Entrevista a Daniel J. Mitchell
Dan Mitchell es académico titular del Cato Institute.
Entrevista realizada por Diego Sánchez de la Cruz para Libre Mercado (España).
Pregunta (P): Usted es un economista de enorme prestigio que
trabaja, además, en el seno de un think tank de altísima relevancia, el
Instituto Cato. ¿Qué valoración hace de la situación económica europea
desde el otro lado del Atlántico?
Respuesta (R): Hemos contado con numerosos analistas europeos en
Washington y, en todos los casos, la conclusión a la que hemos llegado
es que el Estado es demasiado grande en la mayoría de países de la Unión Europea
(UE), incluso podríamos decir que en todos. Teniendo en cuenta la
evolución demográfica del continente, con la natalidad a la baja y la
esperanza de vida al alza, es evidente que el Estado del Bienestar es insostenible.
La lección que sacamos en EE.UU. es que podemos acabar en la misma
posición. Entendemos que vamos a enfrentarnos al mismo tipo de problemas
que Europa porque el ritmo de crecimiento del gasto público
sobrepasa el ritmo de crecimiento del sector privado. Tardaremos años
en llegar a ese punto, yo estimaría que unos quince, pero no puedo
predecir esa fecha con exactitud... ¡Si pudiese, sería un millonario de
Wall Street!
P: En algunos de sus trabajos sobre la economía europea ha
subrayado que los países escandinavos se equivocan manteniendo niveles
altos de fiscalidad y gasto público. Sin embargo, afirma que sí son un
buen ejemplo de libertad económica en otros parámetros que muchos
observadores ignoran. ¿Qué le diría a esas personas que aún explican el "modelo nórdico" como un éxito del intervencionismo?
R: El índice de libertad económica en el mundo,
publicado por el Instituto Fraser de Canadá incluye cinco grandes
categorías de análisis. Una es la política fiscal, pero el estudio
también engloba la política monetaria, la seguridad jurídica de los
derechos de propiedad, la apertura comercial y la regulación económica.
En los países del Norte de Europa vemos un mal resultado en el primero
de esos cinco parámetros, con demasiado gasto y demasiados impuestos.
Sin embargo, la cosa mejora si analizamos las demás categorías
mencionadas.
Estos resultados coinciden en gran medida con los del índice de libertad económica que publican cada año el Wall Street Journal
y la Fundación Heritage. Igualmente, el Foro Económico Mundial refleja
conclusiones similares en su Informe Global de Competitividad.
La conclusión es que estos países han cometido un error dejando que
el Estado crezca demasiado, pero lo han compensado en parte con un
enfoque abierto al laissez faire en otras áreas. Por hacer una analogía:
probablemente, no es muy sano que nos tomemos una gran bola de helado,
pero si lo compensamos después haciendo ejercicio, supongo que nos lo
podemos permitir. El problema es que los países del Sur de Europa se
toman la gran bola de helado... ¡y después otra, y después una tarta!
P: ¿Podría darnos algún ejemplo de esas políticas liberales que han adoptado los países escandinavos en los últimos años?
R: Tomemos el caso de Suecia, por ejemplo. En el
sistema de pensiones, han aprobado una reforma parcial que, por un lado,
ata los beneficios del sistema a la evolución económica del país,
habilitando un mecanismo de estabilización, y por otro, introduce un
componente de capitalización que permite que el trabajador ahorre e
invierta parte de su sueldo de cara a su jubilación.
P: En Europa se habla cada vez más de la necesidad de "armonizar
impuestos". Usted, sin embargo, defiende todo lo contrario: pide competencia tributaria entre los países miembros.
R: La Comisión Europea y la OCDE se esfuerzan por eliminar las
diferencias fiscales entre países porque son burocracias controladas por
países de impuestos altos. Todas las iniciativas que promueven estos
organismos buscan consolidar ese modelo.
Sin embargo, creo que la libertad de cambiarnos de país y
beneficiarnos de impuestos más bajos es algo muy importante. Actuar
contra esto es actuar contra los mismos principios de la Unión Europea,
que históricamente se había jactado de promover las "cuatro libertades"
fundamentales (bienes, capitales, servicios y personas) en el seno de su
mercado común.
P: Una de las principales alternativas que propone a los modelos tributarios europeos es el "flat tax", el sistema de impuestos de tipo único. ¿Podría explicar esta propuesta a un español de a pie que, probablemente, desconoce en qué consistiría esta reforma?
R: Lo primero que tendríamos que aclarar es que un "flat tax" o
impuesto de tipo único está diseñado para que la recaudación tributaria
sea más simple y afecte menos a la economía del país. Consiste en
eliminar numerosas figuras fiscales (evitando la doble tributación que
suponen figuras como el impuesto sobre patrimonio, el impuesto de
sucesiones o el impuesto de capitales) y aplicar un único impuesto, con
un único tipo de nivel bajo que se aplica de forma generalizada y no
alberga deducciones ni favores especiales.
Hay más de 30 países que han aplicado con éxito el "flat tax", entre
ellos Hong Kong y Estonia. Me gustaba también la aplicación que había
hecho Eslovaquia del impuesto de tipo único, pero me temo que el nuevo
gobierno podría cometer la locura de acabar con el sistema.
Existen otras propuestas alternativas, como el llamado "fair tax".
Dicho modelo cambiaría todos los impuestos federales de EE.UU. por un
IVA nacional. Lo que me preocupa, eso sí, es que los políticos usen este
tipo de propuestas para crear nuevas formas de recaudación sin eliminar
las antiguas. Desde el Instituto Cato reivindicamos un Estado mucho más
pequeño y limitado, de acuerdo con lo que en su día defendieron
nuestros Padres Fundadores.
P: Ha mencionado a Estonia, país que recientemente fue ridiculizado por Paul Krugman
como un ejemplo desesperado de sus críticos liberales. ¿Por qué se
equivoca el de Princeton y por qué Estonia sí es un buen ejemplo?
R: La recesión empezó en Estonia en años de expansión del gasto
público. En la fase del "boom" económico de la última década, el Estado
llegó a consumir un 40% del PIB en sus presupuestos.
Krugman se equivoca porque no analiza hasta qué punto Estonia rebajó
el gasto público de forma drástica en 2009 y 2010. No hablamos de
recortes que en realidad significan aumentar menos de lo previsto los
presupuestos, sino de profundos ajustes al gasto público total. Esa
austeridad genuina no es fácil, pero pensemos en ello como si nos
quitásemos una tirita: duele cuando la retiramos, pero su aplicación nos
ha servido para curarnos.
Aunque Krugman lo critique, a Estonia le va hoy mucho mejor que a
países como Francia o España, donde las subidas de impuestos han sido la
norma. España debería emular a Estonia y dejar de aumentar el gasto
como receta contra la crisis. La lección de esta crisis es que hay que
asegurarse de que el crecimiento del gasto público vaya por debajo del
crecimiento del sector privado.
P: ¿Qué me dice de los llamados "paraísos fiscales",
culpados por muchos de la actual crisis económica? A usted le gusta
defender este tipo de jurisdicciones y afirmar que son beneficiosas para
todos, no solo para las grandes fortunas. ¿Por qué a un español de a
pie le debería importar la independencia de estos países a la hora de
tener impuestos bajos?
R: Personalmente, que algo sea calificado de "paraíso" ya me suena de
entrada muy bien. Prefiero estar en un "paraíso fiscal" antes que en un
"infierno fiscal" como Francia o España. Lo bueno de estas
jurisdicciones es que evitan que los políticos de otros países suban los
impuestos tanto como lo harían sin este tipo de competencia tributaria.
Desde los 80, las rebajas de impuestos de Thatcher y Reagan crearon
un efecto arrastre en todo el mundo. Eso benefició a los ricos, a las
clases medias, a las personas humildes... Y eso hay que defenderlo en
los países que pretenden volver a los impuestos de los años 60 y 70. Hay
que frenar a ese "cártel tributario" que son los países que tanto se
quejan de los "paraísos fiscales".
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