02 septiembre, 2012

MéxicoPolítico: El tribunal electoral y el México que viene



Juan José Solis Delgado




felipe calderon
Antes del primero de julio pasado, muchos mexicanos utilizaban la siguiente expresión como forma de alivio ante la violencia y desfachatez de este gobierno: "lo bueno es que ya le falta poco...". Hoy tristemente la frase no podría ser más desafortunada, pues no sólo le falta poco a Felipe Calderón para que se autoexilie en algún otro país, sino que el futuro que se avizora es más desalentador con el regreso del PRI al gobierno.
Si viviéramos un verdadera democracia no representaría ningún problema el regreso del PRI; de hecho lo más sano sería que cada vez que fuera necesario hubiere alternancia política para demostrar en todo momento nuestra madurez democrática. El problema es que el PRI regresa a un México que lejos de crecer y haber avanzado, involucionó en materia democrática y se rezagó en la práctica política.
 













El México que nacerá este primero de diciembre de 2012, es un México impregnado de fraude y corrupción. Sus instituciones son frágiles y por tanto en todo momento son susceptibles de ser secuestradas por intereses mezquinos. Doce años de alternancia panista hicieron el mismo daño que setenta años de autoritarismo priistas; no podemos pensar en un México democrático por mucho que la élite política insista en decirlo.
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De nuestros tres poderes, ninguno ha cumplido satisfactoriamente a la población. El legislativo, en su mayoría promueve leyes o modificaciones a la ley para beneficiar a la élite del poder, nunca voltea a los ciudadanos y los beneficia, siempre es lo mismo: incremento de impuestos, gasolinazos, leyes electorales débiles, persecución, etcétera.
Por su parte, el ejecutivo defrauda sistemáticamente la confianza ciudadana, Calderón por ejemplo prometió ser el presidente del empleo y sólo le cumplió a su circulo más cercano nombrándolos secretarios y subsecretarios, de ahí en fuera su política del empleo fue un verdadero fiasco que no dio un sólo resultado positivo. Después se le ocurrió iniciar una guerra contra el crimen organizado y apenas logró abultar las fortunas de los principales narcotraficantes.
El poder judicial ha dado tumbos a veces guiándose con estricto apego a derecho y otras ha decidido bajo la presión de la élite política. Hace seis años, la postura del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), fue reconocer que la elección había estado viciada por diferentes actos y actores de la vida pública, pero que su dictamen inapelable limpiaba dicho proceso electoral.
Este 2012, el TEPJF no sólo limpia el proceso, sino que valida y hace legal el uso de dinero de procedencia ilícita, el exceso en gastos de campaña y la compra y coacción de votos. Lamentablemente la decisión del tribunal no sólo evidencia su falta de compromiso de indagar adecuadamente las anomalías presentadas por las fuerzas progresistas, es decir, atenta contra el debido proceso; pero lo peor es que agrede la inteligencia de millones de mexicanos que fueron testigos del despilfarro, la entrega de tarjetas telefónicas y de la tienda Soriana, la entrega inconmensurable de despensas y artículos utilitarios y argumenta sin pudor que la elección se llevó a cabo con las reglas pactadas.
La más mínima sospecha de anomalías -que por el tiempo no podrían investigarse a fondo- debió ser razón suficiente para invalidar el proceso.
La evidencia presentada por López Obrador fue suficiente y sólida: demostró que el PRI rebasó los topes de campaña, trasgredió las reglas pactadas y utilizó dinero de procedencia ilícita para financiar su campaña y comprar votos, además mantuvo una relación cómplice y perversa con la empresa Televisa para favorecer desde el año 2006 la imagen pública de su candidato.
Medios internacionales e internacionales dieron fe de los hechos.
Así, la mera sospecha de inequidad en el proceso electoral debió ser motivo suficiente para reponer el ejercicio democrático. Pero no, los magistrados prefirieron validar las trampas como la compra y coacción de votos, las finanzas paralelas, el uso de dinero ilegal, la perversión maniquea con las televisoras y lo peor, el debilitamiento irreparable de las instituciones.
El México que viene será débil frente a la corrupción y al autoritarismo del PRI. Lo único que lo puede fortalecer es la reposición del proceso, con trasparencia y apego a la ley. No hay más. Los magistrados tuvieron en sus manos el futuro de México.
Nota al margen: Dicen que entre gitanos no se leen la mano. Esto a veces se piensa para el periodismo. Sin embargo ante lo ocurrido en las últimas semanas con la periodista Carmen Aristegui es inevitable emitir un comentario. No hay duda que ante la ausencia forzada de José Gutiérrez Vivó, Aristegui vino a suplir ese vacío y hoy por hoy es una periodista respetable porque no se ha ceñido a la línea editorial impuesta por el gobierno federal. Sin embargo, su periodismo -que algunos han identificado como crítico y valiente- no siempre lo es. Si observamos con atención, el escándalo y el amarillismo pueden parecerse mucho al periodismo crítico. El periodista nunca debe ser la nota, tampoco debe victimizarse para conseguir beneficios.
El periodismo debe ser sobrio y no redundante. Es una pena que los empresarios de MVS hayan utilizado como moneda de cambio a la periodista, pero es más lamentable que la periodista quiera victimizarse para recomponerse en una importante e influyente figura pública. Seamos mesurados con aquello de crear héroes y villanos.

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