27 agosto, 2012

Otros gobernantes tuvieron sentido de “la historia” y de “la urgencia”. ¿Podría tenerlos Peña Nieto?

Otros gobernantes tuvieron sentido de “la historia” y de “la urgencia”. ¿Podría tenerlos Peña Nieto?

Sin ser grandes luminarias, sino políticos con una clara visión de futuro, comprendieron que el avance debía comenzar ahí.

Ángel Verdugo
La gran discusión que empieza a tomar forma y seguramente dominará buena parte de la Agenda las próximas semanas o meses, es la posibilidad de concretar las reformas estructurales las cuales, no obstante representar desde hace años la viabilidad del país en el mediano y largo plazos, la clase política ha preferido posponer su aprobación cayendo, una y otra vez, en la figura poco poética pero certera de “patear el bote hacia adelante” o más coloquialmente, en aquélla de “El que venga atrás, que arree”.

La historia de los cambios exitosos en muchos países, se explica en buena parte porque sus gobernantes o líderes —en esos momentos críticos o coyunturas decisivas—, tuvieron ambos “sentidos”: el de la historia, y el de la urgencia. Sin ser grandes luminarias sino políticos con una clara visión de futuro, comprendieron que el avance debía comenzar ahí, en ese momento; así es como adquirieron, casi todos ellos, el sentido de la historia y de la urgencia.
¿Qué es uno y otro? ¿Cómo es que juegan un papel determinante para que un país en crisis, en un estado casi de total inmovilidad o de confusión por no ver los frutos de sus esfuerzos, dé ese salto cuántico (en física, un salto cuántico es un cambio abrupto del estado físico de un sistema cuántico de forma prácticamente instantánea), que lo llevaría a ver el futuro de manera diferente, y decidirse a construirlo?
“Sentido de la historia” es entender que el futuro del país que gobierna, no es resultado inevitable de su pasado y un presente de tragedia y atraso; es tener la convicción plena de poder modificar esa “historia”, de poder trascenderla y construir una diferente.
Un gobernante lo tiene, cuando comprende —y se embarca en esa tarea—, que un mejor futuro puede ser construido; lo tiene, cuando entiende y acepta su papel para conducir ese proceso con firmeza y visión de futuro; lo modela, y si bien podría no concretarlo durante su encargo, sienta las bases y define rumbo y ruta, además de dejar al país moviéndose en la dirección correcta.
El “sentido de urgencia”, es “eso” que lleva —al gobernante o al líder— a considerar un objetivo (aquí y ahora, concretar las reformas estructurales) como si su vida dependiere de lograrlo. De ahí que quienes lo tienen —en determinada coyuntura—, utilicen todos los elementos y recursos a su alcance para alcanzar lo que considerarían crucial.
Ahora bien, el que un gobernante posea —en ciertas circunstancias— ambos “sentidos” —historia y urgencia—, no es resultado de recetas o aprobar un examen; si bien tenerlos está relacionado con las cualidades y ambiciones personales, también lo está con la situación de desesperación ante la mediocridad y los nulos avances del país, así como con la burocratización del ejercicio del poder. Cambiar todo esto sería así, el estímulo para trascender y entender la urgencia de actuar.
Hoy, nuestra situación cumple con creces lo último; en lo relativo a las prendas personales de Enrique Peña Nieto, mi posición carece de elementos concretos demostrables; son sólo indicios los que me llevan a pensar que sí posee ambos; el de la historia, pues quiere trascenderla y el de la urgencia, porque sabe que su suerte como Presidente depende, en mucho, de concretar las reformas que harían que pudiéremos construir el futuro que merecemos.
Usted, ¿es de los que piensan que Peña Nieto tiene “sentido de la historia” y de “la urgencia”?

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