01 septiembre, 2012

2006-2012, el recuerdo de un sexenio de claroscuros

2006-2012, el recuerdo de un sexenio de claroscuros

Con un primer círculo muy compacto, Felipe Calderón enfrentó adversidades y retos en seguridad, economía, salud y política

Ivonne Melgar
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1 Feli pe Calderón, polémico desde el principio. Pese a la toma de la tribuna de opositores, Felipe Calderón juró ante el Congreso como Presidente.

CIUDAD DE MÉXICO, 1 de septiembre.- Felipe Calderón Hinojosa ingresó el primero de diciembre de 2006  tras banderas al salón de plenos de San Lázaro. En medio del pasmo y las protestas de los legisladores del PRD, PT y Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano, que se habían atrincherado ahí tres días atrás para evitar la toma de protesta.
El impacto mediático y político marcó aquella breve y atropellada ceremonia en la que juró como Presidente.
Ese viernes comenzó un sexenio de adversidades que luego él mismo comparó, no con cuatro, sino con “cinco jinetes del Apocalipsis”.
Esa misma mañana, en el Auditorio Nacional, definió que la superación de la pobreza, el fortalecimiento de la economía y “la lucha por recuperar la seguridad pública” serían sus prioridades.
Y asumió: “No será fácil ni rápido, que tomará tiempo, que costará mucho dinero e incluso y por desgracia vidas humanas”.

Se trasladó al Campo Marte para una “salutación de las Fuerzas Armadas del Estado mexicano”, acto que perfiló el sello militar de una gestión en la que, afirmó entonces, sería la de “un Presidente que se ocupe de sus soldados y sus marinos (...) porque sé muy bien que es la hora de velar por la tropa”.
Doce días después se inauguró la estrategia anticrimen con la Operación Conjunta Michoacán: por tierra, mar y aire fueron desplegados seis mil 714 efectivos del Ejército, Fuerza Aérea, Policía Federal y PGR.
Ataviado con chamarra y gorra de general, Calderón acudió el 3 de enero de 2007 a la zona militar de Apatzingán, Michoacán, donde encabezó un desayuno y exaltó el rol de los uniformados en el enfrentamiento con el narco.
El primer año de la gestión calderonista, 2007, se singularizó también por un pronto acuerdo en el Congreso, a finales de marzo: la nueva Ley de ISSSTE destinada a reformular el financiamiento de las pensiones. Es un triunfo para la política, la economía y la democracia, celebró el Presidente por la noche, en un mensaje por televisión.
Agradeció a los legisladores del PAN, PRI, Partido Verde y Nueva Alianza por “la reforma más relevante en los últimos diez años”, cuya negociación prueba que “sí se puede transformar al país”.
Pero ese optimismo comenzó a moderarse. De ello dio cuenta en el foro “300 líderes de México”, en septiembre de 2007: “Yo no sé si esta lista de 300, o de 500 o de 100 o de 20 o de diez, sea una lista adecuada; quizá ni somos todos los que estamos ni están todos los que son (...) Pienso que esta minoría selecta que a final de cuentas marca cadencias en una generación, tiene mucho más que hacer que los demás”.
La molestia, el reclamo y los regaños que caracterizarían su gestión tuvieron evidencia pública en Villahermosa, Tabasco, cuando acompañado de Margarita Zavala se puso a rellenar sacos de arena para levantar un muro que contuviera el desbordamiento del río Grijalva.
Finalizaba octubre y las inundaciones en Tabasco y Chiapas fueron el primer desastre natural de muchos que Felipe Calderón atendería personalmente.
“¡Bájate, o mando por ti; bájense o mando por ustedes!”, gritó, dirigiéndose a quienes lo miraban desde un puente. Y ordenó al Estado Mayor Presidencial que fueran por los hombres para sumarlos a la faena.
Un grupo compacto
En el arranque de 2008 se subrayó la importancia que para Calderón tenía el conformar un gabinete con sus amigos y colaboradores más confiables.
Germán Martínez había salido en octubre anterior de la Función Pública, diez meses después de asumir el cargo, para hacerse de la dirigencia nacional del PAN.
En enero realizó dos nuevos movimientos: su mano derecha en cuestiones financieras, Ernesto Cordero, pasó de una subsecretaría de Hacienda a la titularidad de Desarrollo Social.
Y su principal operador político, Juan Camilo Mouriño, jefe entonces de las oficinas presidenciales, fue enviado a la Secretaría de Gobernación, devolviéndole a ésta la conducción de la estrategia de seguridad y del cabildeo de la reforma energética.
A su primer hombre en Bucareli, José Francisco Ramírez Acuña, lo había concentrado en el auxilio a los daminificados en la capital tabasqueña. La baja del ex gobernador de Jalisco y promotor de la precandidatura presidencial de Calderón evidenció cuán compacto sería el primer círculo de Los Pinos.
En abril de 2008, Calderón fortaleció el rol de Cordero y en una gira por Chiapas, en Los Altos, anunció que las políticas públicas en materia social serían coordinadas por el titular de Desarrollo Social y concentradas en la estrategia “Vivir Mejor”, palabras que se convertirían en el lema sexenal que todos los secretarios rubricarían. Su logo enmarcaría los programas del Seguro Popular —destinado a dar cobertura de salud a la población sin seguridad social—, el impulso de obras de infraestructura y la firma de la Alianza por la Educación con Elba Esther Gordillo, presidenta vitalicia del sindicato magisterial, el SNTE.
En agosto, el tema del secuestro hace crisis cuando se informa del asesinato del joven Fernando Martí, privado de su libertad dos meses atrás.
El hecho obliga a autoridades federales y estatales a ofrecer salidas en un Consejo Nacional de Seguridad Pública donde se define la agenda en la materia, pero la noticia se la lleva el grito del empresario Alejandro Martí, padre de la víctima: “¡Si no pueden, renuncien!”
En el segundo semestre de 2008, la escalada de violencia criminal compite con los primeros tropiezos políticos del sexenio: maestros se inconforman con el concurso de plazas docentes y si bien se aprueba la reforma energética, ésta no logra concretar los propósitos gubernamentales.
“Sin exagerar, puedo decir que es el cambio más favorable en el sector hidrocarburos desde 1938”, ponderó.
Meses después, sin embargo, se reconocerían las limitaciones de una reforma que daba cuenta de los escasos márgenes de maniobra del gobierno en el Congreso de la Unión.
Las movilizaciones convocadas por Andrés Manuel López Obrador elevan el costo político de la propuesta gubernamental, que buscaba abrir la inversión privada en diversos aspectos. El ex candidato presidencial del PRD abre además un flanco contra el secretario de Gobernación, con la acusación de conflicto de intereses entre sus responsabilidades públicas y negocios familiares.
En medio de esa controversia, Mouriño muere el 4 de noviembre cuando el Learjet que lo trasladaba de San Luis Potosí al DF se estrelló en las Lomas de Chapultepec.
Hubo funeral de Estado en el Campo Marte. Y un reproche. “Juan Camilo fue objeto de críticas y víctima de calumnias (...) Aquí nosotros, más allá del dolor, seguiremos ahora, y seguiremos más fuerte y seguiremos más a prisa.1”
Pandemia por el A H1N1
Calderón intensificó la promoción de México en 2009 en el que igual destacó en el Foro Económico de Davos que en el Palacio de Buckingham. Acudió con los inversionistas petroleros británicos y se reunió con sus homólogos de América Latina.
La agenda diplomática de esos meses alcanzó su mejor momento el 16 de abril, con la visita a Los Pinos del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, donde coincidieron en el propósito de iniciar lo que el anfitrión denominó “una nueva era fundada en el respeto y la confianza recíprocas”.
La acelerada actividad presidencial se frenó de tajo, sin embargo, cuando a fines de ese mes estalló la crisis por la influenza. La incertidumbre sobre los alcances del virus A H1N1 y las primeras muertes llevó al gobierno a decretar una contingencia que paralizó las actividades escolares y de restaurantes.
Desde Los Pinos, Calderón tomó el mando de una operación que sumó a medios de comunicación, cámaras empresariales y autoridades estatales, incluido el gobernante capitalino, Marcelo Ebrard, quien por primera vez acudió a Los Pinos.
La imagen de una población replegada en sus viviendas y con cubrebocas recorrió el mundo. Si bien en el mundo el gobierno fue considerado ejemplo en la atención de una emergencia sanitaria, la caída del turismo extranjero acentuó la recesión económica, traducida en el desplome de casi 10% del PIB.
El 20 de mayo, en el pico de la crisis, minimizada un año atrás, el gobierno asume en voz del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, que tiene “un boquete” de 300 mil millones de pesos en sus finanzas. Es la señal de alarma de que, para cubrirlo, habrá incrementos en el año siguiente.
Pero no sólo la economía está en problemas. También la estrategia de seguridad carece del respaldo de autoridades estatales. Y bajo la acusación de que colaboran con el narco, 35 funcionarios y alcaldes del gobierno perredista de Michoacán son detenidos por la PGR.
Aunque el Michoacanazo se desfondó 16 meses después, porque los acusados quedaron libres por falta de pruebas, a mediados de 2009 el caso mostró el nivel de confrontación por los operativos federales de seguridad. El 5 de julio el PAN perdió las elecciones intermedias: 63 curules en San Lázaro y las gubernaturas de San Luis Potosí y Querétaro.
Con el rostro adusto, Calderón  guardó silencio sobre el tema por varios días. Y, según confirmaron versiones posteriores, estuvo de acuerdo con la renuncia de Germán Martínez a la dirigencia del partido.
Tres meses más tarde, el sábado 10 de octubre, Calderón decretó la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Argumentó inviabilidad financiera y que cargaban el erario.
“Para salir adelante y transformar a México en el país justo y próspero que queremos, tenemos que cambiar y cambiar a fondo, corregir de raíz los graves problemas que tenemos por muy costosas y difíciles que sean las decisiones que permitan resolverlos, con tal de que nuestros hijos puedan tener, el día de mañana, un México mejor”, expuso en un video difundido una semana después de la medida.
La extinción fue parte de las decisiones costosas que, de acuerdo a recuentos presidenciales posteriores, hubo que tomar en el tramo de mayor complejidad, una coyuntura que culminaría al cierre de octubre con la negociación y aprobación del paquete fiscal para el 2010. Responde a “la gravedad de las circunstancias” que el país enfrenta, admitió.
En medio del jaloneo legislativo para paliar la crisis, el Presidente vivió un encontronazo público con la iniciativa privada, por su rechazo a algunas medidas.
A bordo del avión presidencial, el 12 de noviembre, en trayecto hacia Singapur, Calderón señaló que hubo una campaña deliberada del sector empresarial en contra de su propuesta hacendaria que “erosionó” y “debilitó” las posibilidades de un buen acuerdo político en la materia.
Escala la violencia criminal
De principio a fin, 2010 fue el año de la escalada de la violencia criminal. El asesinato, con signos de ajusticiamiento, de 16 jóvenes en una fiesta, en una casa de la colonia popular Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, nubló la visita presidencial a Japón. La noticia del 31 de enero lo alcanzó en Tokio, donde declaró que aquella tragedia podría ser el saldo de un pleito entre pandillas.
Para atajar la crisis de seguridad en esa ciudad fronteriza, Calderón encabezó un encuentro público con representantes ciudadanos, el 12 de febrero, uno de los actos más tensos del sexenio, por el reclamo a gritos de la madre de dos muchachos de 19 y 15 años, María de la Luz Dávila, por haberlos considerado unos delincuentes. “¡Disculpe, señor Presidente, yo no le puedo decir bienvenido, porque no lo es!”
En el acto se puso en marcha la estrategia Todos somos Juárez, y vino la rectificación. “Ofrezco la más sentida de las disculpas si cualquiera de mis palabras ofendió la memoria de sus hijos”, expresó.
La secuela de asesinatos continuó hasta alcanzar al consulado estadunidense, donde en medio de un tiroreo fallecieron tres personas.
Un portavoz de la Casa Blanca dijo que Obama estaba “profundamente entristecido y ultrajado” por lo sucedido.
En mayo, en su visita a EU, Calderón recriminó desde el Capitolio la indolencia de los estadunidenses ante la venta indiscriminada de armas de largo alcance, mismas que las bandas criminales mexicanas adquieren ahí, y su rol como gran consumidor de drogas.
“Nada garantiza que estas armas no serán usadas algún día para atacar a los ciudadanos y autoridades estadunidenses”, advirtió a los congresistas.
El 28 de junio, a seis días de las elecciones en diez entidades, asesinaron al candidato priista a gobernador en Tamaulipas Rodolfo Torre Cantú.
“El crimen organizado representa la mayor amenaza para los mexicanos, es un enemigo que no conoce límites y atenta contra la paz y las instituciones”, sostuvo el mandatario en un mensaje en el que llamó a los partidos a definir una política de Estado para atajar la violencia.
Pero el PRI descalificó la convocatoria presidencial como un acto oportunista. No usamos los duelos “para hacer cadenas nacionales”, recriminó su líder, Beatriz Paredes Rangel.
La relación de Calderón con los priistas se había tensado desde que el PAN hizo alianzas electorales con el PRD para disputar las gubernaturas de Oaxaca, Puebla, Sinaloa y Durango.
En ese entorno de crispación, Fernando Gómez Mont, tercer secretario de Gobernación del sexenio, se dio de baja en el PAN en señal de rechazo a esa estrategia. El 14 de julio dejó el gabinete.
Con el nuevo titular de Bucareli, Francisco Blake Mora, el Presidente emprendió en agosto los llamados diálogos por la seguridad con académicos, activistas, empresarios y religiosos. El propósito: demostrar que la violencia no era responsabilidad del gobierno sino de criminales que aumentaron su poder ante la omisión de las autoridades en el pasado.
Cuando los priistas y perredistas accedieron a participar, los encuentros estuvieron marcados por cuestionamientos hacia la estrategia.
Si bien se acordó avanzar en el Congreso en leyes contra el lavado de dinero, Calderón no logró un consenso con los partidos. Tampoco con el Poder Judicial, cuyos ministros manifestaron sus reservas frente a los cambios sugeridos por el Ejecutivo para agilizar juicios y aplicación de castigos.
Tamaulipas captó nuevamente el interés internacional por la masacre de 72 centroamericanos en San Fernando, víctimas del crimen organizado en complicidad con policías locales.
El caso dio pauta a una nueva presión presidencial hacia estados y municipios: la urgencia de depurar las corporaciones cooptadas por la delincuencia.
En contraste con la creciente violencia, Calderón logró a finales de 2010, durante casi dos semanas, conducir en Cancún la Conferencia de la ONU en Medio Ambiente, la COP 16.
De acuerdo con el juicio de los participantes, los resultados fueron exitosos, proyectando al mexicano como líder y cabildero en la materia.
Cuestionado por Sicilia
Las revelaciones de los cables de WikiLeaks incomodaron, a finales de 2010, al Presidente. Éstos reseñaron las críticas del embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, a la descoordinación entre las fuerzas federales y a la actitud desesperada, se dijo, con la que el gobierno solicitó ayuda de la Casa Blanca.
Fue el 4 de marzo de 2011 cuando ventiló en público su desconfianza hacia el diplomático. Lo hizo en su visita a Washington, en una reunión con periodistas estadunidenses. Calderón quería un relevo. Dos semanas más tarde, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció la salida de Pascual.
Sin embargo, las críticas internas a la estrategia de seguridad se acentuaron desde un nuevo frente: los familiares de víctimas de la violencia que se sumaron a la convocatoria del escritor Javier Sicilia, en reacción a la pérdida de su hijo, asesinado en Cuernavaca. El movimiento creció hasta conseguir un encuentro público con Calderón, el 23 de junio, en el Alcázar de Chapultepec.
Aunque se trató de uno más de los diálogos por la seguridad, el de Sicilia constituye un punto de referencia tanto de las impugnaciones hacia la estrategia de seguridad —“guerra atroz y sin sentido”— como de la defensa presidencial.
“Coincido en que debemos pedir perdón por no proteger la vida de las víctimas. Pero no por haber actuado contra los criminales”, expuso Calderón, quien lanzó un “no me arrepiento” por enfrentar a quienes “nadie combatía porque les tenían miedo o porque estaban comprados por ellos”.
El cuestionamiento de Sicilia por “la pifia” al dejar libre a Jorge Hank Rhon, ex alcalde de Tijuana, fue refutado por el Presidente con una crítica hacia la los jueces, asunto en el que luego insistiría y y que lo enfrentó al Poder Judicial.
Recurrente en sus discursos, el reparto de responsabilidades involucró al Congreso, por no sacar adelante la Ley de Seguridad que habría dado certeza a la acción militar, entre otros pendientes.
A las críticas se sumaron las tragedias. Primero fue el incendio, en agosto, del Casino Royale en Monterrey. Sus 52 víctimas llevaron al reconocimiento de Calderón de que aquel fuego provocado era evidencia de que el Estado enfrenta a “verdaderos terroristas”.
Y el 11 de noviembre, el accidente aéreo en el que murió Blake Mora. Vestido de luto, Calderón lo confirmó: “Hoy México ha perdido a un gran patriota, la Secretaría de Gobernación a un excelente secretario y yo perdí a un amigo.” 
El último tramo
En la primera parte de 2012, Calderón pudo dar por cumplidas diversas metas económicas y sociales, pero el año quedó marcado por la debacle electoral del PAN, ubicándolo en el tercer lugar del mapa político.
Los resultados adversos empezaron antes. El 13 de noviembre, su hermana Luisa María Calderón perdió las elecciones a la gubernatura en Michoacán, donde el narco “bajó a unos 50 candidatos”, según el mismo Presidente.
Ya en la competencia interna panista, el 5 de febrero, Josefina Vázquez Mota le ganó la candidatura a Ernesto Cordero, el delfín de Los Pinos.
Aun cuando la veda electoral limitó la promoción de las acciones gubernamentales, Calderón pudo presentarse como el Presidente de la infraestructura, del empleo, la educación, la vivienda y la salud.
Levantó bandera blanca en todas las entidades, al dar por alcanzada la cobertura universal de los servicios médicos. Inauguró obras monumentales como el Puente Baluarte y ofreció cifras para demostrar que en carreteras y créditos habitacionales, hizo más que sus dos antecesores juntos.
Con la consigna de “Más becarios y menos sicarios”, incrementó a ocho mil el número de apoyos escolares, al tiempo que la cobertura de la educación universitaria llegó a 35 por ciento.
En junio, mientras la crisis del euro mostró la fragilidad de naciones otrora boyantes, Calderón dio prueba de las buenas credenciales de su gobierno en el manejo financiero, con el préstamo de 10 mil millones de dólares de las reservas al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Y en Los Cabos, a unos días de los comicios presidenciales, fue anfitrión de la Cumbre del G-20, en la que desfilaron los jefes de Estado y de gobierno de las economías más poderosas y de las llamadas emergentes.
El 18 de agosto pasado, en una reunión por su cumpleaños, con colaboradores, políticos y empresarios, Calderón contó que meses atrás, cuando quisieron atentar contra el avión presidencial, creyó que no llegaría a los 50.

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