Gobernadores: La República Montessori
En
una reunión ocurrida no hace mucho en Los Pinos, un puñado de gobernadores
comía con el presidente Felipe Calderón. Estaban, entre otros, el gobernador de
Veracruz, el de Michoacán y el de Morelos. En esa ocasión, el gobierno federal
urgió a los ejecutivos estatales a despedir a los policías que habían reprobado
los controles de confianza.
No
hay dinero para pagar la liquidación, argumentó Leonel Godoy. Ante eso, se les
recordó que hay disposiciones de la Corte que permiten despedir sin pago a
quienes no pasan pruebas de confianza. “¡Ay, sí! ¿Y quién va a ser el guapo que les
avise eso?”, repuso Fidel Herrera, según ha contado una fuente.
El sábado, la zona metropolitana de
Guadalajara y varios puntos del estado de Jalisco, fueron sacudidos por
bloqueos de criminales. Los llamados narcobloqueos comenzaron poco después de
las 14:00 horas. La población estaba aterrada.
Sólo hay una cosa peor que la bestialidad de
esos atentados en contra de la integridad y el patrimonio de algunas personas,
peor que ese ataque que socava la tranquilidad de toda la ciudadanía: el
sentimiento de abandono, el saberse inermes, el descubrir en medio de la crisis
que el gobernador no estaba en el país, que había abandonado sus tareas y
estaba en Venecia; solo peor que constatar el desquiciamiento del que son
capaces los desalmados es saber que el gobierno se encerrará en silencio
durante muchos, demasiados minutos, antes de salir a informar.
Estamos hablando de autoridades que no lograrán tranquilizar porque ni
siquiera lo habrán intentado. Ya demostraron en varias
ocasiones que no les da para entender que deben no sólo informar, sino intentar
convertirse en guía en medio de la zozobra. Pero es demasiado pedir.
Otro caso. Hace tres semanas, la tormenta
tropical Ernesto golpeó Veracruz. Javier Duarte estaba fuera del estado. De
hecho, ha trascendido que el gobernador veracruzano estaba de vacaciones, según
supieron en el PRI, partido que organizó también por esas fechas un encuentro
de gobernadores priístas con Enrique Peña Nieto. Al cónclave tricolor faltó el
mandatario de Quintana Roo, que sí se quedó a ver los costos del impacto de
Ernesto. Pero para Duarte, ni fenómeno meteorológico, ni candidato triunfante
fueron suficiente motivo para interrumpir su viaje.
El país fue a elecciones presidenciales con
el ánimo de cambiar. Los panistas se fueron al tercer lugar. El PRI ganó, la
izquierda avanzó. Si quiere encabezar un cambio, Peña Nieto tendrá que
reconstruir mecanismos de
coordinación y equilibrios federales que fueron doblemente
pervertidos.
Si hasta antes del sexenio de Zedillo un
presidente abusaba de su poder y gobernaba sobre los gobernadores, ahora en dos
sexenios panistas la ineficacia presidencial para servir de control a los
gobernadores ha dejado un
reguero de administraciones con deudas descomunales o disfuncionalidad
institucional que ha sido aprovechada por criminales.
La erosión del presidencialismo ha derivado
en una república Montessori (con perdón para ese método pedagógico que
injustamente hemos convertido en sinónimo de que cada quien hace lo que le viene en
gana).
Nadie debería tener nostalgia del hombre
fuerte de Los Pinos que todo lo controlaba. Pero es cierto que como lo
descubrieron los calderonistas en la crisis de la influenza (cuando los
gobiernos estatales se negaban a reportarles los casos de A H1N1), los gobernadores
ocultan al gobierno federal, y a la ciudadanía, información y realidades.
Además, una de las malas decisiones de
Calderón fue arrancar su gobierno mandando el mensaje de que asumía en solitario el problema de la
inseguridad, que esa era *su *tarea. Uno puede imaginarse el
alivio de los gobernadores que pensaron “perfecto, que se entretenga con su
guerra, el señor Presidente” al tiempo que ni ejercían los presupuestos contra
la delincuencia, que aumentaron, y que se tardaban en cumplir con las metas de
evaluación de sus mandos y su tropa policial. Cuando Calderón quiso corregir eso era demasiado tarde.
Dos colaboradores del candidato triunfante
creen, por separado, que sí es posible “apretar” a los gobernadores vía la Secretaría
de Hacienda. Mandatarios estatales y el próximo Presidente comenzarán tan
pronto como la semana entrante, con el nuevo Congreso y la negociación de
presupuestos, un juego de fuerzas para definir la dinámica mediante la cual se
relacionarán en el sexenio por venir.
Veremos qué reglas prevalecen, las del continuismo disfuncional, las
de un retorno a los manotazos, o las de una necesaria nueva relación para
cerrar la época de la República Montessori.
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