11 septiembre, 2012

La deuda que tenemos con el comercio

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Era el año 1600 y el café se había hecho enormemente popular en toda Europa, igual que había sido popular en todo el mundo musulmán desde su descubrimiento 900 años antes. El papa del momento era Clemente VIII. Sus consejeros le pedían que hiciera algo para acabar con la manía del café que entonces se extendía por toda la cristiandad. Probó el café, reflexionó sobre sus propiedades y luego, ante el asombro de sus consejeros, lo bendijo como bebida cristiana.
¡Larga vida al papa!
Las cosas no eran tan sencillas en el mundo protestante. La bebida seguía siendo controvertida en partes de Alemania en el siglo XVIII, como demuestra la jocosa “Cantata del Café” de J.S. Bach.

La historia, que aparentemente es verdad por todas las verificaciones que he realizado, aparece en la página 247 de un libro maravilloso que no solo se ocupa de la expansión del comercio de café sino del comercio de todos los bienes y servicios, desde el Edad de Piedra hasta hoy y lo hace de una forma maravillosamente intrigante. El libro es A Splendid Exchange: How Trade Shaped the World, de William J. Bernstein. El libro es largo (494 páginas) pero engancha en cada página.
Después de acabar el libro, me encontré pensando constantemente acerca de sus contenidos. Su asunto es tan ubicuo que apenas se analiza nunca de cerca. El periodo de tiempo se estira de una era a otra, la geografía cubre el planeta y las cosas cubiertas incluyen especias, café, seda, cerdos, metales preciosos, petróleo y realmente casi todo lo demás. Bernstein demuestra miles de veces que el mundo que vemos sería irreconocible sin el comercio, y demuestra que el comercio ha modelado lo que somos de formas que nadie reconoceríamos del todo. El detalle histórico es asombroso. La escritura es culta, pero clara y fascinante a cada página.
Tratemos de imaginar la cocina italiana sin tomate, las tierras altas alrededor de Darjeeling sin plantas de té, una mesa estadounidense sin pan de trigo o carne de vacuno, un café el cualquier lugar del mundo más allá del lugar de nacimiento de la bebida en Yemen o la cocina alemana sin patatas.
Así era el mundo antes de 1492, antes de que miles de millones de terreno cultivable fueran ocupados por especies de tierras remotas. No es parte de una ley natural. Fue el resultado de la reflexión y el trabajo. Implicaban enormes riesgos económicos y físicos. Es una de las formas en que el jardín de este mundo ha sido cultivado y mantenido por la humanidad, metro a metro cuadrado.
El libro de Bernstein ayuda a mantener en contexto toda la polémica sobre la globalización. No hay nada absolutamente nuevo en la globalización. Nada. El progreso de la “globalización” ha seguido su trayectoria actual en toda la historia registrada. Este comercia ha hecho al mundo cada vez más próspero. ¿Y por qué? Porque el comercio ha permitido a las poblaciones de todo el globo cooperar para su mejora mutua. Sin comercio, la población humana disminuiría y la mayoría moriríamos. Incluso una pequeña disminución del comercio puede producir una depresión económica y disminuir radicalmente nuestros niveles de vida.
Uno de los grandes errores de la raza humana es que tendamos a considerar la riqueza que nos rodea como algo dado, algo que es solo parte del mundo y que durará por siempre y no requiere ningún trabajo obtener. Parte de la razón por la que cometemos este error es nuestra tendencia general a contemplar solo la experiencia de nuestra vida. Pero la riqueza que nos rodea es el fruto de toda la historia, el capital acumulado de la raza humana desde el principio de los tiempos. Hemos nacido con él, crece mientras vivimos y luego morimos. Apreciar el gran cuadro conlleva trascender nuestro propio y breve intervalo de experiencia.
Esto es precisamente lo que hace el libro de Bernstein. Nos lleva fuera del aquí y ahora y nos ayuda a entender el panorama general y lo hace mirando a los detalles de bienes comerciados en países muy lejanos en todos los tiempos. El libro está estupendamente escrito y es maravillosamente interesante en cada página. No puedo recomendarlo bastante.
Mis únicas quejas son menores: no parece tener una teoría sólida del comercio que vaya más allá de las convenciones económicas neoclásicas. Si hubiera adoptado alguna, habría sido capaz de ir más allá de la muy buena crónica para forjar realmente una teoría sólida del propio orden social. Es otro ejemplo de cómo la “propensión al transporte y el trueque” de Smith se ha equivocado: en lugar de ver el comercio como una extensión de la racionalidad humana, un intercambio mutuamente beneficioso que deriva del deseo de mejorar nuestra parte en la vida, trata todo el tema como su fuera una especie de instinto. Pero es un descuido lamentable que en modo alguno disminuye su contribución.
Mi segunda queja se refiere al último capítulo, que sigue una regla a menudo citada por el último Murray Rothbard: que todos los capítulos finales de los libros deberían eliminarse. Bernstein dedica todo el libro a demostrar cómo el comercio puede tener lugar sin ninguna dirección del gobierno y luego usa el último capítulo para defender el comercio dirigido por el gobierno en la forma Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la Organización Mundial del Comercio.
Te dan ganas de gritar: ¡Lea su propio libro Sr. Bernstein!
En general, yo habría agradecido una conclusión menos indecisa, algo en la línea de apuntar que el comercio es lo que hace posible que todas las cosas grandes y gloriosas tomen forma en este mundo y sin las cuales solo unas pocas personas estarían vivas, viviendo en cavernas y comiendo lo que pudieran cazar o recolectar.

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