07 agosto, 2012

Una clase de periodismo


Una clase de periodismo

Fernando Escalante Gonzalbo

Algún día llegaremos a valorar como se lo merece lo que ha hecho la prensa mexicana en los últimos diez, veinte años, para la configuración de nuestra vida pública. Habrá que recuperar entonces, como ejemplos de clase, los ejemplares de La Jornada de la semana pasada.
 
El titular, que casi ocupa entera la primera plana del jueves: “Monreal: Videgaray trianguló $ 8 mil millones hacia Peña”. La nota tiene más de cinco mil palabras, incluye una imagen borrosa de algo que podría ser copia de un estado de cuenta, y no es más que periodismo de grabadora —lo que dijo el señor Monreal, sin más.



Triangulación, delincuencia organizada, recursos ilícitos. Por si alguien tuviera dudas, “el senador informó que las pruebas fueron obtenidas el domingo pasado durante las asambleas distritales…” No hay que preguntar más. Todos sabemos que los estados de cuenta de cualquier banco circulan así.


En páginas interiores, en una nota de 280 palabras, el periódico transcribe un comunicado del banco diciendo que es mentira, que no hay esa cuenta manejada por Luis Videgaray —¡a quién le importa!


Al día siguiente, por si alguien hubiese leído el desmentido del banco, La Jornada vuelve con lo mismo, en la primera plana: “Monreal: Scotiabank mintió al negar cuenta a nombre de Videgaray”. La prueba, por supuesto, es la declaración del señor Monreal, que dice que tiene una grabación en la que “una persona que se hace llamar Luis Videgaray” pide al banco que “se le corrobore la información de la citada cuenta”, y una persona que dice ser empleada del banco “confirma que esta se encuentra a nombre del priísta”.


Así de sencillo. Si tiene usted dudas, llame por teléfono al banco, verá cómo le explican con todo detalle de quién es cada cuenta y cuánto dinero mueve, y en qué fechas.


En serio, algún día tendremos que apreciar en lo que vale la contribución de La Jornada para la consolidación de la democracia en México.


Para completar la clase, en esos mismos días, está el bochornoso episodio del libro de Borges. El titular es una belleza: “Observación de Kodama obliga a corregir el libro Borges y México”. El problema es la “observación de Kodama”, no que se atribuya a Borges un poema verdaderamente penoso, que uno dudaría incluso en atribuirle a Benedetti.


Poniatowska dice “me quieren culpar de algo en que no tengo nada que ver”, Random House responsabiliza a Miguel Capistrán, nadie sabe nada, La Jornada no dice nada, después resulta que se confundieron dos entrevistas, al día siguiente aclara Poniatowska que fue “por la emoción del segundo encuentro”, que el poema “resultó no ser de Borges, pero en esa época todo mundo creía que era de él”. Resultó no ser… ¡qué calamidad! ¡Todo mundo creía…!


Nuestra izquierda, o lo que pasas por ser de izquierda, mejor no dice nada, ni de lo uno ni de lo otro. Es más seguro.

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