Rolf Campos
Las razones que frenan el crecimiento económico son muchas y variadas. Dependiendo de a quién se le pregunte, la respuesta hará énfasis más en algunas que en otras. Pero una cosa está clara. Si nuestro objetivo es incrementar la actividad económica (el PIB) en un determinado territorio, entonces eliminar trabas a la actividad económica en ese territorio debería ser de las primeras medidas que considerar. En el caso de España existen todo tipo de escollos regulatorios y burocráticos que dificultan el nacimiento de nuevas empresas y el funcionamiento de las que existen.
El informe Doing Business del Banco Mundial es una publicación que evalúa y presenta una clasificación de los países de acuerdo a la facilidad de hacer negocios en ellos. En la edición más reciente del informe España ocupaba el puesto 44, situándose entre Puerto Rico (43) y Ruanda (45).
El ranking, que contempla 183 países, se construye a partir de indicadores agrupados en diez grandes rubros. También es posible ver la posición que ocupa un determinado país en cada uno de ellos. El mayor problema de España radica en la dificultad de comenzar un negocio. España ocupa el puesto 133 en este apartado, con lo cual hay mucho margen de mejora.
Como ocurre siempre que nos enfrentamos a un diagnóstico desagradable, es natural pedir una segunda opinión. Nos la puede dar la tabla de competitividad del World Economic Forum. En este caso España ocupa la posición 36, entre -de nuevo- Puerto Rico (35) y Baréin (37). Nos puede parecer un mejor resultado, pero la esperanza que despierta esta primera impresión se desvanece cuando nos damos cuenta que en el caso de la clasificación del World Economic Forum se consideran tan sólo 142 países, con lo que no está claro si España está mejor o peor. Podemos seguir buscando rankings alternativos, pero la respuesta será más o menos parecida, y la conclusión la misma: hay en España considerables trabas para el nacimiento de nuevas empresas y para el funcionamiento de las que ya existen.
Cómo actuar
¿Qué hacer? En este caso, el diagnóstico que nos dan los organismos internacionales también nos puede ayudar a hallar la solución. Al decirnos qué es lo que funciona mal, también nos dicen qué hay que cambiar. El Gobierno de España podría ponerse como objetivo quedar dentro de las diez primeras posiciones del ranking del Banco Mundial, del World Economic Forum, o de cualquier otro equivalente. Este objetivo sería, al mismo tiempo, claro y medible. Cualquier persona o institución puede verificar la evolución de las reformas.Además, expresar el objetivo en términos del clasificación permite tener cierta libertad en decidir cómo y qué reformas hacer. Un posible temor es que para mejorar la facilidad de hacer negocios haga falta limitar las conquistas de los trabajadores o coartar las libertades personales de los individuos. No tiene por qué ser así, pero, si nos preocupa, entonces podemos elegir no hacer algunas reformas y, a cambio, hacer otras. Al ser un promedio podemos compensar entre los distintos componentes del índice y elegir la combinación que más se adapte a la idiosincrasia española, o a la realidad política.
Quedar mal en una comparación internacional no es agradable. Pero nos permite ver que hay muchas medidas que se pueden tomar para mejorar la situación de los españoles, y que están ausentes de una discusión demasiado enfocada en el corto plazo.
Rolf Campos. Profesor de economía del IESE.
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