08 agosto, 2012

¿Dónde quedó la guerra?

¿Dónde quedó la guerra?

El lunes, frente a los próximos legisladores panistas, el presidente Calderón afirmó que su partido perdió las elecciones porque no supo comunicar bien los logros de su gobierno. Algo tiene de razón. Sin embargo, no mencionó nada del principal tema de su administración.

Leo Zuckermann
Regreso de vacaciones y me encuentro con que la supuesta guerra en contra del crimen organizado ha desaparecido del discurso político y, por increíble que parezca, de los medios de comunicación. Perecería que la guerra ha terminado. El problema es que sigue ahí, o por lo menos la maldita violencia que ha caracterizado este sexenio.

El lunes, frente a los próximos legisladores panistas, el presidente Calderón afirmó que su partido perdió las elecciones porque no supo comunicar bien los logros de su gobierno. Algo tiene de razón. Sin embargo, no mencionó nada del principal tema de su administración: la guerra en contra de la delincuencia organizada. Este asunto, quiérase o no, pesó mucho en la decisión de los electores de votar en contra de la continuidad panista según lo han demostrado varias encuestas de salida. No sorprende, entonces, que Calderón evite hablar del tema: no le conviene tocar esa herida. Pero los demás sí podemos decir lo evidente: que el PAN perdió las elecciones en buena medida por una fallida estrategia de guerra en contra del crimen organizado, por más que los panistas ahora guarden silencio sobre el asunto.
Ojalá pudiéramos afirmar que dicha guerra es cosa del pasado. Desgraciadamente no lo es. De hecho, la próxima administración tendrá que enfrentar un problema de violencia heredado del presente gobierno. Los números, en este sentido, no mienten. De acuerdo a un reporte de la consultora Lantia que preside Eduardo Guerrero, experto en seguridad, durante el segundo semestre de 2011 hubo seis mil 408 ejecuciones en todo el país. Para el primer semestre de este año se registraron siete mil 22. La violencia creció 10% entre un semestre y otro.
El mismo reporte señala que “Sinaloa es la entidad con el mayor incremento en el número de ejecuciones de un semestre a otro, el incremento fue de 244 ejecuciones (44%). En segundo lugar está Durango, con un incremento de 153 ejecuciones (71%). En tercer lugar está Coahuila, con un incremento de 127 ejecuciones (52%). En Chihuahua se observa un aumento equivalente a 116 ejecuciones (11%)”.
La investigación de Guerrero muestra que “601 municipios registraron por lo menos una ejecución en el primer semestre de 2012, 19% más que en el segundo semestre de 2011”. Y ofrece una explicación de lo ocurrido: “El principal detonador de violencia durante el primer semestre de 2012 ha sido la reactivación del conflicto entre el Cártel de Sinaloa y Los Zetas […] La violencia en Guerrero responde a conflictos por el control de territorios entre La Barredora y El Comando del Diablo (organizaciones locales aliadas al Cártel de Sinaloa), y remanentes del Cártel Independiente de Acapulco”.
Acaba de salir el reporte mensual de Lantia sobre la violencia en el mes de julio de este año. Registra un total de mil 91 ejecuciones durante el mes, 3% más que en junio. El informe destaca que “los medios de comunicación han sido objeto de intimidaciones de parte del crimen organizado para que no reporten información contraria a sus intereses. Destacan en julio los atentados contra El Norte y la distribuidora DIPSA en Monterrey, y El Mañana en Nuevo Laredo”.
La guerra, sin embargo, ha desaparecido del discurso político y, al parecer, también de los medios. Ya no se habla de ella como se hacía en el pasado. Por lo que toca a los políticos, lo consideran como una especie de tema “radioactivo”. El silencio es generalizado: del gobierno de Calderón, del candidato ganador de las elecciones, Peña Nieto, y hasta de la izquierda obsesionada con la agenda de López Obrador y el presunto fraude electoral. Nadie quiere tocar este asunto que sigue enlutando a cientos de familias mexicanas cada mes.
Ayer decía en este espacio que, al regresar de vacaciones, veo a un país discutiendo puras nimiedades y no los grandes temas que tiene que solucionar. Uno de ellos es qué hacer para bajar los índices de violencia que, como demuestran los números de Guerrero, no sólo siguen siendo altos sino que van al alza.

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