28 septiembre, 2012

¿PRENSA LIBRE O PRENSA EN BLANCO?



¿PRENSA LIBRE O PRENSA EN BLANCO?

Ricardo Alemán.

En este momento, prácticamente todos conocen del escándalo que suscitaron un video y algunas viñetas que ridiculizaban al Profeta Mahoma.

A lo largo de dos semanas –desde la publicación del controvertido video–, se han perdido vidas, han habido amenazas y se ha polarizado un conflicto de suyo polémico: la delicada relación entre los extremos del Cristianismo y el Islam.

Independientemente de la tensión entre cristianos y musulmanes, y de las reacciones, agravios y blasfemias que algunos han encontrado en estas expresiones, llama la atención uno de los efectos colaterales de este embrollo.

 
Y es que una semana después de que la publicación conocida como Charlie Hebdo difundiera las imágenes que hacían mofa del Profeta musulmán, los editores de esta explosiva revista lanzaron al mercado dos tomos, uno "políticamente correcto" y otro "políticamente incorrecto".


El primero, con la portada en blanco y notas que explican cómo sembrar una lechuga y el segundo con el humor que distingue a Charlie Hebdo.


Más allá del afán publicitario y la socarronería, el hecho se presta para lanzar una pregunta al aire... ¿qué tipo de prensa esperan los lectores, una que aborde diversos temas o una que sólo diga lo que se quiere leer?


¿Cuál es el criterio para separar la "buena prensa" de la mala? ¿Acaso bastan para ello las filias y fobias de los lectores?


La verdad es que no es así.


La prensa del lugar que se quiera responde a principios y normas elementales, establecidos desde el origen de uno de los negocios más antiguos: el de informar.


Por eso, no es más que intolerancia e inmadurez mediática deshacerse en gritos, golpes e insultos contra un medio que sólo ejerce su derecho a expresarse y a manifestar una postura política, religiosa y social.


En un mundo que se rige por leyes civiles y no religiosas, la blasfemia no es un delito y no debiera ser tratado como tal.


Luego entonces, la cerrazón de unos cuantos, incapaces de expandir sus mentes a la diversidad de opiniones, no es más que el reflejo de un atraso social en temas de apertura, tolerancia y libertades.


Quizá lo más cuestionable de este asunto es que el tema no se limita al Medio Oriente, en México existe un escenario bastante similar.


Basta con revisar el llamado a "democratizar los medios" del movimiento Yo Soy 132, para descubrir que algunos simplemente no conocen el significado de la prensa libre.


Al parecer, la intolerancia que algunos creen exclusiva de sectores radicales del espectro religioso encuentra a sus iguales en grupos igualmente intolerantes que demandan una prensa que publique sólo lo que quieren leer.


Sin duda es un absurdo que estos "ternuritas" pretendan callar al periodista que opina o, peor aún, obligarlo a opinar "democráticamente".


Y lo que es peor, entre la cerrazón de estos intolerantes y la de otros que lanzan bombas molotov a las oficinas de Charlie Hebdo en París, hay muy pocas diferencias. Y, al final del día, ambos grupos coinciden en la falta de apertura a otras opiniones y pensamientos diferentes al propio.

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