07 septiembre, 2012

México: Del presidencialismo a la desunión

México: Del presidencialismo a la desunión – por Sergio Sarmiento

Como siempre, nuestros políticos han ido demasiado lejos. Por tratar de eliminar un mal, el excesivo presidencialismo, han generado otro peor, la división del Estado mexicano.
Al final, el Congreso fue el gran perdedor. Durante años los diputados y los senadores se quejaron de que el 1 de septiembre se había convertido en el día del presidente, cuando más bien debería ser el del Congreso. Pero de los vítores, alabanzas y besamanos del informe presidencial pasamos a las interpelaciones, los cuestionamientos, las descalificaciones, las mantas y las máscaras de puerquito. En el último informe de Vicente Fox se le impidió al presidente entrar al salón de plenos del Palacio Legislativo. Felipe Calderón pudo ingresar algunos años, pero bajo la advertencia de que debía abstenerse de decir cualquier cosa sustancial.

Al final se optó por modificar la ley. Hoy el presidente manda el informe al Congreso con un mensajero -de lujo, pero mensajero-, el secretario de Gobernación, y toda la ceremonia del inicio del período ordinario de sesiones se ha convertido en un apresurado y deslucido trámite burocrático.
¿Quién perdió en este cambio? Algunos legisladores piensan que fue el presidente, quien ya no tiene la posibilidad de lucirse públicamente en el Congreso. Pero yo estoy convencido de que los perdedores son los diputados y senadores.
En el pasado, si bien el presidente gozaba de la mayor parte de los reflectores, los legisladores tenían la oportunidad de gozar hasta cierto punto de la atención de los medios de comunicación y de los ciudadanos. Los posicionamientos de los partidos políticos antes del informe generaban un interés que no igualaba ninguna otra sesión del Congreso en el año. Por otra parte, si bien hubo muchas respuestas anodinas al presidente del representante del Congreso, unas cuantas generaron interés y debate. Recuerdo en particular discursos notables de Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Medina Plascencia y Beatriz Paredes en momentos y circunstancias diferentes.
Hoy los legisladores no cuentan ya siquiera con esos minutos de fama. Los medios de comunicación no se interesan por la sesión inaugural del Congreso, ya que en ella no se discute ningún tema sustantivo.
El presidente, por otra parte, ha recreado en sus mensajes de Palacio Nacional o del Auditorio un ambiente de pleitesía muy similar al que existía en los viejos informes priistas, cuando el 1 de septiembre era el día del presidente. Su discurso lo pronuncia ante una audiencia fundamentalmente partidaria que rompe en aplausos ante la menor oportunidad.
Quizá lo peor de todo es que el cambio de formato del informe y la sesión inaugural del período ordinario de sesiones ha eliminado la única ocasión en que el jefe del Ejecutivo se presentaba formalmente ante el Congreso de la Unión. El mensaje de que México es un país unido, aunque con diferentes órdenes de gobierno, ha sido reemplazado por el de un Estado dividido, en el que cada una de las partes tiene su propia agenda política.
Como siempre, nuestros políticos han ido demasiado lejos. Por tratar de eliminar un mal, el excesivo presidencialismo, han generado otro peor, la división del Estado mexicano. Ojalá que el próximo gobierno encuentre formas de darle a nuestro país otra vez las instituciones de un Estado con diferentes poderes, pero unidos en buscar el bienestar de los mexicanos.

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