31 agosto, 2012

El bárbaro y los cobardes



El bárbaro y los cobardes


Fernando Amerlinck



A pocos meses de morir, Ikram Antaki escribió en El Universal (feb. 2000) un artículo cuyo título usurpo: El bárbaro y los cobardes. Criticaba que López Obrador —el bárbaro— obligara a la autoridad electoral local —los cobardes— a torcer la ley por no reunir el requisito de residencia para ser candidato a gobernar el DF. Decía así:

“La ley de la selva no es la ley; un grupo de depredadores que deciden comerse al individuo débil y solo, no necesitan de la ley, les basta con la fuerza. Estas son las relaciones de fuerza del universo prelegal, y estas son las relaciones que nos esperan bajo el próximo gobierno perredista. Cárdenas tenía las limitaciones que le imponía el sueño presidencial; Andrés Manuel López Obrador no tendrá límites: no será el valiente educador que se opondrá al pueblo si el pueblo yerra; para él, el pueblo tiene la razón simplemente porque es pueblo, y diez tendrán necesariamente más razón que dos o uno.”


Bien conocía una liberal republicana como ella que, por naturaleza, nada detiene a los ventrílocuos de “la gente”. Si no la ley o 3.3 millones de votos de diferencia, menos el unánime y supremo dictamen de un tribunal cuya validez prometió aceptar, y lo firmó. Ya podría perder por 15 o 20 millones, o de plano no ser candidato: le seguirían haciendo fraude, y siempre tendría a quién culpar de cuánto daño le hacen y así nutrir su resentimiento. No, no tiene límites.

¿Y quiénes son hoy los cobardes? Sus fanatizados, temerosos de la reacción del caudillo; impensable quedar mal con él. El miedo al führer puede más que la moral y la razón, que el decoro y la decencia.

No conozco un político más predecible. Lo son su conducta, discurso, argumentos, forma de pensar, mentiras. Si acaso, acciones como invadir Reforma puedan sorprender, porque ninguna persona sensata espera el suicidio o el ridículo de un actor público. Pero allí esta el problema: en no conocerlo. No hay que esperar de él una conducta racional, porque no es racional. No cabe esperar que sea inteligente, pues no es lo mismo ser inteligente que astuto. No esperemos que le interesen leyes, sentencias o argumentos, pues no cambiarán su voluntad. Si firma pactos y documentos y promesas, y no gana, traicionará la palabra empeñada porque él no define su conducta según su honor. No es de izquierda y menos progresista, a menos que serlo signifique ser el más conservador y retardatario. No hay que esperar que sea político; no lo es. Demócrata, menos. ¿Y patriota, si de tan amoroso produce ilegalidad, divide, y genera odio entre los mexicanos?

Lo que sí es: un mercader del conflicto, desde antes de que lo cooptara el PRI de Tabasco y luego se metiera al PRD, al PT y de regreso al PRD, a Morena o donde sea. No puede vivir sin generar tensiones y divisiones. Necesita los faroles y la plaza pública, las pendencias y la terracería (y el dinero que cuesta andar en eso). Proclamará a todo viento que no ambiciona el poder pero jamás reconocerá que si no sabe ganar, tampoco sabe perder. Y mientras viva, habrá una fanaticada detrás de él. Hay Peje para rato: no tiene límites.

Terminaba Ikram así aquél premonitorio artículo: “Estamos llegando a tiempos fanáticos e inseguros; no es éste el cambio con el cual soñábamos. Este cambio no es un paso adelante; es un retroceso.” Y criticaba la “atmósfera de intolerancia y de odio, de envidia, de maledicencia y de condena” que regresa hoy. ¿O qué no es odio e intolerancia, condena, envidia y maledicencia, lo que se vive en las marchas y plantones de esos jóvenes desbocados que salen hoy a las calles?

Otro lector de Ikram Antaki, liberal y republicano (Gerardo de la Concha), ha escrito Los guardias rojos de las redes sociales (La Razón, 14.7.2012) donde describe al movimiento YoSoy132: “Las llamadas redes sociales representan, en el aspecto político, el ámbito de comunicación más retardatario que existe en el país” y compara a ese movimiento de odio con los Guardias Rojos de la Revolución Cultural.

“La analogía con los guardias rojos de la Revolución Cultural china puede parecer exagerada, salvo que las pautas son semejantes: manipulación del ímpetu estudiantil para los intereses de un actor político (Mao-AMLO), uso del insulto o la escatología contra los adversarios políticos, germen de violencia, intolerancia y fanatismo, ataques directos en forma de turba contra los enemigos, la idea de ser portadores de la ‘revolución cultural’ contra un mundo anquilosado; por supuesto, los guardias rojos de las redes sociales mexicanas no han engendrado todavía la violencia que caracterizó a los guardias rojos chinos; pero, insisto, el espíritu es similar.

“También en México hay una Banda de los 4, como la encabezada por Jian Qing durante aquellos aciagos tiempos; sus integrantes se llaman: Andrés Manuel López Obrador, Manuel Camacho, Ricardo Monreal y Jesús Zambrano. Sólo esperamos que se cumpla esta vez cabalmente la sentencia de Marx: “En la historia lo que primero es tragedia, se repite luego como comedia”.

Sí: la historia se repetirá. Manuel Andrés no dejará de generar conflicto, resentimiento, división, traición, mentira, ilegalidad y violencia (siempre la llamará pacífica). Nunca, aunque llegue a la farsa: no le importa. Nada puede importarle a alguien cuya divisa es: Yo soy yo y nadie más vale. Y voy derecho. Y no me quito.

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