Argentina: El gobierno vive en un mundo en el que la reelección es posible
La Prensa, Buenos Aires
Muchas
decisiones y gestos del gobierno que irritan y perjudican a la clase media
sólo se explican por su aislamiento y porque, de tanto repetirlo, ha
terminado creyendo su propio relato. El hermetismo del círculo presidencial
elimina las filtraciones, pero también aleja la realidad. Por eso la
presidenta se limita a sonreír cuando le preguntan por la "rerre",
mientras sus partidarios trabajan en una reforma que imponga el sistema
parlamentario o la reelección perpetua.
Nada
de eso toma en cuenta, sin embargo, que por el actual camino no hay
posibilidad de reunir una mayoría de dos tercios para asegurar la continuidad
de Cristina Fernández y que lo que debería ocupar a sus operadores es la
gobernabilidad después de 2013. Las encuestas muestran un fuerte rechazo de
la clase media que se traduce en caida de imagen presidencial, pesimismo
sobre el futuro económico y pérdida de votos.
La
presidenta no quiere malas noticias y nadie de su entorno se anima a dárselas
porque el precio de esa osadía es el ostracismo y la pérdida de poder. A eso
hay que atribuir también la rencorosa obsesión contra el periodismo no
oficialista, la cadena nacional en continuado y la millonada que se dilapida
en ignotos "diarios de Yrigoyen".
La
defensa a ultranza de indefendibles como Amado Boudou y el hostigamiento
mediante la AFIP a las opiniones disidentes son señales de un triunfalismo
que se funda en las elecciones de hace casi un año e ignora los cambios
registrados en la opinión pública.
Entre
otros puede elegirse un episodio de los últimos días que ilustra la distancia
que existe entre el relato oficialista y una realidad que se le ha ido
convirtiendo cada día en más adversa. El jueves el ministro Florencio
Randazzo anunció una medida modesta, pero positiva: un crédito automático
para las tarjetas SUBE agotadas que podría sacar de un apuro al usuario que
se quedó en cero. Nada de refundar la Argentina con una gesta histórica a la
que es tan afecto el relato "K".
El
funcionario pensaba capitalizar políticamente la idea con una alta exposición
en los medios, pero ese día volvió a fallar una barrera del Sarmiento y un
tren atropelló a una camioneta en Floresta. Como era lógico sus planes se
frustraron porque el foco informativo se trasladó a la desastrosa situación
de los ferrocarriles. Estaba tratando de asimilar el cambio de planes cuando
llamó la presidenta para averiguar cómo era posible que sucedieran estos
hechos, misterio lógico para alguien que usa el helicóptero para ir a La
Matanza y que cuando le muestran algún vagón de tren es para imaugurarlo, no
para usarlo en hora pico.
La
preocupación por el accidente en Floresta, de todas maneras, era natural,
porque lo único que provoca conmoción en la Casa Rosada son las catástrofes.
Los 51 muertos de Once, por ejemplo. Eso -o "Cromagnon"-enmudece a
la jefa de Estado, reacción demostrativa de qué es lo único que teme. Cuando
un desastre de ese tipo se produce, la respuesta automática es aumentar el
aislamiento en el Sur hasta que baje el agua y tomar distancia. Por eso fue
echado un alto funcionario que Randazzo había promovido solo tres días antes.
Eso
también explica la insistencia con el adoctrinamiento infantil en las escuelas
-algo tan inútil como negativo para el propio gobierno- o el proyecto de
construcción de un complejo de producción cinematográfica en el sur de la
ciudad. Alguien debería haberle avisado a la jefa de Estado que el
antecedente más conocido de ese tipo de proyectos "culturales" es
Cinecitta, inaugurada en 1937 por Benito Mussolini en el marco de un proyecto
totalitario de control social. Más allá de esa coincidencia, la idea de un
régimen radical que modele no sólo la conciencia, sino hasta lo sueños de los
ciudadanos es un delirio, en especial si se encarga de la tarea a "la
Cámpora". Más todavía, si en ese proyecto propagandístico se emplean
fondos equivalentes a los necesarios para hacer funcionar con un mínimo de
seguridad los trenes.
¿En
qué confía el gobierno para recuperarse antes de las elecciones? En que la
economía se enderece sola, en que lo salven los dólares de la soja y en que
Brasil vuelva a traccionar la economía local. Mientras tanto insiste con un
relato que ignora los hechos y en que la presidenta debe creer sinceramente,
tal vez porque como creía Novalis el mayor hechicero es el que se hechiza a
sí mismo hasta el punto de tomar sus propias fantasmagorías por realidades.
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