07 septiembre, 2012

El Evangelio según Obama


EE UU 

&quote&quoteNo seré ningún teólogo, pero estoy bastante seguro de que ni Jesucristo ni sus antepasados rabínicos pretendían indicar alguna obligación con el Estado cuando hablaban de dar

En el Desayuno Nacional de la Oración, la pasada semana, en busca de sustento teológico a su iniciativa de subir los impuestos a las rentas altas, el Presidente Obama invocaba a la autoridad más elevada. Su legislación, atestaba "como cristiano", "coincide con las enseñanzas de Jesucristo de A quien mucho se le da, se le pedirá cuenta de mucho".
Bien, yo no seré ningún teólogo, pero estoy bastante seguro de que ni Jesucristo ni sus antepasados rabínicos pretendían indicar alguna obligación con el Estado cuando hablaban de dar. El diezmo va al religioso, no al recaudador. La tradición judeocristiana impone por mandamiento la generosidad personal. 
  
Pero no importa. Supongamos que Obama ostenta la autoridad bíblica de elevar el tipo fiscal marginal 4,6 enteros exactamente en el caso de los matrimonios que ganan más de 250.000 dólares (dependiendo, por supuesto, del cambio en vigor entre la moneda israelí y el dólar). Supongamos, en interés del argumento, que la invocación por parte de Obama de la religión en el Desayuno de la Oración como aval de su política no fue, Dios nos coja confesados, electoralismo interesado hipócrita y burdo, sino una expresión sincera de un cristianismo de los evangelios sociales que considera la caridad el pilar central del concepto mismo de religiosidad. 
  
Perfecto. Pero estos Evangelios según Obama tienen un rival -el recientemente revelado Evangelio según Sebelius, en torno al cual ha saltado todo un percance. Según alguna lógica peculiar, compete a la responsable de Salud y Servicios Sociales promulgar la definición de "religioso" - a efectos, por ejemplo, de declarar exentas de ciertos dictados de regulación a determinadas instituciones de carácter religioso. 
  
Tales medidas de gracia se conceden en reconocimiento a regañadientes de que, mientras el resto de nuestra sociedad civil puede estar sometida a la voluntad de los reguladores del Estado, nuestra original Constitución concede especial autonomía a las instituciones religiosas. 
  
En consecuencia, supondría una mofa del Capítulo del Libre Ejercicio de la Primera Enmienda que, por ejemplo, la Iglesia Católica fuera obligada por ley a dispensar con libertad "servicios de salud pública" (en la jerga secular) tales como medidas anticonceptivas, esterilizaciones o el aborto farmacológico - al que el catolicismo se opone de forma doctrinal como grave violación de sus enseñanzas a tenor de lo sagrado de la vida humana. 
  
Ah. Pero no se produce ninguna vulneración del Capítulo del Libre Ejercicio si las instituciones así consideradas se consideran, por mandato regulador, no religiosas. 
  
De ahí, que se nos revelara la nueva de que Sebelius va a decretar el criterio exacto exigido (a) para satisfacer su definición de "religioso" y por tanto (b) acogerse a una cantidad ínfima de independencia del control estatal de la salud pública estadounidense recién promulgado, dentro del cual la antes mencionada secretario de salud Sebelius y su ministerio de expertos determinan todo -desde quién está cubierto a los servicios que se dispensarán gratuitamente de manera garantizada. 
  
Criterio 1: La "institución religiosa" tiene por obligación que tener "la inculcación de los valores religiosos entre sus objetivos". Pero no es ése el objetivo de las organizaciones católicas de caridad; es dar consuelo al pobre. No es el objetivo de los centros hospitalarios católicos; es atender al enfermo. Por tanto, no cumplen el criterio de "religiosos" -- y por tanto se les puede exigir por ley, entre otras cosas, expender la píldora del día después. 
  
Criterio 2: Cualquier institución exenta tiene por obligación que "dar trabajo principalmente" y "atender principalmente a los que comparten sus principios religiosos". Los comedores sociales católicos no piden el carné religioso ni a los hambrientos ni a los ayudantes a los que dan trabajo. Las organizaciones y los centros hospitalarios católicos -hasta las escuelas católicas- no rechazan a judíos o a hindúes. 
  
Su vocación es universal, exactamente el tipo de vocación universal de amor al prójimo que constituye la definición misma de religiosidad celebrada según el Evangelio de Obama. Pero según el Evangelio de Sebelius, estas mismas instituciones católicas no tienen nada de religioso -dentro de la premisa secular de que la religión es lo que sucede los domingos bajo algún techo gótico, al tiempo que la caridad son "servicios sociales" prestados idóneamente por César. 
  
Todo esto sería sencillamente la crónica de las teologías contradictorias, si no fuera por esto: Sebelius es la elegida de Obama. Ella trabaja para él. Estas regulaciones fueron decisión de él. Obama es autor de ambos evangelios. 
  
Por tanto: al halagar a sus invitados del desayuno religioso y justificar sus políticas tributarias, Obama declara esencia de la religiosidad la caridad. Pero gira en redondo y, a través de Sebelius, predica a los fieles que practican la caridad que lo que hacen no tiene nada de religión. ¿Quiere usted practicar religión? Lárguese a un convento. ¿Quiere usted asilo de las competencias del Estado? Salga de su comedor social y vuélvase a los bancos de su Iglesia. Fuera, el Leviatán manda. 
  
La contradicción es flagrante, la hipocresía pasmosa. Pero no es la razón de que Obama ofreciera un compromiso precipitado el viernes. La razón es la tempestad de protestas que se convertía en una amenaza a su reelección. Claro, la reforma sanitaria, la caridad y la religión son importantes. Pero la reelección es divina.

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