La prensa mexicana, bajo fuego
Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal Americas
The Wall Street Journal Americas
La primera explosión el 10 de julio en una oficina del diario
mexicano El Norte ocurrió a las 4:30 de la madrugada. La granada dañó la
fachada del edificio en Monterrey, pero no hubo heridos.
Ese mismo día por la tarde, el periódico afirma que recibió una
llamada telefónica "sospechosa". "Voy a mandar a mi escolta a dejarles
un mensaje," advirtió el hombre no identificado. Quince minutos después,
alguien disparó un fusil AK-47 contra otro edificio de El Norte en el
área metropolitana de Monterrey, dejando agujeros de bala en las
ventanas y marcas en las paredes exteriores. Luego, según el diario (que
entrevistó a testigos), "el delincuente lanzó dos granadas calibre 40".
Una explotó fuera del edificio. La otra se metió por una ventana del
segundo piso a una oficina ocupada pero milagrosamente no estalló. Los
investigadores encontraron siete cartuchos del AK-47.
Diecinueve días después, otra oficina de El Norte, ubicada en el
elegante suburbio de San Pedro Garza García en Monterrey, sufrió un
tercer asalto. Esta vez, tres hombres encapuchados con rifles
automáticos atacaron a un guardia de seguridad, rociaron con gasolina el
área de recepción y le prendieron fuego.
Hasta ahora, nadie ha resultado herido
en estos ataques, pero el diario señala que no ha habido progreso en las
investigaciones, ni arrestos. (The Wall Street Journal tiene una
relación comercial con El Norte, del Grupo Reforma, que publica The Wall
Street Journal Americas cinco días a la semana).
Lo que llama la atención es el momento en que ocurrieron estos
episodios violentos. El 9 de julio, un día antes de los primeros
recientes ataques terroristas contra sus oficinas, El Norte informó
sobre un presunto vínculo entre el Instituto de Control Vehicular (ICV)
en el estado de Nuevo León y autos robados. El artículo decía que
175.000 juegos de placas desaparecieron del inventario del ICV y que
fuentes dentro de la agencia "señalaron que muchas de estas placas
fueron utilizadas para legalizar autos robados o vehículos chuecos" (sin
documentos e importados ilegalmente).
De ser verdad, el diario estaba peligrosamente cerca de exponer una
lucrativa organización criminal . La cantidad de autos robados en el
estado aumentó 50% de 2010 a 2011, y el negocio de placas podría ser
parte de un modus operandi más grande. Según El Norte, la diferencia
entre vender en México un auto robado y venderlo con una placa legal es
en promedio de unos 190.000 pesos (US$14.000).
Cinco años y medio después de que el presidente Felipe Calderón
iniciara una amplia guerra contra los carteles mexicanos que llevan
drogas a los consumidores estadounidenses, el crimen organizado se ha
propagado en México. Pero no se limita al narcotráfico. Habiendo eludido
la prohibición, dominado el arte de corromper oficiales y provocado una
falla generalizada del estado de derecho, otros negocios mafiosos están
en auge. Cuando la prensa se atreve a exponer sus operaciones, recibe
el trato que tuvo El Norte, o peor. El periódico ha informado que 47
periodistas han sido asesinados en México desde 2006, 13 han
desaparecido y ha habido 40 ataques contra propiedades de medios.
El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal
(CCSPJP), una organización no gubernamental que hace un seguimiento de
las estadísticas de homicidio, halló que cinco de las 10 ciudades más
violentas del mundo el año pasado estaban en México. El Consejo también
ha informado que de las 50 ciudades más peligrosas del mundo en 2011, 40
se encontraban en América Latina. El año pasado, por primera vez,
Monterrey fue incluida en la lista conforme aumentó la violencia ligada
al narcotráfico.
No es descabellado sugerir que los ataques contra El Norte, el
segundo mayor diario de México, están relacionados con sus artículos de
investigación sobre el crimen organizado.
El gobierno estatal afirmó inicialmente que había identificado a los
responsables (empleados del ICV) de robar las placas y que los que
habían sido descubiertos confesaron haberlas vendido como chatarra. De
ser así, dadas las cifras, estarían entre los ladrones más estúpidos de
la historia. Si la versión del estado de que cortaron cada placa por la
mitad a mano para venderlas a los comerciantes de chatarra es cierta,
estarían también entre los más diestros.
El estado luego anunció que en realidad eran 313.000 juegos de placas
los que habían desaparecido. Esta vez indicó que los ladrones habían
confesado tomar y vender 230.000 placas como chatarra. Eso deja un
faltante de 83.000. El Norte también ha entrevistado a dos personas que
dicen que compraron autos usados luego de verificar el número de
identificación vehicular con el ICV, pero que luego fueron informados
por la policía que eran robados. Los individuos perdieron sus autos y
uno de ellos cuenta que tuvo que pagar un soborno de 100.000 pesos para
evitar ir a la cárcel. Pedidos de comentarios al estado no fueron
respondidos.
De las muchas consecuencias no deseadas de la desastrosa guerra
contra las drogas, tal vez la más perniciosa sea la destrucción de las
instituciones cruciales para una sociedad libre. Si la prensa es
silenciada, no sólo perjudica a aquellos que quieren hablar, sino
también al público en general, que tiene derecho a la información. Si El
Norte no puede ser protegido, México está peor de lo que comúnmente se
cree.
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