Daniel Gros
Muchos responsables de políticas y economistas han observado que la recuperación de la crisis financiera de 2007-2008 ha sido mucho más lenta que la mayoría de las recuperaciones tras la posguerra, que necesitaron, en promedio, poco más de un año para devolver la producción y el empleo a sus niveles anteriores. Según este estándar, la recuperación actual es inaceptablemente lenta: la producción y el empleo aún se mantienen por debajo del máximo anterior. Los responsables de políticas justifican entonces el uso de todas las maniobras macroeconómicas disponibles para lograr una recuperación que se asemeje a las del pasado.
Al adoptar esa postura, los funcionarios son reacios a considerar que la reciente crisis es resultado del estallido de una burbuja crediticia sin precedentes. En alguna medida, podría haber una lógica en esperar también un repunte sin precedentes. Cuando surgió la crisis, muchos se ilusionaron con una recuperación con forma de V, sin reparar en la gran cantidad de investigaciones que indicaban que las recuperaciones de recesiones causadas por crisis financieras tienden a ser más débiles y lentas que las de recesiones normales.
Si las recuperaciones posteriores a las crisis financieras son diferentes, las políticas macroeconómicas estándares podrían no funcionar como se espera. Y una comparación transatlántica sugiere que éste puede ser, efectivamente, el caso.
Uno esperaría que el shock de la crisis financiera fuese comparable en los casos de EEUU y la Eurozona, dado que su tamaño es similar, exhiben un grado de diversidad interna semejante y experimentaron un aumento parecido en los precios de las viviendas (en promedio) en los años previos a la caída. Además, el aumento relativo en la deuda (apalancamiento) en el sistema financiero era similar en ambos lados del Atlántico.
Y, de hecho, el desempeño económico de EEUU ha sido muy similar al de la Eurozona desde que comenzó la crisis: el PIB per cápita continúa aún aproximadamente un 2% por debajo del nivel de 2007 en los dos casos. La tasa de desempleo en ambas ha aumentado también aproximadamente lo mismo: tres puntos porcentuales.
Por supuesto, podríamos señalar países específicos en Europa sumidos en la recesión. Pero EEUU también tiene zonas deprimidas. En lugar de Irlanda y España, léase Nevada y California (y, en vez de Grecia, Puerto Rico). La comparación adecuada entonces es entre los promedios de dos economías de tamaño
Estas semejanzas en su desempeño económico son sorprendentes, dado que la política macroeconómica en EEUU y la zona del euro ha sido muy diferente. EEUU dejó que su déficit fiscal superase el 10% del PIB, mientras que la zona del euro lo mantuvo por debajo del 6%. Si se considera un período de cinco años (2007-2012), EEUU no ha tenido resultados mejores que los de la Eurozona, a pesar de la dosis de expansión fiscal mucho mayor que aplicó. En EEUU, y el Reino Unido, el déficit gubernamental general continúa alrededor del 8% del PIB, mientras que en la zona euro es de poco más del 3%; y la relación entre deuda y PIB en EEUU aumentó más de 41 puntos porcentuales, frente a sólo 25 en el caso de la Eurozona.
La economía con la mayor dosis de política expansiva se ha recuperado menos: el PIB per cápita en Reino Unido aún es un 6% menor que en 2007. Podría argüirse que se vio especialmente expuesto, ya que los servicios financieros constituyen una gran parte de su PIB. Pero la realidad muestra que su economía, en teoría la más flexible en Europa, no se ha recuperado del shock en cinco años, a pesar de los masivos estímulos fiscales y monetarios, unidos a una notable devaluación.
En resumen, parece que esta vez -o, mejor dicho, este entorno poscrisis- realmente es diferente, y que las políticas macroeconómicas no han logrado mucho para mejorar la situación. Países como EEUU y Reino Unido, que están endeudándose a ritmos sin precedentes; apuestan a que el gasto deficitario eventualmente dará como resultado una economía más sólida. Pero se arriesgan a alcanzar relaciones entre deuda y PIB por encima del 100%, que los dejarían a merced de los mercados financieros si las emociones se tornan en su contra.
La historia sugiere que los tipos de interés no se mantendrán en niveles mínimos sin precedentes indefinidamente y, cuando el cambio llegue, puede ser abrupto. ¿Por qué deberíamos esperar que esta vez sea diferente?
Daniel Gros, director del Centro de Estudios Políticos Europeos.
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