Votando contra la autocracia en Venezuela
El
resultado de los comicios venezolanos del próximo 7 de octubre
determinará el futuro de ese país, pero también el porvenir de América
Latina, porque Hugo Chávez personifica un proyecto expansionista que se
fundamenta en el despotismo, la intolerancia, más la corrupción política
y económica.
Por el peligro que encierra el chavismo, los venezolanos
deben ir a votar, independientemente de las dudas que puedan asistirles
sobre la equidad de un proceso en el que el gobierno ha abusado de los
recursos del estado, recurrido a la manipulación de la información,
amenazado a los antagonistas e indecisos y hasta ha anunciado que el
triunfo de la oposición podría conducir al país a la desestabilización y
la guerra civil.
Un nuevo mandato de Chávez hará posible reformas
institucionales que le perpetuarán en el poder y que seguirán
aportándole la legitimidad que la doble moral de la mayoría de los
gobiernos del mundo necesitan para no declararle un paria internacional.
Chávez,
de triunfar, continuará exportando un modelo que amenaza la libertad de
todos, ya que cuenta con las riquezas necesarias para hacerlo, y
aliados, dentro y fuera del país, con las ambiciones y resentimientos
suficientes para concretar un proyecto que se inició en el siglo pasado y
que para sus partidarios no ha caducado todavía, aunque la realidad ha
demostrado su fracaso absoluto.
En el interior del país el régimen
actuará con más severidad, intensificando la represión contra los
diferentes sectores que le antagonizan. La libertad de expresión e
información serán completamente cercenadas. Las organizaciones de la
sociedad civil serán integradas por completo a la inmensa maquinaria
gubernamental y se establecerán fórmulas que permitirán ilegalizar la
oposición legítima, a la vez que se promoverán agrupaciones políticas
aparentemente contrarias, que en realidad responderán a los planes del
gobierno.
A fin de cuentas Chávez siempre ha dicho que “Cuba es un
mar de felicidad”, así que es de esperar que hará todo lo posible por
establecer en Venezuela un estado policíaco de partido único, si le
fuera posible, y sin el más mínimo respeto a los derechos humanos ,
aunque evidentemente aparentará acatar los mandatos de los organismos
internacionales y de muchos de los países que lo integran, como demanda
en la actualidad la cínica expresión “lo políticamente correcto”.
Sin
dudas que sería un grave error ignorar el peligro que significa la
gestión de gobierno del mandatario venezolano, porque todos estamos en
riesgo cuando uno de nuestros vecinos es un depredador de la libertad
que además gusta exportar sus utopías.
Cuba es un ejemplo de los
resultados de esconder la cabeza en la arena como los avestruces; por
eso, para no incurrir en el mismo error, este es el momento de ser
solidarios con la oposición venezolana, porque en alguna medida el
chavismo ha penetrado todas las sociedades del continente.
Chávez
con su diplomacia petrolera ha logrado tener mucha influencia en varios
organismos regionales y consecuentemente ha contraído firmes alianzas
con todos los déspotas del mundo. Cuba, Siria e Irán son sus más firmes
aliados, como en su momento lo fue el dictador Moammar Gadaffi.
La
oposición venezolana ha hecho un trabajo serio, constante y
transparente. Las diferentes tendencias que la integran, cada una con
sus propias valoraciones sobre cómo enfrentar el gobierno y en que
pueden derivar estos comicios, casi en su absoluta mayoría promueven la
asistencia a las urnas y rechazan la abstención, porque comparten el
criterio que mientras mayor sea la participación, más difícil se le hará
al chavismo manipular los resultados.
La acción social ante una
dictadura como la cubana envía un fuerte mensaje al caudillo, y la
participación electoral ante un régimen como el venezolano es el mejor
instrumento para neutralizar los propósitos del déspota.
Chávez es
un autócrata, por eso es de extrema importancia que un alto número de
votantes expresen oposición a su gobierno. La abstención sería como
apoyarle, porque más allá del resultado final está el acto individual,
el ejercicio de la soberanía personal de cada ciudadano de decir no a lo
que va contra sus creencias y valores.
El autor es periodista de Radio Martí.
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