Por: Salvador Camarena
Conmemoración en la Plaza de Mayo por el Día Internacional de la Mujer. Foto: EFE
En el Día Internacional de la Mujer se publicaron en diferentes medios de comunicación reportajes sobre problemáticas que marcan la diferencia entre las condiciones que persisten entre las mujeres y los hombres en países de América Latina. De todo el ramillete de informaciones, y a reserva de aquellos que ustedes puedan agregar como su propia selección, encuentro indispensables las siguientes piezas, recordatorio de la gravedad del rezago en las condiciones de equidad, injusticia que debiera recordarse, y combatirse, cotidianamente.
Plaza Pública de Guatemala publica El gran problema, de Anna-Maria Penu, donde se lee:
“Y por eso se oye desde las plazas principales, las calles estrechas de Chile, Perú, Nicaragua, Bolivia, Costa Rica y Uruguay: ‘¡Cuidado, el machismo mata!’. Mata igual que el silencio, mata cada día. Lo repiten las mujeres kirchneristas en frente de la Casa de Las Leyes, y no dentro, porque pueden, porque deben, porque están vivas en Argentina, donde asesinan a una esposa, novia, hermana, hija, madre, amiga cada 30 horas.
Cada 30 horas.
Eso asusta, enfurece, duele. Y, sí, también da miedo. Dice Eduardo Galeano que los hombres temen a las mujeres sin miedo. El sistema de patriarcado en su totalidad se basa en el temor, por eso no paran de amenazar, intimidar, abusar para aleccionarnos, para que no perdamos el miedo. Muchas en todo el mundo han asimilado de esta manera, a base de malos tratos psicológicos, físicos, sexuales y simbólicos la violencia como algo natural por merecido, por razón de su sexo, raza, nacionalidad y clase. Porque el miedo, igual que el lenguaje, es la gran herramienta de control y por lo tanto de poder, cuya forma más sublime es cuando se pega a la piel y se hace invisible. Invisible, aunque esté en todas partes. Y es mucho más difícil luchar contra un enemigo, un mal, un estado de cosas que no puedes ver fácilmente ni distinguir, porque ha estado allí desde que naciste, desde que nació tu madre, desde que nacieron tus abuelas. Además para arrebatarte cualquier posibilidad de vivir fuera de ese contexto de agresiones constantes, para cerrarte de golpe la escapatoria, te aseguran que son imaginaciones tuyas, que estás loca, que realmente todo esto no existe”.
Manifestación en Sao Paulo. Foto: AFP
En The Guardian, Catalina May recuerda que “Chile tiene uno de los más bajos porcentajes de presencia femenina en el mercado laboral de América Latina: mientras el promedio del continente es 53%, en Chile es de solo 42%. (…) Y luego está el tema de la calidad de los trabajos para ellas. Las mujeres ganan 35.4% menos que los chilenos en un puesto similar, a pesar de que eso está prohibido por la ley”.
En The New York Times, Karla Zabludovsky reportaba este jueves que a pesar de que los mexicanos han comentado el hito que representa el hecho de que Josefina Vázquez Mota sea la primera candidata presidencial de uno de los tres grandes partidos políticos de México, el número de mujeres al cargo en el nivel más básico de gobierno, las alcaldías, “es notablemente bajo. Solo en 6% de las ciudades y los pueblos de México las mujeres ostentan el puesto de presidenta municipal. En contraste, las mujeres ocupan uno de cada cuatro asientos en el Congreso, para lo que 40% de las candidatas de un partido deben ser mujeres. Analistas políticos que trabajan con mujeres que aspiran a cargos en México dicen que el proceso democrático en el nivel municipal está atascado por el conservadurismo y la cultura patriarcal, por vagas y sin efecto cuotas de género y por la falta de transparencia y rendición de cuentas”.
En Colombia, Semana destacaba la desproporción entre la multitud de casos de víctimas femeninas de violencia en el marco de conflictos armados, y las bajísimas, sino ridículas, cifras de juicios y sentencias respectivos:
“La mayoría de delitos en el conflicto armado, especialmente los cometidos contra las mujeres, terminan reducidos a números. Y las cifras pueden advertir escandalosas. En la última década, según la representante Ángela María Robledo (Partido Verde), cerca de 400.000 mujeres han sido abusadas sexualmente, en el marco del conflicto armado.
“Por lo general, dice la representante, las mujeres agredidas no denuncian por miedo a sus victimarios o porque desconfían del sistema judicial. El riesgo de que acceder a la justicia termine por victimizarlas de nuevo es alto, dice, por eso considera que la violencia sexual es, entre todos los delitos contra el Derecho Internacional Humanitario, quizás el único que permanece ‘invisible’.
Parte de responsabilidad es de las falencias del sistema de administración de justicia. Por ejemplo, en el 2008 la Corte Constitucional ordenó a la Fiscalía investigar 183 casos específicos de violencia sexual perpetrada por miembros de las Autodefensas. Cuatro años después de la sentencia, no se conoce una sola condena”.
Finalmente, en El País de las Maravillas, el blog de Sofía Montenegro publicado en confidencial.com.ni, se analiza otra vertiente de la problemática que sufren las mujeres en la región: gobernantes que son, dice la autora, “arquetipo del caudillo patriarcal abusivo”. En la entrada Confites en el infierno se lee:
“Un poquito más y Daniel Ortega el pasado viernes se lanza a cantar como Vicente Fernández en mera plaza la canción aquella de machos celosos y borrachos de las mujeres divinas, al anunciar que está enviando una ley para que los partidos políticos incluyan el 50% de mujeres en las candidaturas en las elecciones municipales. “Mujeres, mujeres divinas…mujeres divinas!...La pobreza sólo se podrá derrotar(…) con la participación de las mujeres…¡Y es una batalla dura! porque se trata de luchar contra la cultura machista..!” Que lo diga él, arquetipo del caudillo patriarcal abusivo, es el colmo de la demagogia. Aparte de que la iniciativa no corresponde a una reforma de la Ley de Municipios, sino a una reforma de la Ley Electoral, llega tarde y mal: una “paridad” insostenible porque no hay institucionalidad, ni partidos abiertos y mucho menos elecciones creíbles. Lo de Ortega es mujerismo, una concepción esencialista de la mujer que idealiza las condiciones de su opresión”.
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