Por María Blanco
La sociedad es un sistema complejo. Es
una institución espontánea generada porque somos seres sociales y nos
sale más rentable como especie vivir en comunidad. La vida en sociedad
durante tantos miles de años ha dado lugar al surgimiento espontáneo de
instituciones humanas. Tanto Carl Menger como Hayek como muchos otros
autores han estudiado este carácter espontáneo de las mismas. Otros
autores se han dedicado a analizar las instituciones desde otros puntos
de vista. Incluso, en el siglo XX, ha aparecido la llamada Escuela
Institucionalista, la corriente neoinstitucionalista, y se ha
reconocido su labor, de alguna manera, con la concesión del Nobel de
Economía hace unos años a Williamson y Ostrom.
Precisamente, Elinor Ostrom,
recientemente fallecida, estudió cómo los procesos biológicos tan
complejos necesitan de un grado tan alto de diversidad en el manejo de
los problemas que surgen como elevado sea el nivel de complejidad del
sistema. Es lo que el biólogo W. Ross Ashby describió en Desing for a Brain: The Origin of Adaptative Behaviour
(1960), en el que postulaba la "ley de la variedad requerida", que
explica que cualquier sistema regulatorio requiere una variedad de
acciones a realizar tan grande como variedad de acciones exista en el
sistema a regular.
Si la sociedad es un sistema natural
complejo, esa máxima también es aplicable, y se podría interpretar que
la variedad en las soluciones posibles permite alcanzar el mejor
resultado posible. Sin embargo, este es un tema complicado. La razón
está en que, una vez que se establecen con firmeza las instituciones
sociales, y una vez que son ocupadas por rent seekers, no hay
nada que hacer. Se trata de buscadores de rentas que consiguen un
puesto privilegiado desde el cual, independientemente de su desempeño
en tanto que servidores públicos, conseguir rentas sea pecuniarias, sea
como privilegios, favores, o puestos de trabajo
para sus familiares y amigos. La "okupación" de las instituciones por
este tipo de personajes trae consigo el enquistamiento y
esclerotización de dichas instituciones. Así, es imposible que se dé la
"ley de la variedad requerida" de Ashby, simplemente porque la
evolución necesaria de estas instituciones, la necesaria variedad
institucional que permitiría una resolución más eficiente de los
problemas y crisis sociales se ve frenada por las acciones de estos
buscadores de rentas.
Al statu quo no le conviene que las cosas cambien, incluso para bien.
En medio de la crisis que estamos
padeciendo, vemos cómo el sistema de instituciones que constituyen las
administraciones del Estado español, en concreto las comunidades
autónomas, está hipertrofiado, genera mucho gasto, es ineficiente y nos
cuesta mucho dinero a todos. Lo mismo sucede con las televisiones públicas, con las universidades, los aeropuertos...
Pero a pesar de lo evidente de esta
sobredimensión, el gobierno recurre al despido, a pequeños recortes, a
medidas taimadas e insuficientes.
¿Qué sería lo suyo? Cerrar las
instituciones obsoletas y permitir la competencia institucional. Y si
hay servicios que la población decide que deben ser de cobertura
universal, el Estado se puede ocupar subsidiariamente de esa oferta de
la que nadie se haga cargo... mientras nadie se haga cargo.
Es decir, si surgen oferentes de
servicios privados dispuesto a proporcionar cobertura de servicios allá
donde otros no llegan, el Estado no debería ser un obstáculo.
Todo esto suena muy bien en teoría. Pero
requiere para que funcione de una regulación de la función pública y
de las instituciones públicas de manera que no puedan ser "okupadas"
para beneficio de esos buscadores de rentas de todos los partidos, que
piden cada vez más, que no permiten alternativas institucionales porque
no pasan el filtro de la comparación, y que son protegidos por el
entramado político a costa del sufrido pagador de impuestos.
Como esa regulación (o revolución
institucional) debería provenir de dentro del sistema, es poco lo que
podemos esperar. Al menos, nos queda el consuelo de la consciencia, de
saber que nos están defraudando y que hay más alternativas. Y votar en
consecuencia. O no votar.
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