Andrés Manuel López Obrador sabe
que perderá la impugnación de la elección presidencial. No tiene un
solo asesor que le diga que hay alguna esperanza. Por el contrario,
según fuentes allegadas al tabasqueño, en el encierro de las reuniones
con sus cercanos la tónica es descalificar a las autoridades electorales
por su origen y desempeño.
Está pronosticado por casi todos los interesados en estos temas que a
más tardar el primer día de septiembre el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación dictaminará la victoria del priista Enrique
Peña Nieto. La estrategia del lopezobradorismo es clara: no se trata de
ganar, sino de ensuciarle el triunfo a Peña. El PRI, sus gobernadores y
su candidato han dado a lo largo de años suficientes motivos para la
sospecha, la denuncia y la argumentación (muchas veces he comentado que
eso del "nuevo PRI" distanciado de las prácticas del "viejo PRI" es un
invento que no tiene vasos comunicantes con la realidad).
Ante esta estrategia, un sector de la población lamenta que López
Obrador sea incapaz de aceptar una derrota. Pero hay otro sector que
tiene sembrada de fondo la duda –si no la certeza– sobre el fraude y la
manipulación. A estos muchos ciudadanos se suman grupos más organizados
que le dan vigor a la protesta de López Obrador, marcadamente el
movimiento #YoSoy132, pero también añejos y más compactos colectivos
como el Frente de Atenco, el SME, entre otros.
Con esta capacidad de movilización –apuntalada con el financiamiento de
partidos y gobiernos afines– le alcanza a Andrés Manuel López Obrador
para encabezar durante otro sexenio un movimiento social que lo mantenga
vigente en la opinión pública, lo proyecte como el más importante
opositor al régimen de Peña Nieto y lo impulse a la siguiente sucesión
presidencial bien posicionado para obtener de nuevo una candidatura.
Es previsible que, en semanas, la impugnación deje de hacer escala en lo
que pasó o no en la campaña que culminó con la elección del 1 de julio y
se convierta de lleno en un rechazo al PRI mismo y sus métodos
antidemocráticos. Esta protesta se verá seguramente alimentada al
arranque del sexenio priista con los primeros pasos de Peña Nieto en Los
Pinos: ¿Salinistas en el gabinete? ¿Reforma fiscal que se meta con el
IVA? ¿Reforma energética que incluya más inversión privada en Pemex?
¿Reforma laboral que reduzca el poder de los sindicatos? ¿Excesos en el
entorno presidencial? Motivos no van a faltar para el reclamo desde las
plataformas ideológicas de la izquierda.
Quizá la única duda es cómo se van a comportar los moderados de la
izquierda. Antier, el candidato les mandó un mensaje claro: el único
acuerdo posible es que se anule la elección. Los moderados, que pregonan
que acompañarán al tabasqueño "hasta que el Tribunal dictamine" y se
mantendrán por la ruta institucional, tienen en sus manos la respuesta
de AMLO: él va a seguir.
Saciamorbos
La cosa menos esperada me pasó con ella: con mucho gusto me daba la entrevista, pero 10 mil pesos de por medio. No se hizo. |
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