07 septiembre, 2012

Peña y AMLO: todo personal



Peña y AMLO: todo personal

Martín Moreno

  Peña Nieto aceptaría dialogar con López Obrador… siempre y cuando lo reconozca como Presidente de México. Eso es prácticamente imposible que ocurra. Sería inverosímil ver en la mesa de negociaciones al mexiquense y al tabasqueño. Sus respectivas formaciones políticas y sociales los ubican en los extremos históricos. Hay agravios. Y odios.
 
Enrique Peña Nieto tiende la mano bajo una condicionante que le quema a AMLO: platicamos, pero me dices Presidente. Lo saludable sería que, al concluir la elección, el perdedor reconociera al ganador y todos a trabajar por el país. Como en Estados Unidos, donde su democracia da envidia.


Si hubo una elección repleta de ofensas, fue la de George Bush padre y Bill Clinton. Se dieron con todo. Sin embargo, al día siguiente del triunfo del demócrata, el republicano le levantó el brazo y le dijo:


Congratulations, Mr. President”. Y aquí no ha pasado nada.


Pero eso pasa en Estados Unidos, una democracia consolidada.


En EU no se compran elecciones. Se compite. Aquí no.


En EU no hay autoridades electorales impuestas por demócratas o republicanos que creen intereses y compromisos. Aquí sí.


En EU se castiga al candidato que incurra en abusos de poder, negligencias o tráfico de influencias. Aquí no.


En EU —salvo la discutida elección en la que George Bush hijo fue elegido en medio de un cuestionado proceso electoral en Florida, gobernado precisamente por su hermano Jeb, y gracias a un acto de ética y honestidad política por parte de Al Gore—, no hay fraudes electorales. Aquí es piedra angular de la cultura priista.


Por eso, lo más comodino y convenenciero es echarle la culpa a AMLO y decir que es un mal perdedor. Tal vez lo sea. Pero el asunto es más de fondo: es de falta de calidad en nuestra democracia y de credibilidad en las autoridades electorales.


Lo más simplón es decir: AMLO no acepta la derrota porque no es un demócrata. Es muy posible. Pero hay mucho de cierto en los alegatos del tabasqueño cuando cita la fábula de “El traje nuevo del Emperador”: la corrupción se exhibe como el rey que va desnudo. “Algún día, casi todos, no sólo un inocente niño, se atreverán a gritarlo”.


Y esa corrupción institucionalizada mina la confianza de millones en los resultados electorales, cuando se corrompe un procedimiento de cualquier tribunal o instituto electoral, se ignora una prueba de fraude o hay una decisión dolosa de cualquiera de los magistrados. ¿Quién lo niega?


Ese es el agujero negro de nuestra democracia: nadie confía en sus autoridades. Ni en las electorales ni en los impartidores de justicia ni en los altos mandos ni en sus policías. La desconfianza es general y absoluta hacia gobiernos y partidos. Es un sistema enfermo, caduco, inoperante.


Por eso no será sencillo que AMLO reconozca a Peña Nieto como Presidente. Por lo que ambos representan. Por sus historias. Y, contrario a la regla, en este caso, sí es algo personal.


Peña es hábil al lanzar el anzuelo: platicamos, pero me dices Presidente. No ha sido llamado espurio por AMLO, quien ha cuestionado —también hábilmente—, no a los votos que eligieron al priista, sino a cómo se obtuvieron.


Lo sano sería que el presidente electo y el líder de la izquierda —y, sin duda, el dirigente social más importante de los últimos 12 años— se sentaran para definir el futuro. Uno vale 19 millones de votos. El otro casi 16 millones. No hay triunfos absolutos, sino parciales.


La diferencia no da para apabullar ni humillar. Ni de uno ni de otro lado. Pero los apellidos Peña Nieto y López Obrador se toman por separado.


Hay muchos agravios. Y odios.




ARCHIVOS CONFIDENCIALES


CALDERÓN… SE QUEDA. Una frase del presidente Calderón al finalizar su mensaje alusivo al Sexto Informe de Gobierno, resulta más que significativa: “Termina esta tarea, pero no termina mi compromiso”. ¿Qué encierra ello? Que Calderón no piensa irse de México ni, mucho menos, retirarse de la política. Aún más: será un permanente crítico del PRI-gobierno. Como en los viejos tiempos.


Si bien se asumió como un demócrata al reconocer al ganador de la elección, ello no significa que su relación con el priismo será tersa y dorada. Por algo ha insistido, en reuniones privadas con panistas, en que sacará al PRI de Los Pinos “en seis o 12 años”. Guste o no, Calderón será el activo político más importante del PAN a partir del próximo uno de diciembre.


REFORMA LABORAL. El primer agarrón será la discusión para una nueva reforma laboral. El punto más sensible es la propuesta para limitar el derecho de huelga, sin duda, una pieza de negociación poderosa para los sindicatos. A los líderes vergonzantes no se les molestará. Intocables, los Gordillo, Romero Deschamps, Napito y compañía.
          

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