Cuba usará el «caso Carromero» para cortar la ayuda a la oposición democrática – por Carlos Alberto Montaner
Es
el mundo al revés. Si Ángel Carromero, sobrio y sereno, como estaba,
hubiera sufrido en España o en Estados Unidos un accidente semejante al
que tuvo en Cuba, en lugar de ser acusado de homicidio culposo, él y los
familiares de Oswaldo Payáy de Harold Cepero, los dos demócratas
cubanos fallecidos, estarían demandando al gobierno por la pésima
señalización de las carreteras, y a la agencia estatal que les alquiló
un coche en el que, presumiblemente, o no había o no funcionaron
adecuadamente los air bags .
La familia de Cepero, además, le exigiría
una compensación extra al sistema sanitario, porque su muerte pudo
haberse evitado si los servicios médicos hubieran actuado con rapidez y
capacidad profesional. Cepero no murió instantáneamente, como Payá, por
un fuerte golpe, sino por un coágulo en una pierna que no le detectaron a
tiempo, algo que puede ser calificado como negligencia médica.
La razón directa que provocó el siniestro fue la
falta de pavimentación, la presencia de una gravilla resbalosa, y la
ausencia de letreros que advirtieran claramente esta circunstancia.
En las carreteras cubanas, pésimamente mantenidas,
hay un déficit crónico de señalizaciones(exceptuadas las vallas
propagandísticas que exaltan las maravillas de la revolución), y, según
Oscar Suárez, exreportero de la televisión cubana, que conoce bien la
región del accidente, Ángel Carromero asegura que no vio letrero alguno,
porque, sencillamente, no existía.
Sentido común
Esa señal que escuetamente ponía la palabra “Bache”,
que nada claro previene, fue colocada con posterioridad para armar un
escenario con el cual condenarlo y exculpar a las autoridades cubanas.
El signo universal de tráfico que advierte sobre la posibilidad de
resbalar son dos líneas onduladas paralelas. No hay el menor rastro de
esos letreros en el camino.
Lo que quieren que creamos del accidente de Carromero
es que iba con exceso de velocidad y por ello, y por frenar, su coche
derrapó e impactó a un árbol lateralmente. Eso fue lo que públicamente
se vio obligado a declarar el joven líder español. Pero es muy difícil
correr a gran velocidad por esos endiablados caminos, marchaban en un
pequeño Accent de una mínima cilindrada, y no hay nada raro en aplicar
los frenos cuando súbitamente cambia la superficie sobre la que
transitamos, a no ser que previamente estemos advertidos por las señales
de tránsito.
Lo que sabemos, con toda certeza, es que la mayor
parte de las personas, sometidas a la presión de la policía política
cubana -recuérdese “el caso Padilla”-, declara cualquier cosa. El ex
coronel Álvaro Prendes, héroe de la revolución que acabó en una cárcel
castrista y luego murió en el exilio, solía explicarlo con una frase
melancólica: “Superman, a la semana de estar en manos de la Seguridad
del Estado cubano, se echa a llorar y se limpia los mocos con la capa”.
El accidente le viene como anillo al dedo a la
dictadura para tratar de poner fin a la solidaridad internacional con
los demócratas cubanos. Ya Carromero y Jens Aron Modig, el líder juvenil
democristiano sueco que viajaba con él, se han excusado por prestarle
ayuda a la oposición pacífica de la isla.
Ése es el propósito del régimen de Raúl Castro:
invocar la supuesta soberanía cubana vulnerada por unos extranjeros que
les llevaban a los disidentes algo de dinero, memorias flash,
información y, sobre todo, respaldo político. Más o menos lo que los
demócratas de Europa les llevaban a sus correligionarios españoles
durante la dictadura de Franco.
Doble estándar
Algo no muy distinto, por cierto, pero mucho más
honorable, limitado y ajustado a las normas internacionales, que lo que
hacen los comunistas de diversas partes del mundo cuando acarrean
recursos en sus países para sostener a la dictadura de partido único de
Raúl Castro, ofrecen constantemente su solidaridad, y hasta llevan a La
Habana el producto de sus fechorías, como los 60 millones de dólares que
le aportaron a Fidel los montoneros argentinos tras el secuestro de los
acaudalados hermanos Born, y transfirieron el rescate a la Isla.
El gobierno cubano, en suma, proclama y ejerce su
derecho a ejercer el “internacionalismo revolucionario”, que le costó la
vida al Che Guevara, pero no reconoce el derecho al “internacionalismo
democrático” que deben practicar quienes creen que la libertad es un don
universal.
Mientras Cuba se queja de la intervención de los
populares españoles y los democristianos suecos en la política cubana,
sus agentes y simpatizantes intentan influir en la política
norteamericana. Se ha sabido que algunos de los organizadores de vuelos
charter USA-Cuba han donado hasta 250.000 dólares a la campaña de Obama a
la espera de que ese dinero se transforme en un cambio de política
hacia Cuba en su segundo periodo. Eso se llama hipocresía.
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