
Sin embargo, parece difícil que se pueda silenciar la pluralidad mexicana, un país donde viven ya 110 millones de personas y con la economía enganchada a la de Estados Unidos, y regresar a los tiempos duros, en que el PRI gobernaba con la espuela dentro de unas fronteras cerradas y sus sectores practicaban el asesinato de los rivales dentro del partido. En estas elecciones han participado cuatro candidatos, que han aparecido en debates públicos en los medios de comunicación, y el más pequeño de ellos, Gabriel Quadri de la Torre, ha superado el millón de votos.
Peña Nieto tomará posesión de su cargo en diciembre. A partir de entonces veremos si el PRI sigue siendo corrupto y si sabe gobernar. En el caso de que fracase, los mexicanos ya se han acostumbrado a cambiar a sus presidentes.
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