La fatal "creación destructiva"
Hernán Bonilla es columnista del diario El País (Uruguay), consultor independiente y diputado suplente del Partido Nacional de Uruguay. Obtuvo su maestría de Economía de la Universidad de Ort.
El economista austríaco Joseph Schumpeter realizó varias contribuciones relevantes a la ciencia económica: una monumental historia del pensamiento económico, un profundo estudio sobre los ciclos, conferencias memorables sobre la relación entre ciencia e ideología. Sin embargo, la razón por la que es mas citado hoy en día es por un concepto simple pero muy útil, la destrucción creativa. Para Schumpeter el proceso típico del capitalismo es que aquellas empresas que van quedando obsoletas sean sustituidas por otras que encuentran nuevos métodos de producción o de distribución, implementan una nueva tecnología, logran producir en forma más eficiente, o sencillamente logran convencer a los consumidores.
En una economía libre lo habitual es que el consumidor decida que empresas tienen beneficios y cuáles pérdidas. Quien sale ganando de esa competencia es la sociedad en su conjunto, que dispondrá de más bienes, mejores y más baratos. Ahora bien, esto no siempre es lo que sucede en la práctica, a medida que la economía se aparta del modelo liberal para acercarse al estatista. Cuando no es el mercado quien decide, deciden los políticos y los burócratas, a través de decisiones que desvían recursos asignados voluntariamente a los fines que ellos consideran apropiados.
En este caso los empresarios ya no se destacarán por su capacidad innovadora, su creatividad, su inteligencia o su perseverancia, sino por sus vínculos con el poder de turno. Sutilmente se van transformando de empresarios emprendedores a empresarios cortesanos, que deben dedicar más tiempo a hacer lobby que a mejorar su negocio. Entonces, al desvirtuarse el Estado de Derecho y hacerse flexibles las reglas de juego de acuerdo al jugador se daña irremediablemente el crecimiento económico.
Uruguay conoció bien este fenómeno a mediados del siglo XX cuando en el apogeo del Contralor de Exportaciones e Importaciones un comité definía la suerte de cada empresa. Luego de esa etapa fuimos mejorando nuestras instituciones económicas, pero no lo suficiente, y en los últimos años notoriamente hemos involucionado.
Es que en realidad el proceso económico del Uruguay, aquel de mediados del siglo XX o el actual, puede caracterizarse como el inverso del que describía Schumpeter. En nuestro país en vez de destrucción creativa lo que tenemos es "creación destructiva"; empresas que sobreviven más allá de sus posibilidades reales, pasan a ser autogestionadas por los trabajadores, subsidiadas, nunca dan quiebra, etc. No es que la autogestión siempre funcione mal, pero no puede ser el método estándar. Si no se acepta que es necesario que funcione el proceso natural del capitalismo no surgirán las empresas nuevas que son las que realizan inversiones, crean empleos genuinos y al ser más productivas ofrecen mejores salarios.
Debemos superar el cortoplacismo de que las empresas que cierran son concretas y visibles mientras que las que se van a crear no las conocemos y ni siquiera sabemos a qué se van a dedicar. Ese miedo a lo nuevo genera un temor paralizante, humanamente entendible, pero económicamente letal. O terminamos de entender al capitalismo o seguimos con nuestro vernáculo proceso de "creación destructiva" atando al cuello de los emprendedores una piedra demasiado pesada.
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