10 octubre, 2012

Chávez, reelegido pero no legítimo

Rafael Guarín

Terminó el proceso electoral en Venezuela. Algunas reflexiones:
Primero. El 80% de quienes hacen parte del padrón electoral concurrieron a las urnas. Una cifra histórica, impensable en la mayoría de países donde los porcentajes son muy inferiores. Esto indica que el debate entre revolucionarios y contrarrevolucionarios politizó ampliamente a la sociedad venezolana.
Segundo. El populismo es rentable. Cabalgando en el despilfarro, al igual que en los recursos del petróleo, Chávez ha creado una extensa red de asistencialismo y un eficiente sistema clientelista con el cual controla amplios segmentos de la población.


Tercero. Chávez demostró que amedrantar a los ciudadanos es útil. Dijo que si ganaba la oposición Venezuela enfrentaría una guerra civil. Luego añadió que él era la garantía de la paz y que su triunfo alejaría ese “espanto”. En otras palabras, si no me eligen quedará el camino de la violencia. ¡Nadie quiere la guerra, menos una civil!
Cuarto. La reelección de Chávez permite la continuidad y profundización de la revolución bolivariana. Renovó el mandato y la confianza mayoritaria en su política y discurso. No obstante, a diferencia del pasado, la unidad de la oposición le deja un mensaje claro: no está solo y en el país se ahonda la división respecto a la plataforma bolivariana. Mejor dicho, la revolución ganó en las urnas pero está ahora más lejos del consenso que requiere.
Quinto. Henrique Capriles consiguió apuntalar a la oposición. La elección fue una victoria para Chávez pero un enorme paso para quienes le compiten. El gran respaldo que recibió la unión de la oposición, el estancamiento electoral del teniente coronel y la comprensión de que para ganar se debe conquistar una parte importante de los simpatizantes rojos, muestran que el domingo solo se aplazó la derrota de Chávez y la victoria de la oposición.
Sexto. La reelección de Chávez contribuye a mantener condiciones para la continuidad de gobiernos populistas y de extrema izquierda en la región. Chávez sabe que su proyecto necesita no sólo de mayorías en Venezuela sino de un ambiente regional que lo favorezca. No hay que olvidar que la revolución bolivariana sólo se consolidará si construye un Bloque Regional de Poder o la llamada Patria Grande.
Séptimo. ¡Cuba está feliz! La caída de Chávez puede significar la caída de la dictadura de los Castro al precipicio. Es tal la influencia de Cuba en Venezuela y su dependencia que en el caso de una victoria de Capriles el problema no eran tanto los militares, sino los cubanos. La oprobiosa dictadura en Cuba tiene nuevo aliento para persistir.
Octavo. Las FARC, por supuesto, están de plácemes. Resultaba indispensable para sus planes que el camarada Hugo siguiera en Miraflores. Eso les garantiza mantener santuarios de protección en territorio venezolano, tener un gobierno que les da cobertura política, mueve hilos diplomáticos a su favor y les permite evadir en gran parte la estrategia del Estado colombiano en su persecución.
Noveno. Juan Manuel Santos también está de júbilo. Convirtió a Chávez no en su mejor amigo, sino en su aliado fundamental para garantizar su reelección. Santos depende del proceso de paz, esto es, de las FARC. Y en ese punto Chávez es decisivo, nos guste o no. El futuro político del presidente de Colombia está amarrado a las FARC y a Chávez. ¡Muy grave!
Décimo. Con la reelección del proyecto bolivariano continuará la ambición de imponerlo en Colombia. El propósito no cambia, por el contrario, se fortalece. Ahora el énfasis será hacerlo utilizando como plataforma el proceso de paz con las FARC y el ELN. La paz es la estrategia para conseguir el objetivo político, no una rendición, ni una renuncia al mismo, por parte de Chávez, Timochenko y Gabino. Alfonso Cano el año pasado señaló el camino a seguir: “un proceso de participación ciudadana masivo que encause a Colombia al socialismo”.
A pesar de la reelección en las urnas de Chávez, no se puede hablar de un régimen legítimo, ni de que el Socialismo del Siglo XXI cumpla con los estándares que caracterizan a la democracia. No mientras se mantenga la persecución a la libertad de prensa, se manejen abusivamente los medios de comunicación, se someta a los ciudadanos por miedo, se les amenace con guerras civiles, se siga patrocinando el terrorismo o se apoyen gobiernos dictatoriales y asesinos, entre otras cosas.
Ex viceministro de Defensa de Colombia y autor del libro Paz Justa.

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