28 agosto, 2012

El país del quién sabe


El país del quién sabe

Martín Moreno

¿Qué ocurrió realmente en Tres Marías? ¿Federales y sicarios atacaron deliberadamente el vehículo de la embajada de Estados Unidos? ¿Fue una confusión? ¿Fue emboscada, como acusan desde Washington? ¿Los heridos —Jess Hood Garner y Stan Dove Boss— son ex militares y contratistas que adiestran a marinos mexicanos? Nadie lo sabe.
 
¿Qué sucedió en Guadalajara? ¿Detuvieron o no a Nemesio Oseguera, El Mencho, uno de los capos de más peso y líder del cártel Jalisco Nueva Generación? Se ignora.
 

¿Qué pasó realmente en Luvianos? ¿Hubo o no enfrentamiento entre cárteles que dejó 30 muertos? ¿Quién tiene la razón: la PGJEM, que inicialmente confirmó la matanza, o la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) mexiquense, que la desmiente? Se desconoce.


¿Qué número de víctimas por la violencia registra la bitácora de la muerte? ¿Por qué se oculta la cifra? Se especula.


La ausencia de transparencia sigue ubicando al país como un ente en el que hay secretos de Estado por encima de la obligación de informar al ciudadano. La secrecía oficial eclipsa a la verdad. Es el miedo a la realidad.


O como lo advierte el periodista Rafael Poch-de-Feliu en su estupendo libro La gran transición de Rusia, capítulo “Los desconciertos de la glasnost” (transparencia): “Los jerarcas del partido (comunista) consideraban transitorio aquel estado de cosas (la glasnost) que, necesariamente, acabaría cerrándose con algún tipo de involución”. Es el miedo a informar.



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Si el ataque al vehículo diplomático Toyota BCM-242 —placas de la SER— fue perpetrado sólo por policías federales, hay una obligación: explicar por qué lo hicieron. Qué los orilló a disparar a matar. Hasta el federal con menor preparación conoce el riesgo que implica balear un auto con inmunidad diplomática.


Que les hicieron el alto y no se detuvo. ¿Y por eso hay que disparar? Ya decenas de civiles han caído bajo las balas por la falta de adiestramiento o nerviosismo: si no te detienes, te aniquilo. ¿Quién garantiza que, efectivamente, son policías los que marcan el alto? Por eso muchos huyen.


Revela Dolia Estévez —corresponsal mexicana confiable en Washington— que Garner y Boss, heridos en el ataque, eran contratistas que adiestraban a marinos mexicanos.


Otra: que asesoraban en la captura de Héctor Beltrán Leyva, El H.


Ayer, la procuradora Maricela Morales solicitó arraigo para los 12 policías detenidos. El fondo sigue siendo el mismo: ¿por qué atacaron?


Por lo pronto, la sospecha de federales al servicio del crimen organizado sigue siendo hipótesis.



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Pues que siempre no cayó El Mencho, pero sí cuatro de sus secuaces. Que sigue libre.


El viernes 24, fuentes de la Policía Federal habían confirmado la captura de uno de los capos más buscados, si bien no está a la altura de El Lazca. Menos del Chapo. Pero es pesado.


Horas después se aclaró que El Mencho no había sido aprehendido.


Mientras, narcobloqueos con tráileres y camiones, vehículos incendiados y un muerto oficialmente —se presume que hubo siete fallecidos y tres policías heridos— azotaban Guadalajara. Ninguna autoridad dio razón del motivo del embate criminal. Vacíos.



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Que en Luvianos —donde ex zetas defienden la plaza— hubo una batalla que dejó 30 muertos. La PGJEM asegura el hecho. Sin embargo, el titular de la SSC mexiquense, Salvador Neme, desmintió la versión.
Si hubo o no 30 “narcomuertos”, ese no es el fondo.


Lo grave —y eso no lo puede desmentir Neme— es que desde hace años, Luvianos es gobernado, literalmente, por los narcos.


De acuerdo con un reporte de inteligencia militar de 2008, los jefes de Luvianos y de Tejupilco —enclavados en el sur del Edomex— son ex militares y ex integrantes de Los Zetas: Alberto González Peña y otro más, al que solamente se le conoce como El Edson.


Y lo que Neme debería saber —y, en consecuencia, actuar— es que tanto Luvianos como Tejupilco se han convertido en territorios autónomos, cuya única ley es la del crimen (bien)organizado.


Si hubo 30 muertos, no fue porque la autoridad quisiera liberar a Luvianos y a Tejupilco de narcogobiernos. Sería, en todo caso, ajustes de cuentas entre mañosos.


De todas formas, seguirán gobernándolos ante el evidente vacío de autoridad oficial.
          

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