Caviar rojo
Hoy
más que nunca las ideas de Nietzsche, que plasmó Wagner en su música y Ayn Rand
en su literatura, deberían estar vigentes en este mundo decadente, tan
impregnado de esa antípoda del espíritu humano que es el socialismo y sus
falsos profetas: los socialistas caviar. Al calor de sus habanos, flotando en
sus piscinas de Beverly Hills o del Country Club, con sus agentes tipo Sean
Penn, pretenden que aceptemos el crimen poniéndole el nombre de revolución, y a
los delincuentes colocándoles el nombre de revolucionarios y a la hipocresía
envidiosa del resentido llamándola justicia social.
La
libertad es un don supremo. Lo que se le oponga es abominable y debe ser
erradicado de todo sistema político que pretenda el progreso de la humanidad.
EEUU tiene este debate. Es apasionante observarlo, palpar cuán diferentes pueden ser las sociedades cuando los valores de sus líderes se orientan hacia una u otra dirección. Obama cree que el gobierno es el rector de las vidas; Romney piensa que el director de orquesta de la existencia de una persona debe ser el individuo. Los resultados de Obama son desalentadores, su filosofía no funciona. Rescatando el espíritu de sus padres fundadores, quizás la esperanza regrese a esa nación.
Aquí
el debate de las ideas es prácticamente inexistente. Parece un anatema sugerir
la necesidad de una discusión seria sobre el modelo de nación que hemos de
adoptar para vencer a los espectros del subdesarrollo. Si algo ha destruido el
gobierno del señor Chávez es el sentimiento de excelencia que mueve al hombre a
reformar su presente en la búsqueda de mejores alternativas. Como los
pantalones del monstruo Hulk, los estándares se han encogido; son pequeños
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