03 septiembre, 2012

¿Hay un derecho a sindicalizar?

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[Artículo número 26 de la lista de lectura de 30 días de Robert Wenzel que te ayudará a convertirte en un conocedor libertario]
Me resisto a la idea de que tengamos un “derecho a sindicalizar” o a que la sindicalización sea equivalente o, peor, sea una consecuencia del derecho de libre asociación. Sí, teóricamente, una organización laboral podría limitarse para organizar un paro masivo si no consigue lo que desea. Esto realmente sería una consecuencia de la libre asociación.
Pero todos los sindicatos que conozco se reservan el derecho a emplear violencia (es decir, a iniciar violencia) contra trabajadores en competencia (“esquiroles”) ya sea en la “forma obrera” de agredirlos o en una “forma elegante” haciendo que se aprueben leyes que obliguen a los empresarios a tratar con ellos y no con los esquiroles. (¿Conoce alguien algún ejemplo en contrario? Si conocéis alguno, me encantaría saberlo. Una vez pensé haber encontrado uno: la Christian Labor Association de Canadá. Pero basándome en una entrevista con ellos, decir que aunque eviten la agresión “obrera”, apoyan la versión “elegante”).
¿Qué pasa con el hecho de que hay muchos ejemplos en contrario: sindicatos que realmente no han iniciado violencia? Además, hay incluso gente afiliada durante muchos años a sindicatos que nunca han sido testigos de un estallido de violencia real.

Dejadme aclarar mi postura. Mi oposición no es meramente a la violencia, sino más bien a la “violencia o amenaza de violencia”. Mi postura es que, a menudo, no hace falta violencia real, si la amenaza es lo suficientemente seria, lo que, sostengo, siempre se obtiene mediante el sindicalismo, al menos como se practica en Estados Unidos y Canadá.
Probablemente, Hacienda nunca haya utilizado violencia física real en toda su historia. (Está en buena parte compuesta de empollones, gente no agresiva físicamente). Porque confía en tribunales y policía del gobierno de EEUU, que tienen un poder abrumador. Pero sería superficial afirmar que Hacienda no utilice “violencia o amenaza de violencia”. Esto también es cierto para el agente de policía que te detiene y pone una multa. Son extremadamente educados y están entrenados para esto. Aun así, la “violencia o amenaza de violencia” permea todo su relación contigo.
Tampoco niego que a veces la dirección no utilice “violencia o amenaza de violencia”. Mi única opinión es que es posible apuntar numerosos casos en los que no lo hace, mientras que esto mismo es imposible para los sindicatos, al menos en los países de los que estoy hablando.
En mi opinión, la amenaza que emana de los sindicatos es objetiva, no subjetiva. Es la amenaza, en los viejos días obreros, de que cualquier trabajador competidor, un “esquirol”, sería agredido si cruzaba un piquete y, en los días modernos de la elegancia, de que cualquier empresario que despida a un empleado sindicalista en huelga y lo sustituya por otro trabajador permanentemente, violará varias leyes laborales. (Por cierto, ¿por qué no es “discriminatorio” y “odios” describir a trabajadores dispuesto a trabajar por menos paga y competir con la mano de obra sindicalizada como “esquiroles”? ¿No debería considerarse esto como equivalente a usar la palabra que empieza por “N” para la gente de color o la palabra que empieza por “K” para los judíos?
Supongamos que un hombre canijo y pequeño se enfrenta a un tipo grande y fornido con aspecto de jugador de rugby y le reclama su dinero, amenazándole con que si el tipo no se rinde, le pateará en el trasero. Llamo a esto una amenaza objetiva y no me importa si el grande se ríe de él tontamente como reacción. Segundo escenario. El mismo que el primero, solo que esta vez el tipo pequeño saca una pistola y amenaza con disparar al grande si no le entrega su dinero.
Hay dos tipos de grandes. Uno se sentirá amenazado y entregará su dinero. El segundo atacará al pequeño (en defensa propia, en mi opinión). Tal vez se sienta omnipotente. Tal vez vista un chaleco antibalas. No importa. Una amenaza es una amenaza, independientemente de la reacción de grande, independientemente de su respuesta psicológica interior.
Volvamos ahora a las relaciones de gestión laboral. El sindicato amenaza objetivamente a los esquiroles y a los empresarios que los contratan. Hoy en día, esto es puramente un asunto legal, no sentimiento psicológicos por parte de nadie. Por el contrario, aunque no puede negarse que a veces los empresarios inician violencia contra los trabajadores, no lo hace necesariamente, como empresario. (Sin emabrgo, a menudo dicha violencia es en defensa propia).
Esto es similar los que dije acerca del proxeneta en mi libro Defending the Undefendable: Para este fin, no me preocupa si todos y cada uno de los proxenetas han iniciado de hecho la violencia. Tampoco importa si lo hacen a todas horas. No es una característica necesaria para ser un proxeneta. Aunque no existiera ningún proxeneta no violento, podemos imaginar uno. Aunque todos los empresarios iniciaran siempre violencia contra los empleados, seguimos pudiendo imaginar empresarios que no lo hacen. En un agudo contraste, debido a la legislación laboral que todos apoyan, no podemos siquiera imaginar un trabajo sindicalizado que no amenace con la iniciación de violencia.
Murray N. Rothbard estaba completamente en contra de los sindicatos. Esto derivaba de dos factores. Primero, como teórico  libertario, porque el trabajo sindicalizado amenaza con la violencia (ver El hombre, la economía y el estado, pp. 620-632). Segundo, basándose en el daño personal sufrido a manos de su familia (ver An Enemy of the State: The Life of Murray N. Rothbard de Justin Raimondo, pp. 59-61).
Nunca debemos sucumbir a los cantos de sirena del matonismo de los sindicatos.

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