Walter Williams
Cuando
se habla de una crisis de la deuda soberana, ha dejado de ser posible
decir "aquí, en Estados Unidos, no puede pasar". Ahora mismo, nos
estamos endeudando alrededor de 40 centavos de cada dólar que está
gastando el Gobierno federal
Pensemos en la clase de caos en la que estamos metidos. El gasto total
en los programas federales Medicare de la tercera edad y Medicaid de los
pobres alcanzó un total los 800.000 millones de dólares durante el
ejercicio 2010. El crecimiento anual proyectado de ambos programas ronda
el siete por ciento. El gasto de la seguridad social supera los 700.000
millones de dólares al ejercicio. Según el informe 2009 del estado de
cuentas de la seguridad social y el programa Medicare de los ancianos,
hacia el año 2030, el 49% de la recaudación del Estado se destinará a
pensiones del Medicare y la seguridad social. Las obligaciones sin
financiación de ambos programas están ya en los 106 billones de
dólares.
Pero no se preocupe. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que es posible mantener el actual ritmo de gasto público federal e incluso lograr unos presupuestos equilibrados. Todo lo que tiene que hacer el Congreso es elevar la horquilla del tipo impositivo mínimo del 10 al 25% y el tipo de la clase media del 25 al 66% y la horquilla del 35 por ciento al 92 por ciento. Es una visión estática que da por sentado que la población no va a dar ninguna respuesta y trabajará exactamente igual de duro y enviará más dinero al Estado. Si el Congreso llegara a legislar tales subidas tributarias, sería el equivalente económico a hacerse el harakiri nacional.
Tanto el profesor Daniel Klein, editor de la publicación especializada EconJournal Watch , como el profesor Tyler Cowen, responsable del Mercatus Center, ambos en la George Mason University , organizan un simposio para promover un mejor entendimiento de la crisis de la deuda estadounidense. El título del simposio, "Crisis de la deuda soberana norteamericana: escenarios de funambulista y dinámica de crisis", es una pista clara de la gravedad de la tesitura de nuestro país.
El profesor Cowen presentó el simposio señalando que en el ejercicio 2011, la crisis relevante fue la de la eurozona, en la que Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda se enfrentaron al riesgo de quiebra. La supervivencia de la eurozona se cuestiona hoy seriamente. Cowen añade: "Cuando se habla de una crisis de la deuda soberana, ha dejado de ser posible decir aquí no puede pasar. Ahora mismo, nos estamos endeudando alrededor de 40 centavos de cada dólar que está gastando el gobierno federal, y el desequilibrio no tiene visos de acabar".
Jeffrey Rogers Hummel, profesor interino de economía en la Universidad Pública de San José, afirma que el impago en los títulos del Tesoro parece inevitable. Afirma que las consecuencias a corto plazo para la economía serán dolorosas pero que la repercusión a largo plazo, a niveles tanto político como económico, podría ser benéfica. Eso se debe a que una catástrofe económica es la única forma de devolvernos a nuestros cabales. Es un trágico testimonio de la previsión del pueblo estadounidense.
El participante Garrett Jones, profesor interino de economía en la George Mason University, es un poco más optimista, al considerar menos probable la quiebra. "La quiebra sigue siendo posible, y el Partido Republicano ofrece una vía exclusivamente estadounidense al descubierto: resistencia a subir los impuestos".
Eldoctor
Arnold Kling es miembro del Financial Market Working Group del Mercatus
Center y nos cuenta que "el gobierno estadounidense ha realizado una
serie de promesas que no puede cumplir". Afirma que "las promesas más
importantes son reformar la seguridad social y el programa Medicare".
Joseph J. Minarik es vicepresidente ejecutivo y director de investigación estadística del Comité para el Desarrollo Económico. Él afirma que "la debacle financiera norteamericana es totalmente evitable hoy. El país más rico del planeta, a pesar de sufrir una dolorosa desaceleración económica, conserva lo que hace falta para pagar sus facturas. El interrogante en el aire es si mantiene la voluntad y la cordura de hacerlo".
Peter J. Wallison ocupa la cátedra Arthur F. Burns de estudios legislativos financieros del American Enterprise Institute. Conviene con Kling en que "la fuente más probable de una crisis de la deuda soberana norteamericana… es un descubierto del sistema político estadounidense a la hora de abordar el crecimiento de los programas sociales relevantes -la seguridad social, el programa Medicare de la tercera edad y el programa Medicaid de los pobres-".
Mi traducción de las conclusiones del simposio es que dista mucho de estar escrito que nuestra nación tenga por fuerza que sufrir el mismo declive que han sufrido las demás grandes naciones del pasado -Inglaterra, Francia, España, Portugal y los imperios Romano y Otomano-. Todas las pruebas sugieren que sufriremos un declive comparable porque, como dice el profesor Cowen, "el electorado estadounidense se ha posicionado en contra de importantes subidas tributarias e importantes recortes del gasto público en la misma medida".
Pero no se preocupe. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que es posible mantener el actual ritmo de gasto público federal e incluso lograr unos presupuestos equilibrados. Todo lo que tiene que hacer el Congreso es elevar la horquilla del tipo impositivo mínimo del 10 al 25% y el tipo de la clase media del 25 al 66% y la horquilla del 35 por ciento al 92 por ciento. Es una visión estática que da por sentado que la población no va a dar ninguna respuesta y trabajará exactamente igual de duro y enviará más dinero al Estado. Si el Congreso llegara a legislar tales subidas tributarias, sería el equivalente económico a hacerse el harakiri nacional.
Tanto el profesor Daniel Klein, editor de la publicación especializada Econ
El profesor Cowen presentó el simposio señalando que en el ejercicio 2011, la crisis relevante fue la de la eurozona, en la que Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda se enfrentaron al riesgo de quiebra. La supervivencia de la eurozona se cuestiona hoy seriamente. Cowen añade: "Cuando se habla de una crisis de la deuda soberana, ha dejado de ser posible decir aquí no puede pasar. Ahora mismo, nos estamos endeudando alrededor de 40 centavos de cada dólar que está gastando el gobierno federal, y el desequilibrio no tiene visos de acabar".
Jeffrey Rogers Hummel, profesor interino de economía en la Universidad Pública de San José, afirma que el impago en los títulos del Tesoro parece inevitable. Afirma que las consecuencias a corto plazo para la economía serán dolorosas pero que la repercusión a largo plazo, a niveles tanto político como económico, podría ser benéfica. Eso se debe a que una catástrofe económica es la única forma de devolvernos a nuestros cabales. Es un trágico testimonio de la previsión del pueblo estadounidense.
El participante Garrett Jones, profesor interino de economía en la George Mason University, es un poco más optimista, al considerar menos probable la quiebra. "La quiebra sigue siendo posible, y el Partido Republicano ofrece una vía exclusivamente estadounidense al descubierto: resistencia a subir los impuestos".
El
Joseph J. Minarik es vicepresidente ejecutivo y director de investigación estadística del Comité para el Desarrollo Económico. Él afirma que "la debacle financiera norteamericana es totalmente evitable hoy. El país más rico del planeta, a pesar de sufrir una dolorosa desaceleración económica, conserva lo que hace falta para pagar sus facturas. El interrogante en el aire es si mantiene la voluntad y la cordura de hacerlo".
Peter J. Wallison ocupa la cátedra Arthur F. Burns de estudios legislativos financieros del American Enterprise Institute. Conviene con Kling en que "la fuente más probable de una crisis de la deuda soberana norteamericana… es un descubierto del sistema político estadounidense a la hora de abordar el crecimiento de los programas sociales relevantes -la seguridad social, el programa Medicare de la tercera edad y el programa Medicaid de los pobres-".
Mi traducción de las conclusiones del simposio es que dista mucho de estar escrito que nuestra nación tenga por fuerza que sufrir el mismo declive que han sufrido las demás grandes naciones del pasado -Inglaterra, Francia, España, Portugal y los imperios Romano y Otomano-. Todas las pruebas sugieren que sufriremos un declive comparable porque, como dice el profesor Cowen, "el electorado estadounidense se ha posicionado en contra de importantes subidas tributarias e importantes recortes del gasto público en la misma medida".
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