por Jagadeesh Gokhale
Jagadeesh Gokhale es Académico Titular del Cato Institute..
La última ronda de flexibilización cuantitativa de la Reserva Federal
—una política abierta de estímulo monetario que ha sido llamada "QE3"—
ha suscitado las respuestas esperadas: Aplausos de los demócratas que
quieren acciones más fuertes por parte de la Fed, y la preocupación de
los republicanos, que lo ven como altamente inflacionario. El repentino
interés de la Fed en reducir el desempleo, a diferencia
de las acciones anteriores de la Fed que estaban destinadas a impulsar
el sector financiero, no son respaldadas directamente con datos: Ni la
tasa de desempleo ni la proporción de la población ocupada se han
agravado considerablemente y la producción continúa creciendo.
El alto desempleo asociado a la reciente recesión ha persistido a pesar
de la terriblemente flexible política monetaria, lo que implica que
otras limitaciones estaban presentes. Sin embargo, recientes indicadores
económicos positivos sugieren que la recuperación ya está en marcha. Si
este progreso se mantiene, la última medida de la Fed debería ser vista
como oportunista más que esencial para propiciar una recuperación. De
hecho, podría llegar a ser desestabilizadora.
Los economistas Kenneth Rogoff y Carmen Reinhardt
han recopilado evidencia histórica convincente para argumentar que
debido a que toma mucho tiempo restaurar los balances de las
instituciones de crédito, las recuperaciones tras las recesiones
provocadas por crisis financieras pueden tomar cuatro años o más. Las
anteriores rondas sin precedentes de flexibilización cuantitativa de la
Fed, QE1 y QE2, estaban diseñadas para dar cabida a los activos
deteriorados con las instituciones financieras, comprarlos y mantenerlos
hasta que la recuperación comenzara. Los datos económicos recientes
sugieren que esta recuperación del balance está aumentando gradualmente:
Los activos de las instituciones de crédito están creciendo nuevamente,
incluyendo sus carteras de préstamos y arrendamientos. Su cuota global
de préstamos no corrientes y arrendamientos está disminuyendo.
Y las carteras de negocios de los sectores familiares, corporativos y no
corporativos ahora sostienen menos activos líquidos como cuentas
corrientes y de ahorros y fondos del mercado monetario y mayores
acciones de otros activos financieros más riesgosos. Una mayor voluntad
para mantener activos más riesgosos significa más intermediación
financiera eficaz para inversiones más amplias y con mayor retorno. Las
estadísticas más recientes sobre la construcción de viviendas y ventas
de viviendas nuevas también auguran un aumento el próximo año.
Teniendo en cuenta estos indicadores de una incipiente recuperación, el
momento elegido para implementar esta nueva política de la Fed de
compras ilimitadas de nuevos valores respaldados por hipotecas es
curiosa, incluso desconcertante. A pesar el positivo desarrollo
económico, la Fed ha optado por realizar inyecciones monetarias abiertas
y no triviales, aumentando todavía más el potencial inflacionario
en una economía que ya nada en dinero. Ese potencial se acentúa hoy
porque la Fed está añadiendo reservas al mismo tiempo que el sector
privado no financiero está reduciendo sus tenencias líquidas.
Una de las razones para la adopción de esta política es que va a mejorar
la credibilidad de la Reserva Federal. Los funcionarios de la Fed
tienen acceso profundo y de primera mano a los datos económicos
nacionales. Como economistas profesionales, son capaces de ver de cerca,
analizar y proyectar la evolución futura de la economía. Es cierto que
dicha capacidad no es absoluta e infalible. Sin embargo, dado su
conocimiento de las relaciones clave entre las variables económicas y
financieras, los pronósticos de la Fed sobre el curso futuro de la
economía pueden ser bastante buenos e incluso muy precisos.
¿Qué haría un presidente de la Fed si su posición y políticas fuesen
atacadas por todos lados? Para preservar la independencia de la Fed y
aumentar su credibilidad pública, la Fed y su presidente deben ser
vistos como salvadores nacionales que sacaron a la economía de una
recesión sin fin, justo a tiempo para el fin de la administración de
Bernanke y su reasignación a inicios de 2014. Dentro de nueve a doce
meses a partir de hoy, cuando la producción y el empleo nacional
recuperen fuerza, el mercado de valores sea 20% superior o más, el
empleo se recupere y el desempleo esté mostrando una evidente
disminución, vamos a agradecerle a la Fed. Y la asociación de estos
eventos con QE3 no será vista como el falso (o premeditado) positivo que
realmente podría ser.
El fracaso del Congreso para controlar adecuadamente el “precipicio
fiscal” que implican las alzas de impuestos y los recortes de gastos
previstos en las políticas actuales del presupuesto federal podría
alterar su cálculo. Pero esa posibilidad no hace sino reforzar la última
iniciativa de la Fed. Y si el Congreso maneja de forma apropiada las
próximas cuestiones sobre el "precipicio fiscal", la economía podría ser
impulsada y la Fed podría volver a calibrar el calendario de
inyecciones monetarias.
El problema es que las posibilidades no acaban ahí. El peligro
arraigado en la última jugada de la Fed es que eventualmente llegue a
aguas demasiado profundas. Si la economía surge rápidamente el próximo
año, la Fed podría ser incapaz de deshacerse rápidamente de su gran
cartera de activos, erosionando su capacidad para frenar la inflación y
para controlar las crecientes expectativas de inflación. Sabemos bien
que encerrar de nuevo al genio de la inflación en su botella es un
proceso extremadamente difícil y doloroso. La reciente decisión de la
Fed, entonces, apunta a la preservación de su propia independencia y
credibilidad a corto plazo, pero compromete la habilidad de controlar la
inflación a largo plazo.
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