03 septiembre, 2012

El patriotismo como amenaza para el capitalismo

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[De The Case for Legalizing Capitalism]
Una vez aprendido que el gobierno actúa de formas que perjudican a sus ciudadanos económicamente y causando guerras, deberíamos preguntarnos exactamente por qué apoyamos a nuestros políticos, por qué apoyamos la mayoría de nuestras operaciones militares y por qué apoyamos nuestra propia identidad nacional. En resumen, deberíamos preguntarnos por qué somos patriotas.
¿Qué es el patriotismo? ¿Qué estamos apoyando exactamente cuando somos patriotas? Si la respuesta es “nuestro país”, ¿significa eso una región geográfica que nuestro gobierno ha identificado artificial y arbitrariamente como propia? Si es así, ¿cambia nuestro patriotismo cuando cambian las fronteras? ¿No deberíamos haber sido patriotas respecto de lo estados del suroeste antes de que los robáramos a México? ¿Deberían los ciudadanos de diversos países ser patriotas respecto de Estados Unidos una vez se les obligó a ser ciudadanos? ¿Deberían los ciudadanos de la los distintos países de la Unión Soviética haber sido patriotas con la URSS después de que se les obligó a punta de pistola a ser ciudadanos? ¿Deberían los ciudadanos de Checoslovaquia (que se reunieron por la fuerza por Woodrow Wilson) haber sido patriotas hacia la República Checa o Eslovaquia después de que la nación se dividiera? Las fronteras geográficas son solo líneas imaginarias y temporales.

¿Es por el contrario el patriotismo el acto de ser leal al propio país, concretamente al territorio en el que uno creció? Si es así, ¿debería quien creció en Nevada pero se muda a Connecticut para desarrollar su carrera profesional ser patriota respecto de Nevada o de Connecticut? Uno podría replicar que la respuesta es a ambos, porque vivió y se identificó con ambas regiones.
Si ese es el caso, ¿qué pasa si uno creció en Estados Unidos, pero desarrolló su carrera profesional en Corea del Sur enseñando en la universidad o trabajando para una corporación multinacional? ¿Es malo que esa persona también sea patriota respecto de Corea del Sur? ¿Qué pasaría si hubiera vivido en Francia y aprendido a amar al pueblo y el territorio y realmente prefiriera Francia a Estados Unidos? ¿Ante quién debería ser patriota, ante Francia o antes Estados Unidos? ¿Soy antipatriota si estoy a favor de Francia?
Si es así, ¿fueron nuestros antecesores antipatriotas al querer la independencia de su Gran Bretaña nativa y hacer de Estados Unidos su nueva nación? Los estadounidenses no parecen pensar hoy eso. Pero si los latinos de Miami quisieran hacer de Miami su propia nueva Cuba o si los estados del suroeste quisieran secesionarse de la nación como país independiente o volver a ser parte de México, les llamaríamos traidores.
¿O se basa nuestro patriotismo en una conexión con la gente de una nación, con nuestros conciudadanos? Si es así, ¿yo debería ser leal a los estadounidenses porque son mis compatriotas? ¿Por qué? Son mis muy patriotas vecinos los que votan democráticamente incautar mis propiedades y dárselas a algún otro contra mi voluntad. Son mis vecinos los que votan regulaciones e intervenciones públicas que empeoran mi vida. Son mis conciudadanos los que votan a políticos que crean guerras y envían a morir a millones de sus propios ciudadanos.
Naturalmente, nuestros líderes públicos llaman patriótico a robar a nuestros vecinos. En 2008, Joe Biden dijo: “es hora [para los ricos] de ser patriotas (…) hora de zambullirse (…) hora de ser parte del reparto (…) hora de sacar a Estados Unidos del hoyo”. Mucha gente sí cree realmente que los ricos tienen que echar una mano y ayudarnos a los trabajadores inocentes que estamos en este hoyo, un hoyo creado por Biden y otros cargos públicos por sus políticas de impresión de dinero, gastando más de lo que pueden robar a los ciudadanos y destruyendo nuestra riqueza y produciendo crisis económicas de muchas otras maneras. Es un hoyo que se creó porque volvimos a votar las mismas malas políticas de los últimos 100 años.
Biden dice implícitamente que los ricos están utilizando demasiado dinero para proporcionarnos bienes y empleos. Por el contrario, deberían convertir sus activos en efectivo y dárnoslo para consumirlo. Así que, según Biden, es antipatriótico proporcionar las cosas que mejoran nuestras vidas. Por el contrario, es patriótico derrochar toda nuestra riqueza.
Si esto es patriotismo, todos deberíamos ser antiestadounidenses. La mayoría de los estadounidenses apoyan estas ideas terribles y apoyan a políticos terribles como Joe Biden, que causan este daño. Lo mismo es aplicable a políticos y ciudadanos en todos los países. ¿Por qué debería uno ser leal a esa gente?
El pueblo de Argentina (y otros países latinoamericanos) afronta crisis económica masivas por parte de sus políticos ladrones cada década, crisis que incluyen hiperinflación que elimina los ahorros de su vida, crean crisis bancarias, desempleo masivo, deuda nacional masiva y sufrimiento general. Han soportado abusos sobre derechos humanos, persecución política, jueces serviles, falta de responsabilidad, corrupción extendida, demagogia virulenta, trastornos sociales y ausencia de derechos económicos individuales durante siglos. Pero los argentinos son increíblemente patriotas y están orgullosos de su nación.
Ciudadanos de México y Cuba arriesgan su vida e integridad física para escapar a Estados Unidos para encontrar trabajo y sobrevivir, porque sus conciudadanos y gobiernos les ofrecen internamente pocas oportunidades de prosperar. Aun así, ambos pueblos muestran orgullosamente sus banderas nativas en el exilio.
Los ciudadanos de Alemania y Austria han sido llevados a la guerra una y otra vez con millones de padres y hermanos muertos, pero siempre han sido históricamente patrióticos y han estado dispuestos para la próxima guerra (aunque desde la Segunda Guerra Mundial hayan sido en buena medida antibelicistas). ¿Por qué deberían ser patriotas cualesquiera de estos pueblos? ¿Qué están apoyando exactamente con su devoción por su país?
El patriotismo es una idea abstracta sin sustrato real. No significa nada, es solo una fachada, un truco, pegamento imaginario que mantiene a un pueblo ingenuamente devoto a causas, países, gobiernos y vecinos que normalmente le producen daño (la expresión “aunar esfuerzos” es igualmente ambigua y vacía). Las fronteras nacionales no significan nada. No existirían sin la fuerza del gobierno y normalmente se establecen por razones políticas y de poder, no de acuerdo con las religiones, identidades, culturas o preferencias de los individuos.
Una y otra vez, década tras década, las fronteras cambian. La gente a cada lado de una nueva frontera se supone que ha de ser leal al pueblo dentro de la nueva frontera y al nuevo gobierno que se le impone. A menudo se resisten y quieren recuperar sus identidades previas. Por esta razón, y por razones de libertad y autogobierno, regiones como Chechenia, Georgia, Palestina, Quebec, Norte del Tíbet, Taiwán, Sri Lanka y Kosovo, entre otras muchas, luchan a menudo por la independencia. Más a menudo que no, a quienes luchan por la libertad (y por el socialismo, por cierto) se les llama luchadores por la libertad, pero son calificados como terroristas por quienes se oponen a su separatismo.
En los Estados Unidos actuales, el patriotismo es, en la práctica, el acto de agredir a otras naciones, es el acto de robar a nuestro conciudadano en nombre de mejorar nuestra prosperidad, mientras se destruye en la práctica nuestra prosperidad. Bajo el nombre del patriotismo y la supuesta libertad es justificable para Estados Unidos atacar a ciudadanos de cualquier país, incluido el suyo.
El patriotismo es habitualmente la causa de muchos de nuestros problemas, no su solución. Y según pasa el tiempo, estamos cada vez más obsesionados con él. Ahora un cargo público o incluso los jugadores y árbitros de fútbol no pueden aparecer en público sin una bandera estadounidense en su solapa o camiseta. Pronto se obligará a que nuestros coches muestren el lazo rojo, blanco y azul (los pocos que aún no lo tienen) y esas cosas indudablemente han ocurrido antes en este país. Todos debemos demostrar que somos, como dijo Biden, “parte del reparto”. Es una reminiscencia del nazismo, en el que todos los ciudadanos juraban obediencia a su gobernante y saludaban y agitaban orgullosamente la bandera nazi en nombre del nacionalismo: vivían y morían por la gloriosa patria. Solo estamos unos pocos pasos por detrás de ellos.
Los presentadores de radio de derechas potencian esta causa obsesionados acerca de por qué tenemos que protegernos de agresores y terroristas y luchar por nuestra libertad. En realidad, habría poca o ninguna protección necesaria si sencillamente dejáramos en paz al resto del mundo. Y no es que solo los republicanos no nos ofrezcan libertad mediante las políticas económicas y sociales que proponen, sino que hacen que perdamos libertad a ritmos rápidos durante las guerras en las que nos meten.
La farsa del patriotismo está ahora en un momento en el que estos presentadores de debates dicen a cada persona que llama (que están de acuerdo con) que “son grandes estadounidenses” y cada persona que llama, dice respondiendo al presentador que él es también “un gran estadounidense”. Uno se pregunta si no se sentirán algo tontos con esas tonterías tan melodramáticas.
Y cuando todos “nuestros muchachos”, nuestros “héroes”, están en la guerra, tomando voluntariamente dinero para ir a matar a otra gente en todo el mundo, muchos “apoyamos a nuestras tropas” ciegamente. No importa si nuestras tropas están realmente ayudándonos o perjudicándonos o salvando a la gente o destruyéndola: como son tropas estadounidenses, deberíamos apoyarlas… igual que el pueblo alemán apoyó ciegamente a sus tropas nazis sencillamente porque eran alemanas.
El patriotismo lleva a la gente en cada país a creer que su país es superior a otros y que su país debe pervivir y prosperar a toda costa, incluso si eso significa la muerte de gente en otros países. El patriotismo alimenta una actitud de “ellos contra nosotros”. Sin la idea de patriotismo y fronteras nacionales, la gente viviría donde y como prefiriera, practicaría la religión que quisiera, se casaría con quien deseara y produciría, intercambiaría y prosperaría de la forma en que viera apropiado hacerlo. (Allí sí tendría que haber, y habría, un cuerpo gubernativo, no solo uno con poderes de monopolio de policía y control). No nos veríamos tanto como miembros de grupos particulares (nacionalidades), sino como diversos pueblos del mundo. Y aun así se nos obliga por ley a “celebrar” la diversidad en nuestro mundo controlado por el gobierno.
En ausencia de fronteras públicas, la gente se entremezclaría más fácilmente en el mundo y no vería a los demás como “esa otra gente”, sino naturalmente como sus vecinos. Quienes quisieran ser racistas o sencillamente preservar su propio tipo serían también capaces de hacerlo  en tanto propiedad como pudieran adquirir pacíficamente a través del intercambio.
La gente podría apresurarse a juzgarme como desagradecido. Podría decir que debería estar agradecido que mi país me haya permitido el nivel de libertad que tiene, que es de hecho mucho mayor que en la mayoría de los países, aunque disminuya cada mes. De hecho, estoy agradecido por tener la suerte de vivir en un lugar que ofrece una relativa libertad. Pero esto no es una razón para ser leal. Si lo fuera, también podría argumentar que una esposa que es golpeada periódicamente por su marido que le amenaza con producirle mucho más daño si trata de abandonarlo, pero en lo demás la trata bien y casi amorosamente, debería serle asimismo leal. Debería en esta caso estarle agradecida de que le permita una vida relativamente normal, aunque le amenace utilizar la fuerza contra ella y lo hace periódicamente.
Este pensamiento es erróneo. Nadie debería ser leal y patriótico con alguien que le permite ser libre en buena medida, pero sigue tratándole injustamente. La libertad frente al daño y la coacción debería ser un derecho natural, no algo concedido por quienes son tan buenos como para no matarnos o mantenernos como esclavos. Por eso, por ejemplo, sigue siendo ilegal e inaceptable retener a mujeres contra su voluntad o atacar a un conciudadano como acción que inicia una agresión. Una agresión es una agresión, incluso en una sociedad libre.

Los males de la democracia y los partidos políticos

Los partidos políticos en todos los países tienen sus trucos y cada uno conlleva normalmente alguna forma de socialismo. En Estados Unidos, el programa republicano consiste en imponer sus hipócritas y extremistas creencias religiosas en nuestro país y causar guerras, muerte y colocar dictadores en otros países. El programa demócrata implica tratar de destruir deliberadamente nuestros medios de aumentar nuestros niveles de vida y tratar de igualar a todos arrastrándonos a la baja al mínimo común denominador económico. Estas son las cosas en las que cada partido se limita a centrarse, pero, en realidad, ambos partidos promueven la mayoría de las mismas políticas. Ambos grupos, junto con todas las demás formas de gobierno, aplican el uso de la fuerza para hacer que la gente viva y actúe de forma distinta de la que elegirían en otro caso y hacer que les entreguen buena parte de sus propiedades personales tras ganarlas de forma justa.
Independientemente del hecho de que los republicanos (y los demócratas en menor grado) afirmen defender los libres mercados y el capitalismo, no lo hacen. Lo republicanos son socialistas y totalitarios igual que los demócratas. Las personas apoyan fervientemente a sus respectivos partidos republicano y demócrata y ven que el otro partido, al que detestan, apoyando opiniones reprensibles. En el panorama general, republicanos y demócratas están virtualmente codo con codo en el espectro político que va del comunismo (socialismo completo) por un lado, al capitalismo de libre mercado (libertad completa), por otro. Por ejemplo, ambos partidos publicaron recientemente sus planes respectivos para rescates públicos y nacionalizar nuestro sistema sanitario.
Nuestra sociedad siempre está orgullosa de apoyar la “democracia” al pensar que equivale automáticamente a la libertad. Pero la libertad no está necesariamente relacionada con la democracia y puede o no coincidir con ella. Un dictador, como Pinochet en Chile, puede crear mercados muy libres y una democracia puede crear un totalitarismo parcial o completo, como pasó con la elección democrática de Adolf Hitler y más recientemente con la de Hugo Chávez. En realidad, la democracia puede reducirse sencillamente a un método de votación, que permite la expropiación de la propiedad de otros: “la tiranía de la mayoría”.
Aunque hayan sido socialistas de un tipo u otro, ya sean fascistas, dictadores, comunistas o demócratas, los que han empezado todas las guerras del último siglo, matando a cientos de millones, los que han controlado estricta y a menudo violentamente a los individuos en sus países respectivos y los que han causado hambre, desempleo y sufrimiento a millones durante décadas, es al socialismo a lo que recurre la mayoría de la gente en el mundo como algo que les ayudaría. Los socialistas templados (tu demócrata o ecologista medio), curiosamente, cree que los socialistas extremistas (comunistas) son malos, a pesar de que el comunismo no es sino un estado avanzado de la políticas que apoyan categóricamente los socialistas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, nuestros economistas y cargos públicos estaban impresionados con el sistema socialista que destruyó la economía de Alemania y querían replicarlo en la economía de Alemania Occidental. Por suerte, los líderes de Alemania Occidental, conscientes de esto y de la destrucción que habían causado las políticas económicas nazis, mediante fórmulas retorcidas establecieron y sistema de mercados relativamente libres que produjo un enorme crecimiento económico durante los siguientes 30 años (superando los efectos negativos del Plan Marshall).[1]
La gente apoya el mal del socialismo porque, paradójicamente, temen que las empresas individuales (que raramente, o nunca, han matado a nadie y que, en ausencia de regulación pública, nunca han tomado nada de nadie por la fuerza y no solo no podrían producir daño, sino proporcionar mejoras para nuestras vidas) puedan dañarle de alguna. Todo porque no entienden qué es el capitalismo y cómo funciona.

El patriotismo de los políticos

Aunque los políticos declaran ser patriotas y hacer lo mejor para Estados Unidos, hacen exactamente lo contrario. ¿Cómo podrían saber lo que ayuda o daña realmente a los ciudadanos estadounidenses? ¿Han dedicado años al estudio de causas y efectos económicos? ¿Han aprendido técnicas que podrían generar una mayor producción? ¿Han leído numerosos libros de comportamiento organizativo, para poder “planificar” la economía? ¡Por supuesto que no!
Han pasado el tiempo besando bebés, haciendo encuestas para descubrir lo que quieren los votantes, aprendiendo a ser actores y haciendo discursos emocionales y apasionados que apelan a las masas que se engañarán con esos trucos. En resumen, los políticos son los equivalentes a los presentadores de concursos televisivos. Si fueran realmente patriotas, dedicarían su tiempo a descubrir lo que ayuda realmente a la gente, en lugar de idear sencillamente cómo ganar votos.
Creemos ingenuamente que los políticos están ahí para “liderarnos”. Creemos que el presidente, al “dirigir el país”, tiene el trabajo más duro de la tierra. Esto es en parte porque la gente que no entiende de economía cree que un país no puede “dirigirse” por sí mismo. Pero puede.
Son las personas y empresas individuales las que hacen progresar nuestras vidas. El presidente no se levanta por las mañanas y enciende las luces de la fábrica o pone en marcha las máquinas. No determina cuánto debe producirse cada día. Individuos, capital y precios de mercado dirigen el país.
El presidente Obama no nos “lidera” a lo largo de la crisis: simplemente está manipulando la economía más de lo que ya se manipulaba. Si no lo hubiera hecho, el mercado (es decir, los individuos) podría haberla arreglado por sí mismo.
Hemos visto que la planificación del gobierno no ayuda a una economía. Hemos visto que la regulación no protege a los ciudadanos ante empresas y que las acciones militares no protegen a los ciudadanos ante agresores foráneos (excepto en circunstancias especiales). Por supuesto, algunas de las acciones a las que se dedica el presidente implican dictar o ajustar leyes que pretenden proteger nuestros derechos y propiedades legales. Pero la mayoría de sus acciones implican precisamente lo contrario: tomar nuestra propiedad o impedir nuestra libre voluntad de elegir.
Por ejemplo, hay leyes que impiden que las bandas entren en nuestros hogares y nos echen de ellos, pero, al mismo tiempo, hay muchas otras leyes relacionadas con cómo el gobierno nos quitará nuestros hogares  si dejamos de pagar alguno de los múltiples impuestos que nos aplican, impuestos que permiten legalmente que nuestra propiedad, nuestras nóminas, se entreguen a otros, incluyendo estas mismas bandas, a través de la redistribución de la riqueza.
El mismo tipo de “trabajo a favor del pueblo” lo realizan todos los miembros del Congreso y el Senado, y en menor medida el gobierno estatal y local. El país podría funcionar bastante bien en un año cualquiera si el Congreso y el presidente ignoraran todo el “trabajo” que efectuarían, excepto centrarse en el aproximadamente 1% de decisiones que implican proteger verdaderamente a los ciudadanos y proporcionar servicios básicos que queremos y necesitamos. La mayoría del otro 99% de su trabajo implica imponer fuerza pública implícita o real para beneficiar a un grupo a costa de otro. El gobierno es simplemente una institución (un instrumento) que se utiliza para producir estas acciones inicuas.
El “trabajo” de los políticos implica hacer lo que sea necesario para agradar a sus electores. Sus electores, a su vez, normalmente quieren subvenciones públicas, regulación, transferencias de riqueza o alguna otra imposición del gobierno, de forma que puedan beneficiarse de la supresión de otros cuando no podrían hacerlo de otra manera.
Casi todo lo que vemos hoy hacer al gobierno consiste en esto: banqueros, empresas automovilísticas, aerolíneas y acerías se subvencionan a costa de los contribuyentes, así que no tienen que dedicarse a los negocios; a los trabajadores de les protege de tener que recibir salarios de mercado; a los trabajadores pobres se les protege con un salario mínimo; las empresas están reguladas para que no dañen a los consumidores; el gobierno obliga a la negación de contratos de forma que los prestatarios puedan beneficiarse a costa de los prestamistas; la inflación se genera de forma que pueda sacarse más dinero de los contribuyentes y dárselo a otros; la legislación medioambiental se impone para dejar que los ecologistas “protejan nuestro entorno” a costa del resto; se impide que una industria fabrique un producto concreto para que no se vean afectados los beneficios de otra. Esta lista literalmente sigue y sigue durante decenas de miles de páginas (en el registro nacional).
Aunque todas estas acciones son perjudiciales para la sociedad, a los políticos no les importa. Lo que les importa es conseguir votos. Les importa ser reelegidos. Por tanto harán lo que parezca ayudar a los votantes, aunque sus acciones normalmente dañen a esos mismos votantes. La salud a largo plazo del país no les interesa y sí el éxito a corto plazo de su carrera. No saben exactamente que ayudaría o dañaría, pero no tienen que preocuparse por esas cosas nimias.
Por eso es tan vitalmente importante que los propios votantes entiendan lo que les ayuda y lo que les perjudica. Si los votantes reclamaran a los políticos las cosas que verdaderamente les beneficiaran, los políticos se las darían, pues ellos aprobarán o no aprobarán las leyes que les den votos.
Si la gente reclamara que el gobierno dejara de imprimir moneda, dejara de regular los negocios, dejara de gravar con impuestos y dejara de robar a los ricos, el gobierno dejaría de hacerlo. Así todos los miembros de la sociedad verían un aumento radical en sus niveles de vida, con trabajos disponibles para todos y bajadas constantes de precios.
Pero hay un truco: los que ganaran menos que la media (los beneficiarios netos de la redistribución de riqueza) habríamos entendido claramente cómo se beneficiarían rechazando votar un dinero libre. Tendrían que entender que, en lugar de recibir dinero, lo ganarían en forma de salario. Pero este cambio de estructura generaría una riqueza mucho mayor para este grupo. Este tema es probablemente el mayor reto que afrontan los mercados libres, pues es muy difícil convencer a alguien de que si rechaza dinero gratis se encontrará en mejor situación.

1 comentario:

arturo dijo...

EL CAPITALISMO SE MUEVE POR EL AFAN DEL DINERO NUNCA POR EL PATRIOTISMO YA QUE EL PATRIOTISMO ES LA ANTÍTESIS DEL CAPITALISMO POR ESO ES NOCIVO Y VA CONTRA LOS INTERESES DE LAS NACIONES