06 septiembre, 2012

¿Vivimos en una economía capitalista?


El Estado causó la crisis 

&quote&quote¿Alguien puede afirmar sin sonrojarse que tenemos una economía liberal desregulada? Mejor aún, dígame qué puede hacer un empresario –o a estos efectos, usted mismo– que no implique algún tipo de regulación pública.
El desprecio a la libertad económica ha sido una constante histórica del que se salvó, en parte, Estados Unidos. Fue necesaria la hecatombe de la Gran Depresión para que la opinión pública aceptara restricciones a la libertad. En la actualidad sufrimos otro desastre que ha provocado el Estado y que podría alejarnos aún más de la libertad económica (habida cuenta de que los informativos y los tertulianos están difundiendo la idea de que el capitalismo ha generado la crisis actual). Podemos leer algunos comentarios en el New York Times que rezan así: "Estados Unidos ha sido educado en unos valores que consideran al capitalismo como el ideal económico". O también: "Durante 30 años, nuestros políticos se han decantado por la desregulación empresarial y en contra de las nuevas normativas". Otro afirma que: "Desde 1997, Brown (el primer ministro británico) ha sido el mayor defensor dentro del Partido Laborista de la filosofía económica de corte estadounidense a favor de una laxa regulación".

En primer lugar, establezcamos qué es capitalismo liberal. En líneas generales, se puede definir com un sistema económico basado en la propiedad y el control privados de los medios de producción. Bajo el capitalismo liberal, la actividad del Estado se restringe a la defensa de los derechos individuales frente al fraude, el robo y la amenaza.
El profesor George Reisman ha escrito un riguroso artículo en su blog titulado El mito de la culpabilidad del liberalismo en nuestra crisis financiera. Usted puede decidir por sí solo si tenemos o no una economía liberal totalmente desregulada. Existen quince departamentos ministeriales, nueve de ellas controlan varios aspectos de la economía estadounidense: el Departamento de Transporte, Vivienda y Desarrollo Humano, Sanidad y Servicios, Educación, Energía, Trabajo, Agricultura, Comercio e Interior. Además está el bloque de acrónimos de agencias federales como IRS, FRB o FDIC, EPA, FDA, SEC, CFTC, NLRB, FTC, FCC, FERC, FEMA, FAA, CAA, INS, OHSA, CPSC, NHTSA, EEOC, BATF, DEA, NIH, o NASA.
He aquí mi pregunta: ¿alguien puede afirmar sin sonrojarse que tenemos una economía liberal desregulada? Mejor aún, dígame qué puede hacer un empresario –o ya que estamos, usted mismo– que no implique algún tipo de regulación pública. Un empresario tiene que solicitar la aprobación gubernamental para el más mínimo detalle de sus operaciones o enfrentarse a la ira de alguna agencia pública, ya sea federal, estatal o local.
Casi todo lo que compramos o utilizamos lleva implícito algún tipo de dictado gubernamental, ya sea en el etiquetado de los envases, en el número de litros de agua que salen al tirar la cadena del retrete o en las medicinas que se pueden recetar. Se me podría decir que esta intervención pública tiene su razón de ser. Sí, existe un motivo para todo, pero eso no cambia el hecho de que haya un control gubernamental masivo sobre nuestra economía.
No es correcto decir que el liberalismo o el libre mercado no están regulados. Existe una regulación despiadada, pero no es la del Estado. Tómese la industria hipotecaria. En ausencia de interferencias gubernamentales, es improbable que un prestamista hubiera extendido un crédito a un deudor con un historial crediticio mediocre, sin pagar ninguna entrada y sin proporcionar ningún tipo de nómina real. Pero bajo la presión de la Ley de Reinversión Comunitaria y con Fannie Mae y Freddie Mac adquiriendo o contratando tales hipotecas, el prestamista termina concediendo el crédito.
Cuando las empresas toman decisiones imprudentes que les conducen a la quiebra, sus activos son vendidos a precio de saldo a alguien que pueda ser capaz de darles un uso más inteligente. Los rescates gubernamentales conceden a las empresas un indulto que no obtendrían en el mercado. Los rescates tienen, como mínimo, dos efectos nocivos: permiten que continúe el uso imprudente de los recursos y generan "riesgo moral", esto es, un comportamiento excesivamente arriesgado derivado de la expectativa de futuros rescates.
La culpa de nuestro desastre financiero se encuentra en el Estado y, de manera determinante, en los tipos de interés artificialmente bajos que mantuvo la Reserva Federal y en la injerencia del Congreso y de la Casa Blanca en el mercado para favorecer la propiedad inmobiliaria. En medio del clamor que exige una mayor regulación sobre nuestras instituciones financieras, ¿se ha molestado alguien en preguntar si quienes trabajan en la Administración saben lo que está haciendo?

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