AMLO Y LA CHINGADA
Por Ricardo Alemán.
A mediados de febrero de este año,
un reportero de Milenio hizo pública la conversación entre Andrés Manuel López
Obrador y un empresario durante una reunión presuntamente privada.
En
pocas palabras, López Obrador aseguró al empresario que si perdía la elección
presidencial –por segunda vez–, se
iría a la chingada.
Hoy
sabemos que la chingada es el nombre de su finca en Tabasco. Y también sabemos
que esa declaración –como muchas otras– fue
otro de los engaños de Obrador.
¿Por
qué?
Porque
contrario a lo que prometió, luego de perder –por segunda ocasión– la elección
presidencial, Andrés Manuel López Obrador volvió a desechar el resultado, llamó
a la resistencia civil y –en el límite de la sinrazón– publicó en su cuenta de
Twitter que no se
retirará de la política hasta que "la patria sea de todos, no de 30
potentados".
¿Y
esto qué quiere decir?
Que
López Obrador, igual que hiciera Antonio López de Santa Anna, se ve a sí mismo como un
"defensor de la patria".
Que
López Obrador, igual que Luis XIV, el rey absolutista de Francia; se ve a sí
mismo como el Estado.
Que
López Obrador, como no pocos profetas, se ve a sí mismo como el representante
sin mancha de un reino que no es de este mundo.
Y
lo que es peor, que López Obrador todavía se ve al frente de los partidos de
dizque izquierda.
Si
eso ocurre, si Andrés Manuel continúa en su papel del gran inquisidor de las
"izquierdas", continuará
también el freno a la izquierda liberal, moderna y progresista que
México requiere y más de uno representa.
Y
es que mientras Obrador se ha mostrado incapaz de entender la política nacional
sin su injerencia; ya sea por miedo, respeto o falta de interés, no ha surgido un líder político
capaz de hacerle ver que su presencia en la izquierda es más nociva que
benéfica.
De
hecho, esta aparente obsesión con el poder invita a que algunos pregunten; de
llegar a la presidencia, ¿sería posible retirar el poder a un ente con la
mentalidad de López Obrador?
Como
están las cosas, la respuesta obvia sería no.
Por
eso, parece evidente que no es gratuito –ni fortuito– que algunos comparen a
AMLO con Hugo Chávez y Fidel Castro. Otros dos connotados vividores y aferrados al poder.
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