Los cinco meses de la transición
presidencial mexicana --del 1 julio al 1 de diciembre--, suelen ser los
más complejos para buena parte de la clase política. ¿Por qué?
Elemental; porque son los meses en los que se ponen a prueba no sólo la
lealtad y fidelidad políticas, sino porque todos los partidos viven en
una suerte de "limbo político". Y es que no acaba de terminar por irse
el gobierno que termina –el de Calderón--, y no acaba de llegar el nuevo
gobierno –el de Peña Nieto--, que estará en el poder durante los
próximos seis años.
Por lo pronto, durante los cinco largos meses del "limbo político" en
que se ha convertido la transición presidencial, están a la orden del
día las traiciones, la infidelidad y, por supuesto, los divorcios
políticos; algunos de ellos impensables y otros insólitos.
Y el divorcio más notorio --y de mayor impacto en la vida política
nacional--, es el del gobierno de Felipe Calderón y su partido, el PAN. Y
es que contra lo que muchos creen, suponen o imaginan, la derrota
electoral que sufrió el PAN --el pasado 1 de julio, al perder el poder
presidencial--, no sólo desató una feroz pelea por el control de lo que
queda del partido azul –que es la única fuente de poder real en manos de
los azules--, sino que dejó al gobierno de Felipe Calderón en
condiciones de debilidad extrema.
Por eso, no resulta exagerado decir que --hoy por hoy--, el presidente
de Acción Nacional, Gustavo Madero, es más poderoso que el mismísimo
Felipe Calderón. ¿Y por qué razón se produce esa suerte de transferencia
del poder, en el caso del PAN? La explicación es elemental.
Porque el gobierno de Calderón vive las últimas semanas de su inevitable
agonía. Es decir, que termina el ciclo de poder de Felipe Calderón y,
por tanto, el Presidente saliente no sólo va perdiendo fuerza, capacidad
de convocatoria, sino toda su influencia para emprender, cambiar y/o
modificar la realidad política, económica y social.
De esa manera, al tiempo que muere el gobierno de Calderón, el PAN
emerge como fuerza política real, ya que el presidente del partido azul
es, al mismo tiempo, el jefe de los diputados y los senadores del PAN. Y
resulta que en momentos como los actuales --en donde el centro del
poder se ha desplazado al Congreso, ante la ausencia de un presidente
real y con capacidad de decisión--, el PAN juega un papel determinante
en el Congreso, al establecer una innegable alianza con el PRI.
De esa manera, a los ojos de todos se ha producido el divorcio entre el
gobierno de Calderón y el PAN; una separación que daña severamente a las
instituciones del Estado, ya que durante cinco meses esas mismas
instituciones están paralizadas.
Otro divorcio también producto de los tiempos –del limbo político--, es
el que quedó al descubierto con el crimen de Eduardo Moreira, hijo del
ex Gobernador y ex presidente del PRI, Humberto Moreira, y sobrino de
Rubén Moreira, Gobernador en funciones. Todos saben que Humberto hizo
todo para heredar el poder estatal de Coahuila a su hermano Rubén, quien
hoy es el Mandatario estatal.
Sin embargo, las circunstancias político electorales convirtieron a
Humberto en una suerte de "perro del mal" –a causa del escándalo por el
endeudamiento estatal en su gestión--, por lo que Rubén "pintó su raya"
para deslindarse y para contar con mayores márgenes de gestión. Pero el
divorcio fue evidente cuando la viuda del asesinado Eduardo Moreira,
hizo público el pleito familiar, en redes sociales. El divorcio, incluso
augura guerra.
Un divorcio que ya fue anunciado pero que, tarde o temprano terminará
como "La Guerra de los Roses", es el de Andrés Manuel López Obrador y
Marcelo Ebrard. ¿Por qué terminará en guerra? Porque tanto Andrés como
Marcelo ya disputan la clientela de la llamada izquierda, para su
proyecto presidencial, rumbo a 2018.
De hecho, ya hemos presenciado los primeros escarceos de esa guerra. ¿Y
cuáles son esos escarceos? El primero es la pelea por la Universidad
Autónoma del DF, en donde AMLO y Marcelo pelean por el control. El
segundo, es la división de las izquierdas en el Congreso, en donde todos
vimos la manera en que se partió el PRD, y la forma en que AMLO intentó
apoderarse del Control en San Lázaro.
Y el tercero, cuarto, quinto... los veremos cuando AMLO inicie el robo
de dirigentes y militantes estatales del PRD, para darle vida a su
Morena. Y que nadie se sorprenda, vivimos tiempos de traiciones,
infidelidades y divorcios.
En el camino
¿Cuándo han visto que legisladores del PAN coman lumbre? Habrá reforma
laboral, a pesar de los gritos y los sombrerazos. Al tiempo |
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