¿PRENSA LIBRE O PRENSA EN BLANCO?
Ricardo Alemán.
En este momento, prácticamente todos conocen del escándalo que suscitaron un video y algunas viñetas que ridiculizaban al Profeta Mahoma.
A
lo largo de dos semanas –desde la publicación del controvertido video–, se han
perdido vidas, han habido amenazas y se ha polarizado un conflicto de suyo
polémico: la delicada relación entre los extremos del Cristianismo y el Islam.
Independientemente
de la tensión entre cristianos y musulmanes, y de las reacciones, agravios y
blasfemias que algunos han encontrado en estas expresiones, llama la atención
uno de los efectos colaterales de este embrollo.
Y
es que una semana después de que la publicación conocida como Charlie Hebdo
difundiera las imágenes que hacían mofa del Profeta musulmán, los editores de
esta explosiva revista lanzaron al mercado dos tomos, uno "políticamente
correcto" y otro "políticamente incorrecto".
El
primero, con la portada en blanco y notas que explican cómo sembrar una lechuga
y el segundo con el humor que distingue a Charlie Hebdo.
Más
allá del afán publicitario y la socarronería, el hecho se presta para lanzar
una pregunta al aire... ¿qué tipo de prensa esperan los lectores, una que
aborde diversos temas o una que sólo diga lo que se quiere leer?
¿Cuál
es el criterio para separar la "buena prensa" de la mala? ¿Acaso
bastan para ello las filias y fobias de los lectores?
La
verdad es que no es así.
La
prensa del lugar que se quiera responde a principios y normas elementales,
establecidos desde el origen de uno de los negocios más antiguos: el de
informar.
Por
eso, no es más que intolerancia e inmadurez mediática deshacerse en gritos,
golpes e insultos contra un medio que
sólo ejerce su derecho a expresarse y a manifestar una postura
política, religiosa y social.
En
un mundo que se rige por leyes civiles y no religiosas, la blasfemia no es un delito y
no debiera ser tratado como tal.
Luego
entonces, la cerrazón de unos cuantos, incapaces de expandir sus mentes a la
diversidad de opiniones, no es más que el reflejo de un atraso social en temas
de apertura, tolerancia y libertades.
Quizá
lo más cuestionable de este asunto es que el tema no se limita al Medio
Oriente, en México existe un escenario bastante similar.
Basta
con revisar el llamado a "democratizar los medios" del movimiento Yo
Soy 132, para descubrir que algunos simplemente no conocen el significado de la
prensa libre.
Al
parecer, la intolerancia que algunos creen exclusiva de sectores radicales del
espectro religioso encuentra a sus iguales en grupos igualmente intolerantes
que demandan una prensa que publique sólo lo que quieren leer.
Sin
duda es un absurdo que estos "ternuritas" pretendan callar al
periodista que opina o, peor aún, obligarlo a opinar
"democráticamente".
Y
lo que es peor, entre la cerrazón de estos intolerantes y la de otros que
lanzan bombas molotov a las oficinas de Charlie Hebdo en París, hay muy pocas
diferencias. Y, al final del día, ambos grupos coinciden en la falta de apertura a otras
opiniones y pensamientos diferentes al propio.
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